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positivos.

      Los psicoanalistas pertenecientes al Middle Group retrabajaron la noción de transferencia anclando sus ideas en sus propios modelos teórico-clínicos. Por este motivo se diferenciaron de las propuestas freudianas, ampliando la definición inicial. La consideración de la transferencia en el proceso de la cura es uno de los pilares de la teoría y la técnica psicoanalíticas. Winnicott, en el caso de las neurosis, compartía las ideas freudianas. Pero más allá de esta particularidad, los desarrollos teóricos acerca de los fenómenos transicionales, hicieron que los conceptos de transferencia y de situación analítica se encontraran redimensionados.

      Para este autor, el tiempo y el espacio de cada sesión constituyen un espacio transicional donde la transferencia se inscribe dentro del fenómeno transicional y el analista puede ser tratado como un objeto subjetivo. El fenómeno de regresión en la transferencia se da hacia un estado de dependencia en el que el paciente intensifica sus demandas más primitivas. En el análisis infantil, las transferencias aparecen en el juego, son una parte del contenido del juego. Si bien el objetivo del juego no es transferir, se juega para poder simbolizar, actividad esencialmente humana y placentera de por sí. (Valeros, 1997, p. 119)

      En relación con el concepto de transferencia, Bowlby consideraba que los modelos operativos internos del paciente, se manifiestan en la manera en que percibe al analista. El paciente trae la expectativa de ser tratado como lo hicieron sus figuras primarias infantiles. Una vez detectadas y analizadas, estas expectativas se pueden modificar a través del análisis.

      2.2.5 Juego

      S. Freud se ocupó del juego infantil en varios de sus artículos. En este análisis, se tomará el juego del fort da, que aparece descripto en Más allá del principio de placer (1920 p. 14-15). Se ocupó de analizar los motivos que llevaron a su pequeño nieto de dieciocho meses, a realizar el juego de arrojar y recuperar un carretel. Era un juego de desaparecer y volver, jugaba a que “se iban”. Comprendió que este infante jugaba para poder aceptar la partida de la madre. Era un modo simbólico de transformar la situación displacentera del alejamiento de la madre —hecho que tenía que aceptar pasivamente— ubicándose en un papel activo y repitiendo en el juego la recuperación simbólica de la presencia materna.

      Por su parte, M. Klein, consideró el juego de los niños como el equivalente de la asociación libre en los tratamientos de adultos. Klein abrió al campo de aplicación del psicoanálisis con niños pequeños y niños psicóticos elaborando la técnica del juego. Una de sus innovaciones fue la introducción del cajón de juguetes en las sesiones y en caso de ser necesario participar del juego propuesto por el pequeño paciente, superando las propuestas de otras analistas que comenzaban a trabajar en el análisis de niños, como Hermine von Hug Hellmuth, Sophie Morgenstern y la propia Anna Freud.

      En uno de sus artículos más importantes de análisis infantil, describió el fenómeno de la personificación en el juego de los niños (Klein, 1923), como base del fenómeno transferencial, pilar fundamental del trabajo analítico. En el juego de personificación, que el analista asumiera roles hostiles permitía el pasaje de la identificación con objetos ansiógenos hacia objetos más benévolos y realistas.

      Si bien Winnicott se formó en el ámbito kleiniano, y siempre reconoció la riqueza de su formación con Klein y su análisis con Joan Rivière, desarrolló sus propios conceptos originales, basado en su extensa experiencia como pediatra, donde constantemente tenía la posibilidad de observar la interacción de las díadas madre-infante.

      Para este autor, en el tratamiento psicoanalítico, el inicio de la actividad lúdica tiene lugar en ese espacio que denominó espacio transicional. Ubicó su origen en la distancia que se establece en el niño pequeño, entre el pecho materno y su pulgar. La característica particular del espacio transicional es que tiene un desarrollo evolutivo que acompañaría en forma prolongada los procesos básicos en el vínculo del niño con la madre.

      Desde el objeto transicional del infante hasta la posibilidad de acceder a la experiencia cultural, se da a una circulación progresiva de la herencia de los primeros fenómenos transicionales hacia el juego y desde allí a la experiencia cultural. Las vicisitudes de este proceso se relacionan directamente con las posibilidades del niño de separarse y de acceder a la terceridad, es decir, a la incorporación del otro como instancia psíquica, lógica y emocional.

      Atendiendo a las motivaciones del juego, en un artículo del año 1942, partiendo de sus observaciones, Winnicott indica algunas de las razones por las cuales los niños juegan: por placer, para expresar agresión, para controlar la ansiedad, para adquirir experiencia, o para establecer contactos sociales, a partir de las cuales se abren los procesos de integración de la personalidad y comunicación con la gente (Winnicott, 1965, p. 154-158).

      2.3 Conceptualizaciones cognitivo-constructivista

      Si bien la perspectiva básica del abordaje clínico de este estudio responde al modelo teórico psicoanalítico, para realizar el seguimiento de los procesos empíricos presentes en las etapas del desarrollo, se optó por incorporar conceptos pertenecientes al modelo teórico cognitivo- constructivista enunciados por la escuela de Ginebra, de la que Jean Piaget es uno de sus representantes más destacados.

      Se analizarán los tipos de juego que Piaget (1959) describió en sus estudios sobre el desarrollo de la inteligencia en el niño, desde el nacimiento hasta la adolescencia. A pesar de que este autor no aceptaba todos los postulados teóricos de Freud, le reconocía el gran mérito de haber descubierto la importancia de la primera infancia en el desarrollo posterior de la personalidad.

      Su pensamiento ejerció gran influencia en la teoría del apego de John Bowlby. No obstante, coincide con Winnicott en la afirmación de que el juego tiene un fin en sí mismo mientras que otros actos de los niños tienen una finalidad que está más allá de lo que hacen para cumplir con sus deseos o satisfacer sus necesidades.

      Para J. Piaget, la aparición del juego se produce desde los primeros meses de vida. Sin embargo advierte que es necesario diferenciar lo que es juego del pre-ejercicio. El juego se caracteriza por la asimilación de la propia actividad sin esfuerzo ni limitación. Es una asimilación pura que integra las acomodaciones anteriores.

      En su descripción de los estadios por los que transita el niño en el desarrollo de su inteligencia presenta las características del juego pre-simbólico, donde las adquisiciones perceptivo motrices pueden ser consideradas juegos en la medida en que sean una actividad autotélica y que no se incluyan en actividades impuestas por otros o por circunstancias externas en las que la finalidad no sea otra que la realización de ejercicios motores.

      Piaget (1959, p. 153), describe tres grandes tipos de de juegos infantiles cuya diferencia está basada en las estructuras cognitivas que involucran: el ejercicio, el símbolo y la regla. En el juego de ejercicio, la función es lo que lo diferencia del puro ejercicio. Son juegos que se ejercen por placer funcional, no por necesidad o por aprender una conducta nueva.

      Los juegos simbólicos, que comienzan a aparecer en el curso del segundo año de vida, requieren cierta capacidad de pensamiento y alguna estructura representativa. El símbolo es la representación de un objeto ausente, se inserta en el juego de ejercicio sensoriomotor, no lo suprime sino que lo complejiza. Las primeras manifestaciones de actividad simbólica se encuentran en los esquemas simbólicos. Se caracterizan porque el niño hace “como si” desplegara una actividad habitual en él, fuera del contexto, en ausencia de los objetos reales.

      Posteriormente, esas acciones se atribuirán a otros, proyectando los esquemas simbólicos y los esquemas imitativos sobre objetos nuevos. El niño irá construyendo escenas complejas donde incluya imitaciones de la vida cotidiana hasta la creación de seres imaginarios que reúnan elementos de imitación y de asimilación deformante en combinaciones de gran variedad.

      Entre los cuatro y los siete años, los juegos simbólicos van dejando paso a los juegos de reglas, que se consolidan entre los siete y los once años. Si bien en el adulto quedan algunos restos de juegos de ejercicio y simbólico, el juego de reglas se instala y perdura

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