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Hermanos de armas. Larrie D. Ferreiro
Читать онлайн.Название Hermanos de armas
Год выпуска 0
isbn 9788412221305
Автор произведения Larrie D. Ferreiro
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
El 1 de marzo de 1776, el día antes de que Deane zarpara hacia Francia, Vergennes envió una carta a Grimaldi en la que explicaba su propuesta de financiar conjuntamente la ayuda material a los sublevados. Grimaldi aceptó casi al momento, aunque estipuló que ambos «consideraran las formas mejores de hacerlo sin implicarnos» y sugirió que esto podría conseguirse por «medios comerciales».79 Vergennes presentó la propuesta ante el consejo de ministros de Luis XVI, donde se aceptó apenas sin oposición, aunque con la misma salvedad que había formulado Grimaldi: las ayudas debían «siempre estar ocultas y escondidas y aparentar ser de naturaleza solo comercial, de modo que siempre podamos negarlas».80 Una vez puestas de acuerdo todas las partes acerca de la trama Roderigue Hortalez, el soberano francés autorizó el pago y se envió una petición a Madrid para que procedieran a lo propio. El 10 de junio de 1776, Beaumarchais firmaba un recibo que decía: «He recibido del señor Duvergier [tesorero de Francia], de acuerdo con las órdenes que le he entregado del señor conde de Vergennes con fecha del 5 del mes en curso, la suma de un millón de libras».81 El segundo millón se envió desde España unas pocas semanas después. Roderigue Hortalez et Compagnie, con el equivalente a 1 millón de dólares actuales de capital inicial, estaba lista para comenzar a hacer negocios.
Beaumarchais se convirtió en un torbellino de actividad.82 Su equipo inicial de cinco o seis empleados eran en su mayoría amigos, no tanto de la banca o del comercio como del periodismo y el teatro. Entre ellos estaban su secretario, Jean-Baptiste-Lazare Théveneau de Francy, hermano menor del extorsionador Charles du Morande que Beaumarchais había detenido y que ahora era uno de sus aliados. Alquiló la oficina para la empresa en el concurrido distrito Marais de París, en el Hôtel des Ambassadeurs de Hollande, un edificio de tres pisos en el 47 de la rue Vieille du Temple. Beaumarchais vivía en la planta superior y el resto lo ocupaba el área de trabajo. Como indicaba su nombre, el bloque había sido antes hogar de los embajadores de la República Holandesa y conservaba espléndidas obras de arte que se habían acumulado a lo largo de los años. Los contables que trabajaban a pie de calle disfrutaban de un techo pintado por los mismos artistas que habían decorado el palacio de Versalles. Beaumarchais, de todas formas, no pasaba mucho tiempo en aquel ambiente suntuoso. Viajaba a los puertos del Atlántico –Dunkerque, Le Havre, Rochefort y Nantes– para localizar propietarios de barcos que pudieran transportar cargamentos a América. También iba a Burdeos, lugar donde, en una fortaleza en ruinas denominada Château Trompette, había ubicado 500 barriles de pólvora que pensaba enviar a América.
A pesar de su hiperactividad, Beaumerchais no se olvidó de Arthur Lee, su socio en Londres. Se carteaban usando un código de cifrado y empleaban palabras codificadas para ocultar las verdaderas transacciones comerciales. A primeros de junio, escribió a «Mary Johnston» –el nombre en código acordado para Arthur Lee– para informarle de que pronto enviaría un barco cargado de pólvora y suministros a Cap François. «En cuanto a vos, no dejéis de enviar un barco cargado de buen tabaco de Virginia», insistía Beaumarchais. Este había conseguido vender la idea de que Hortalez funcionaría como una empresa rentable y ahora le preocupaba que los americanos pudieran no cumplir con su parte del trato. «Mary Johnston» le daba largas al envío de tabaco en pago por la pólvora y contestaba: «Recomiendo a mis amigos [nombre en código del Congreso Continental] que la comunicación de sentimientos [el envío de tabaco] es complicada y que, por esa razón, debemos hacer todo lo que podamos sin esperar una recompensa segura e inmediata». Lee, que pensaba por error que Hortalez era solo una fachada del gobierno francés y no un negocio real, acababa su carta así: «Esta que nos ocupa no es una transacción comercial, sino política y de la mayor dimensión».83 Beaumarchais no se equivocaba al sospechar de Lee: este ya comenzaba a renegar de un compromiso que, en realidad, no había tenido ni la capacidad ni la autoridad para acordar. Beaumarchais pronto descubrió que el hecho de que alguien sobrepasara los límites de la autoridad que se le había otorgado era una costumbre común entre los norteamericanos: Silas Deane acababa de llegar a Francia.
Beaumarchis conoció a Deane en Burdeos en junio de 1776.84 Deane acababa de llegar de América y se hacía pasar por comerciante de las Bermudas. Ni uno ni otro sabían que estaban allí por el mismo motivo: obtener armas para las colonias. No se prestaron atención mutuamente y cada uno se ocupó de sus asuntos. Mientras Beaumarchais inspeccionaba el ruinoso Château Trompette en busca de pólvora, Deane escribía cartas a dos individuos que pensaba que le podían ayudar en su misión. Benjamin Franklin le había recomendado contactar con su amigo Jacques Barbeu-Dubourg, un anciano doctor que ya era un fervoroso partidario de la causa de las colonias.85 También le sugirió a Deane que escribiera a su viejo amigo Edward Bancroft, que vivía en Londres.86 Este último había sido estudiante de Deane en Connecticut, circunstancia que, junto con la recomendación de Franklin, le inclinaba a confiar en él. Ni Deane ni sus colegas norteamericanos supieron jamás que Bancroft, que sentía una sincera simpatía hacia él, no era favorable a la idea de la independencia de las colonias británicas de Norteamérica y sabotearía sus esfuerzos en secreto.
Deane llegó a París el 6 de julio, vigilado de cerca por agentes británicos.87 David Murray, vizconde de Stormont, era el embajador de Gran Bretaña en Francia. La embajada albergaba una red de espías, tal y como había advertido Bonvouloir, que enviaba informes al Servicio Secreto dirigido por William Eden. Deane se reunió sin pérdida de tiempo con Bancroft y Barbeu-Dubourg, quienes le previnieron del espionaje británico, pero acordaron organizar una reunión con Vergennes la semana siguiente. El 11 de julio, mientras los otros dos esperaban en la antecámara, Deane se vio con el ministro de Exteriores en compañía de uno de los premiers commis [primeros secretarios] de Vergennes, Conrad Alexandre Gérard, que les sirvió de traductor. Deane subrayó que las colonias, que estaban a punto de declarar la independencia –en realidad, aunque él lo desconocía, ya la habían declarado la semana anterior–, deseaban ser socio comercial de Francia. Su misión era «comprar una gran cantidad […] de artículos militares, por los que se enviarían pagos», aunque, dados los retrasos en la llegada de los cargamentos, y la carencia de dinero metálico por parte de las colonias, estas operaciones tendrían que cerrarse a crédito.88 Vergennes convino en que Francia permitiría dicho tráfico comercial sin interferir en él y le indicó a Deane que recurriera a Gérard en caso de que necesitara algo. Deane salió de la reunión convencido de que había empezado con buen pie.
Barbeu-Dubourg se veía como el enlace entre las colonias y Francia, pero, para su consternación, Vergennes optó por recomendar a Beaumarchais que contactara con Deane. El dramaturgo le escribió en francés, ya que, pese a que llevaba muchos años viajando con regularidad a Gran Bretaña, su vocabulario inglés se reducía al ocasional Goddam de sus obras de Fígaro. Deane, que decía