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el camino de su socialización. El estudio de este marco interactivo resultó un instrumento valioso para predecir el desarrollo social, tanto en niños afectados de retraso como en niños normales (ND).

      La muestra de esta investigación estuvo constituida por cinco niños SD y otros cinco ND, estudiados durante un año y medio, en juego interactivo. Participaban en el encuentro un entrevistador, una monitora y la madre. Las entrevistas se realizaron en la casa de los niños, en el comedor, donde había espacio suficiente y fueron filmadas cuidando que no hubiera iluminación artificial y que no estuvieran a la vista los juguetes de los niños.

      Los resultados y conclusiones que se relacionaron específicamente al tema de esta tesis son aquellos referidos a los niños SD.

       En los niños SD, las formaciones simbólicas aparecían mucho antes que los primeros enunciados lingüísticos.

       Las madres de niños SD insistieron más en los componentes instrumentales de la acción en detrimento de los objetivos y contenidos de la actividad. Se ocupaban más de la habilidad para realizar acciones que en el desarrollo de argumentos del tipo hacer “como si”.

       En la mayoría de los casos los adultos no esperaban a que los niños SD terminaran la secuencia de acciones. Posiblemente debido a su torpeza motriz, los adultos no captaban el objetivo que el niño perseguía y era probable que se interrumpiera la actividad o se la sustituyera por otra.

       Los niños SD ejecutaban planes de acción complejos aunque con evidentes dificultades motoras. Esta dificultad obstaculizaba la construcción de un marco intersubjetivo donde se acordaran los significados.

       Los déficits de acción sobre los objetos tuvieron dos consecuencias. El niño SD podía llegar a percibirse a sí mismo a través de las respuestas del otro, con menores habilidades para modificar el medio. Por otro lado, las dificultades de la coordinación motriz y la lentitud de sus ejecuciones dificultaban la inteligibilidad de sus acciones y por lo tanto recibían una retroalimentación más pobre.

       En la medida en que eran sujetos empáticos, y con habilidades notables en la comunicación emocional, la intersubjetividad primaria (Trevarthen, 1982) se desenvolvían sin dificultades. Estaban menos motivados para la cooperación material porque las dificultades motrices manifestadas en lo que hacían, condicionaban que la comunicación con los otros se hiciera más difícil.

       Las dificultades con las acciones hacían que los niños SD pusieran sus esquemas de acción al servicio de la comunicación interpersonal en detrimento de la modificación del medio. Sus acciones sobre el medio estaban más orientadas a captar la atención y aprobación del adulto, que a modificar el entorno.

       Los componentes enunciativos de las acciones, en lugar de evolucionar hacia el lenguaje —que ampliaría y complejizaría el desarrollo mental— derivarían hacia componentes ritualizados, tendientes a mantener el contacto interpersonal sin poder ser internalizados en el espacio mental.

       Los esfuerzos de los adultos dedicados a que los niños SD hicieran uso correcto de los objetos introducían una confusión entre medios y fines de las acciones. Esto llevaba a que el niño SD hiciera aprendizajes imitativos, con escasa comprensión de relaciones. La directividad de los adultos, iba generalmente acompañada de falta de sensibilidad y adecuación a las intenciones del niño.

       La derivación de las experiencias de aprendizaje en adiestramientos, terminaba por empobrecer y afectar las posibilidades de desarrollo de sus competencias cognitivas y comunicativas.

       En cuanto a las implicaciones terapéuticas, los investigadores concluyeron que si la finalidad era la integración de niños en su entorno social y el aprovechamiento y desarrollo de sus capacidades cognitivas y comunicacionales, las intervenciones deberían basarse en un estilo más lúdico que en el adiestramiento de las habilidades.

      Capítulo 2 Marco Teórico

      Introducción

      La perspectiva teórica psicoanalítica fue el marco de referencia y modelo explicativo general con el que se realizó esta tesis. Por tratarse de una investigación de caso único, fue necesario atender a las características particulares del material clínico.

      Si bien la perspectiva básica del abordaje clínico respondió al modelo teórico psicoanalítico, para el seguimiento de los procesos empíricos presentes en las etapas del desarrollo, se optó por incorporar conceptos pertenecientes a la psiquiatría infantil y al modelo teórico cognitivo-constructivista de la escuela de Ginebra.

      2.1 Definiciones sobre deficiencia mental

      En esta investigación, en la que se analiza el material clínico de un paciente con Síndrome de Down, se utilizaron los términos deficiencia mental, retardo mental, deficiencia cognitiva, deficiencia intelectual, debilidad mental y discapacidad intelectual como términos equivalentes. Una revisión de los trabajos de los autores que se han dedicado al tema, proponen alguna de estas denominaciones para referirse a una condición idisiosincrásica de algunos síndromes de origen orgánico, lesional y o psicológico. En este ámbito, el Síndrome de Down se inscribe dentro de la categoría de los síndromes de origen genético que presentan deficiencia intelectual como una de las características psicológicas predominantes, propias del cuadro.

      Dentro de la psicopatología infantojuvenil, el concepto de retraso o deficiencia mental provino del campo y ha ido cambiando de acuerdo con los diferentes períodos históricos. En los finales del siglo XX, aparecieron nuevos términos para describir afecciones del funcionamiento cognitivo como el concepto de disarmonía evolutiva. (Gibello, 1984; Misès, 1975).

      La deficiencia mental está definida generalmente por los resultados que arrojan los tests psicológicos que miden el cociente intelectual. Es función de esos resultados se establecieron las categorías de retardo mental leve, moderado y profundo. Pero esta clasificación es insuficiente, dado que no contempla el funcionamiento general del niño evaluado con estas técnicas.

      En esta investigación se tomó en cuenta la clasificación de la psicopatología de la psiquiatría francesa, que ha integrado los aportes del psicoanálisis en la consideración de la psicopatología y del retraso mental. Si bien los niveles de afectación del retardo se mantienen en aquellas tres categorías arriba mencionadas, la clasificación francesa, interesada siempre en la consideración de los aspectos psicodinámicos del funcionamiento mental patológico, utiliza el término deficiencia intelectual pero enriquece el concepto interrogándose sobre la subjetividad de las personas afectadas.

      En cuanto a la categoría de retraso mental, se tomó en cuenta la definición de J. de Ajuriaguerra, porque la clasificación francesa incluye la dimensión subjetiva, superadora de la definición retraso mental de los DSM, basada en agrupamientos sintomáticos. Para este autor la patología infantojuvenil tiene que contemplar los conflictos que viven los sujetos afectados de síndromes en los que el retraso mental figura como uno de sus síntomas. El medio social en el que se desarrollan y los perfiles psicológicos de sus padres o sujetos a cargo de su crianza determinarían el desarrollo normal o patológico del niño o el joven.

      Ajuriaguerra considera que la definición útil de deficiencia mental debiera integrar una amplia información biológica, sociocultural, y afectiva, para alcanzar la comprensión de las dimensiones espaciales y temporales de la personalidad. (J. de Ajuriaguerra, 1975). Este autor incluye dos criterios a tener en cuenta para definir el déficit mental: el que alude a una inferioridad general del desarrollo cognitivo desde los primeros tiempos de la vida y el que se refiere a una insuficiente adaptación socioemocional a los estímulos medioambientales.

      Dentro de la corriente del psicoanálisis francés, Maud Mannoni fue pionera en el estudio y consideración de los deficientes intelectuales, plasmados en su libro El niño retardado y su madre. Ella describió desde su experiencia clínica, las dificultades de los débiles mentales y las posibilidades de tratarlos psicoanalíticamente, incluyendo no solamente al niño o adolescente retardado sino además a la

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