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Hermanos de armas. Larrie D. Ferreiro
Читать онлайн.Название Hermanos de armas
Год выпуска 0
isbn 9788412221305
Автор произведения Larrie D. Ferreiro
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
El Segundo Congreso Continental tenía que bregar no solo con una contienda cada vez mayor, sino también con la escalada dialéctica que llegaba de Londres. Jorge III ya había declarado, durante el verano, que las colonias estaban «en abierta y declarada rebelión».70 A su rechazo de la Petición de la Rama de Olivo le siguió un discurso ante el Parlamento el 26 de octubre –un día después de que Wilkes presentara a Beaumarchais a Arthur Lee–, en el que declaró que el conflicto en curso se efectuaba «con el propósito manifiesto de fundar un imperio independiente». Inmediatamente después, el Parlamento aprobó la Ley Prohibitoria Americana [American Prohibitory Act], un bloqueo naval que equivalía a una declaración de guerra. Ante la inminente arremetida de las tropas británicas, las municiones que proporcionaban los comités de Seguridad y de Suministros de las colonias eran del todo insuficientes. La respuesta del Congreso fue crear un Comité Secreto de Comercio [Secret Comittee of Trade], en un primer momento dirigido por el financiero Thomas Willing y más tarde por su socio Robert Morris, con el objetivo de encargar a comerciantes privados que abastecieran de material bélico a todas las colonias.71 Uno de los primeros contratos se rubricó con una pareja de comerciantes de Nantes, Pierre Penet y Emmanuel de Pliarne, que habían navegado desde Cap François (actual Cabo Haitiano), en la colonia francesa de Saint-Domingue, hasta Providence, en Rhode Island, con un cargamento de pólvora.72 Acudieron entonces a Filadelfia, donde firmaron un contrato con el Comité Secreto para la entrega de 15 000 armas completas y en el que Willing & Morris figuraba como su agente norteamericano.
El 29 de noviembre, solo dos semanas antes de la propicia llegada de Bonvouloir, el Congreso creó también el Comité de Correspondencia Secreta [Committee of Secret Correspondence], con «el único propósito de cartearnos con nuestros amigos en Gran Bretaña, Irlanda y otras partes del mundo».73 Mientras que el Comité Secreto de Comercio se hizo cargo de los acuerdos con comerciantes privados, el Comité de Correspondencia Secreta se convirtió en la vía de comunicación para toda la ayuda directa de las administraciones de Francia y España. Los cinco miembros del comité, entre los que estaban Benjamin Franklin y el delegado por Nueva York, John Jay, acudieron de noche a reunirse con Bonvouloir a una de las salas superiores de un vacío Carpenter’s Hall y lo hallaron en compañía de Francis Daymon, un emigrado francés que trabajaba de bibliotecario en la Compañía Bibliotecaria [Library Company] de Franklin. Daymon conocía a Bonvouloir de su viaje anterior y en aquella reunión hizo de intérprete. John Jay describió a Bonvouloir como un «anciano caballero cojo», aunque, en realidad, este solo tenía 26 años y era cuatro años más joven que el propio Jay. Durante el curso de esta reunión, y de otras dos posteriores, siempre nocturnas, Bonvouloir les aseguró a sus interlocutores que, si querían armas, munición o dinero, «lo tendrían» y que transmitiría sus demandas al gobierno francés.74 En realidad, las peticiones se pasaron al duque de Guînes escritas con una tinta invisible con base de leche en los espacios en blanco de una carta de negocios de apariencia inocente; nadie más que Guînes sabía que «la escritura aparecería solo cuando se calentara encima de una plancha al fuego».75 Como Guînes acababa de recibir la orden de volver a París, una de sus últimas actuaciones como embajador en Londres fue copiar de nuevo el informe secreto y entregárselo en persona a Vergennes.
Bonvouloir comenzaba su informe señalando que los americanos tenían «un espíritu y una buena voluntad increíbles» y que los dirigían «buenas cabezas», lo que les daba muchas posibilidades de salir vencedores del conflicto.76 Sin embargo, observó que carecían «de tres elementos importantes: una buena Marina, provisiones y dinero». Aunque su petición principal era obtener el permiso de Francia para intercambiar mercancías a cambio de suministros militares, Franklin y sus compañeros reconocían que, ante Gran Bretaña, estaban en clara desventaja: «Están convencidos de que no se pueden defender a sí mismos a menos que alguna nación marinera los proteja y que las únicas dos potencias capaces de ayudarlos son Francia y España». Los americanos le preguntaron «si pensaba que sería prudente que enviaran un delegado plenipotenciario a Francia» para que pidiera la ayuda directamente. El francés les dijo que «eso sería precipitado, incluso peligroso, puesto que todo lo que sucede en Londres se sabe en Francia y todo lo que pasa en Francia se sabe en Londres». Para terminar, la delegación norteamericana, sabedora de que la decisión de Francia acerca de la ayuda podría depender de cómo percibieran sus autoridades la voluntad de las colonias de continuar la lucha, se quiso asegurar de que Bonvouloir comprendía la fuerza de su compromiso: «Piensan que sus ciudades serán destruidas y sus casas incendiadas […] Todos me han dicho que combaten por ser libres y que lo serán cueste lo que cueste, que están unidos por un juramento y que morirán antes que abandonar». Seis meses antes de que Thomas Jefferson se sentase a redactar la Declaración de Independencia, sus compatriotas ya le estaban diciendo a una potencia extranjera que se habían juramentado para ofrecer sus vidas, sus haciendas y el sagrado honor a la causa de la libertad.
El comité ya había enviado cartas al exterior en busca de ayuda, entre otros a Charles Dumas, un académico suizo que enseñaba en La Haya, a quien se solicitaba que descubriera «la disposición de las distintas cortes con respecto a tal asistencia o alianza»; o a Arthur Lee, del que no sabían que ya estaba trabajando junto con Beaumarchais para obtener el apoyo de Francia.77 Pese a la advertencia de Bonvouloir acerca del «peligro» de enviar un emisario a Francia, el 2 de marzo de 1776 el comité encomendó a Silas Deane, comerciante de Connecticut y delegado en el Congreso por dicho territorio, que viajara allí e «hiciera una solicitud inmediata a Monsieur de Vergennes». El objetivo inmediato era obtener «ropas y armas para 25 000 hombres» y 100 cañones, todo pagado a crédito. Deane también recibió instrucciones de informar a Vergennes de que, una vez cumplida la próxima «separación total» de Gran Bretaña, «Francia sería vista como la potencia cuya amistad sería mejor para nosotros obtener y cultivar». Deane partió de Filadelfia seis días más tarde, sin saber si lo recibirían en Versalles o de qué forma.
En Versalles, el informe de Bonvouloir se acogió con gran interés. Su llegada, el 27 de febrero, coincidió con otra misiva de Beaumarchais titulada La paz o la guerra [Peace or War].78 Comenzaba con tono profético: «La famosa disputa entre América e Inglaterra, que pronto dividirá el mundo y alterará el sistema europeo, impone a cada potencia la necesidad de examinar con cuidado de qué forma esa separación la influirá, para bien o para mal». Beaumarchais iba entonces al grano: «Debemos socorrer a los americanos», pues en caso contrario serían estos, Gran Bretaña o ambos los que atacarían las islas azucareras francesas y obligarían al rey a «comenzar demasiado tarde una guerra infructuosa». Luego afirmaba: «No se puede conservar la paz que deseáis, Señor, a menos que evitéis a toda costa la paz entre Inglaterra y América […] y el único modo de conseguirlo es prestar ayuda a los americanos para que sus fuerzas se equilibren con las de Inglaterra». Al final, transmitía la promesa de Arthur Lee: «Ofrecemos a Francia, a cambio de su ayuda secreta, un tratado secreto de comercio». Lee carecía de autoridad para formular