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en la compra de armas, se redujeron casi en un 80 por ciento debido a tres factores: la escasez de mano de obra en las granjas al irse los hombres a la guerra, el aumento de la demanda doméstica para alimentar al Ejército Continental y a las milicias y los bloqueos británicos cada vez más rigurosos sobre los puertos y las rutas marítimas de los colonos.52 Las necesidades militares del bando patriota aumentaban de forma exponencial según crecía la dimensión del conflicto: solo era cuestión de tiempo que los comerciantes de las colonias ya no pudieran permitirse la compra de suficientes armas en el mercado libre para continuar el esfuerzo bélico. En resumidas cuentas, los rebeldes necesitaban ayuda directa de los gobiernos de Francia y España, que, hasta aquel momento, se habían limitado a mirar hacia otro lado. Por suerte, un comerciante y dramaturgo francés ya había comprendido la situación, incluso antes que los propios norteamericanos.

      BEAUMARCHAIS Y EL APOYO FRANCÉS ENCUBIERTO HACIA LOS NORTEAMERICANOS

      Beaumarchais volvió a Francia tras fracasar en la obtención del monopolio, pero con contactos políticos e inspiración literaria para toda una vida. En un primer momento se sirvió de dicha inspiración y escribió y produjo obras teatrales como El barbero de Sevilla, un triángulo amoroso ambientado en España que nos presenta al arrollador Fígaro, que pronto lo haría famoso. Al mismo tiempo tuvo que lidiar con pleitos legales con la familia Pâris-Duverney que lo amenazaban con la ruina: en 1773, aquello llevó a una acusación de corrupción y a una estancia de cuatro meses en la cárcel. Sus alegaciones le granjearon el apoyo de la opinión pública y cimentaron una sorprendente amistad con su carcelero, el jefe de la Policía de París, Antoine Raymond Gabriel de Sartine.

      Durante el verano y otoño de 1775, Beaumarchais viajó media docena de veces entre Versalles y Londres hasta que, por fin, en noviembre, concluyó el asunto D’Éon: este le entregó un cofre de hierro lleno de documentos secretos y recibió el permiso real para volver a Francia, aunque solo vestido de mujer y nunca más con su uniforme militar. Es difícil que Beaumarchais pudiera hacer ya aquellos viajes sin llamar la atención: debido al enorme éxito de El barbero de Sevilla tanto en París como en Londres se había convertido en un personaje célebre a ambos lados del canal de la Mancha.

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