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Hermanos de armas. Larrie D. Ferreiro
Читать онлайн.Название Hermanos de armas
Год выпуска 0
isbn 9788412221305
Автор произведения Larrie D. Ferreiro
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
A lo largo de los primeros meses de 1777, los tres comisionados no dejaron de recibir continuas visitas. Algunos eran oficiales del Ejército francés que buscaban unirse a la lucha, otros eran hombres de negocios y banqueros que querían sacar partido del comercio de municiones y suministros que todo conflicto conlleva. Para entonces, ya estaba claro que Vergennes había dejado de confiar en Beaumarchais, así que los norteamericanos necesitaban encontrar otros intermediarios de fiar para cerrar negocios con los comerciantes proveedores y que intercedieran a su favor ante el gobierno galo. La empresa de Pierre Penet y Emmanuel de Pliarne parecía, en un primer momento, la más indicada.115 Pliarne se había quedado en Norteamérica para conseguir más negocios, mientras que Penet se encargaba de los contactos en Francia. Después de algunos problemas iniciales, consiguieron servir el pedido que el Comité Secreto les había hecho de 15 000 mosquetes de Saint-Étienne. Alrededor de 2500 de aquellas armas se enviaron a Robert Morris y pudieron rescatarse, de forma heroica, después de que el carguero Morris que las transportaba fuera volado por el ataque de buques de guerra británicos en la costa de Delaware. John Brown, comerciante de Rhode Island que de igual modo se convirtió en agente de Penet y Pliarne, recibió también, con más fortuna, armas solicitadas por el Comité Secreto. La Junta de Guerra de Massachusetts [Massachusetts Board of War], que reemplazó a los comités de Seguridad y de Suministros del territorio, mantuvo a Penet y Pliarne como proveedores principales, incluso después de que algunos de sus mosquetes explosionaran durante unas pruebas de calidad.116 Vergennes, no obstante, pensaba que Penet era «uno de esos buscadores de fortuna que se quieren enriquecer a cualquier precio».117 Aunque Penet siguió carteándose con los comisionados estadounidenses destinados en París, estos no le adjudicaron ningún contrato.
Los problemas interrelacionados del número excesivo de proveedores y de la incertidumbre acerca de su fiabilidad se solucionaron desde que Franklin fue invitado por el financiero Chaumont a residir en su propiedad, el Hôtel de Valentinois, en la villa de Passy, en la carretera principal a Versalles y actual 16.º arrondissement. Deane conservó, solo para los negocios, su apartamento del segundo piso del Hôtel de Coislin, adyacente a las estancias de Aranda, pero se mudó con Franklin unos pocos meses después de que el anciano político aceptara el ofrecimiento de Chaumont. Este había comprado la propiedad «para alojar gratuitamente a los ministros plenipotenciarios del Congreso y evitarles las emboscadas que les habían tendido en París».118 Durante la estancia de los comisionados en dicha residencia, Chaumont desempeñó funciones de portero, tanto en sentido metafórico como literal.119 Además de protegerlos de las «emboscadas» de solicitadores de nombramientos y contratos, aquel arreglo también les otorgaba a los norteamericanos cierto grado de seguridad física ante los espías de Stormont. Franklin, que había enviudado hacía poco, y Deane, que lo haría pronto, alojados en uno de los pabellones de los jardines de aquella propiedad de siete hectáreas de extensión y atendidos por las cuatro hijas casaderas de Chaumont, también disfrutaron de cierto grado de calidez hogareña en Valentinois durante aquel tiempo en Francia.
Vergennes confiaba por completo en Chaumont y los comisionados en seguida sintieron por él una confianza similar, sobre todo Deane, que se encargaba de supervisar la mayor parte de los contratos de compra de material. Gracias a su larga experiencia, Chaumont había llegado a conocer con exactitud en qué firmas se podía confiar y orientó de forma consecuente a los norteamericanos. Por ejemplo, dirigió el contrato para la fabricación de 25 000 uniformes para el Ejército Continental hacia la firma Sabatiers fils et Déspres, sita en Montpellier, y encomendó la supervisión de la calidad a otro fabricante textil, John Holker. Estos uniformes, que tenían un elaborado diseño en distintos colores –azul, marrón, verde, rojo, gris y azul claro– para diferenciar unos regimientos de otros, se transportaron en los barcos de Beaumarchais y otros a finales de 1777 y comenzaron a llegar a Nueva Inglaterra en la primavera de 1778.120 Chaumont también resolvió el problema de la financiación de estas compras al presentarle a Franklin a su veterano socio comercial Rodolphe-Ferdinand Grand, también vecino de Passy. Este formaba parte de una familia de banqueros suizos que se extendía desde Ámsterdam a Cádiz y en París era el agente del banco Horneca, Fizeaux et Compagnie, con sede central en Ámsterdam, el cual tenía gran importancia en el sector de los seguros de transporte y en la gestión de bonos emitidos por la administración gala.121 Grand era también un veterano confidente de Vergennes, de modo que se ganó con rapidez la confianza de Franklin. Este, pese a las posteriores protestas de Robert Morris e incluso de sus compañeros comisionados, nunca permitió que ningún otro banco europeo distinto del Horneca participara en los asuntos financieros del Congreso Continental.
Los comisionados querían obtener suministros adicionales de España, pero no depender de sus intermediarios franceses para ello. Animado por Aranda, Arthur Lee salió para Madrid a primeros de febrero de 1777 con la esperanza de conseguir no solo más ayuda, sino también una alianza. El gobierno español, que aún se declaraba neutral en el conflicto entre Gran Bretaña y sus colonias norteamericanas, no quería aparentar que aceptaba el inoportuno ofrecimiento de Lee, por ello, cuando Grimaldi supo que Lee ya estaba de camino, le pidió a Diego de Gardoqui, que por entonces estaba en Madrid, que escribiera a Lee y le dijera que no fuera a la capital. Por suerte, Lee recibió la carta de Gardoqui en la ciudad de Burgos, a mitad de camino entre los Pirineos y Madrid. La misiva le indicaba que esperara allí que Grimaldi y Gardoqui pudieran acudir: «En un lugar tan pequeño como Madrid, sería del todo imposible mantener el incógnito […] y de seguro seríais espiado». La carta no mencionaba la otra razón de aquel jarro de agua fría: Grimaldi estaba ya de salida como ministro jefe y el nuevo ministro, José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, aún no había establecido con claridad qué política tendría hacia la nueva nación estadounidense.
En la que fue su última actuación como ministro (aunque técnicamente ya había dejado el cargo), Grimaldi se reunió con Lee en Burgos del 4 al 6 de marzo. Gardoqui hizo de traductor. Lee insistió en obtener el reconocimiento oficial por parte de España, pero Grimaldi le explicó que «no era aquel el mejor momento» debido a que ni Francia ni España estaban preparadas para entrar en guerra con Gran Bretaña –el mismo mensaje que Vergennes ya le había dado–. España prefería optar por la misma estrategia que Francia: proporcionar ayuda secreta directamente a los norteamericanos. El hombre de negocios de Bilbao que estaba sentado en aquella mesa sirvió de enlace. Grimaldi le dijo entonces a Lee, que desconocía las actividades de contrabando de Gardoqui o los suministros que este había enviado a Nueva Orleans, que trabajara directamente con él en todas las solicitudes posteriores.122 El negocio de contrabando de Gardoqui había sido, hasta entonces, una actividad privada en la que había arriesgado su propio dinero (es muy probable que con la anuencia del gobierno español), pero ahora se convertía en el Beaumarchais español, la persona que enviaría dinero y suministros que financiaría directamente la tesorería española con la expectativa de recibir a cambio «fuerte tabaco de Virginia». Antes de volver a casa, Gardoqui ya comenzó a hacer pedidos de uniformes y municiones a la población industrial vasca de Placencia (actual Soraluze-Placencia de las Armas). Los talleres comenzaron a fabricar 11 000 pares de zapatos, 18 000 mantas y 30 000 vestimentas para el Ejército Continental. Por su lado, la Real Fábrica de Armas de la población proporcionaría 1000 mosquetes del modelo M1757 (calibre de 0,69 pulgadas) y 20 000 libras de salitre que debían entregarse en el cercano Bilbao para su embarque. Antes de