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errores que frenan crecimiento de tu negocio, quien señala que, si se tiene la intención de que un negocio crezca, no se espera vivir de él hasta que se estabilice lo suficiente en materia económica. Por lo tanto, mientras ello sucede, es de vital importancia contemplar cómo recuperar la inversión y cómo dicho trabajo daría un sueldo con posibilidad de reinversión. En adición, es necesario invertir en publicidad y comercializar el producto a muchos usuarios. Se trata de vender sueños y conquistar el deseo del Dasein. El ser-ahí, en lógicas de mercado, es mercancía y potencial cliente. Finalmente, si se desea ver cómo prospera el negocio, es fundamental sistematizar los procesos productivos. Con esto, se garantiza su calidad, se posiciona el establecimiento y se replica la acción productiva. Es decir, se puede replicar la cooptación del alma.

      Esta inevitable apuesta contemporánea por transformar todo en mercancía somete la libertad, el amor y la tranquilidad, además de convertirlos en materia prima del capital. Dicho en otras palabras, estamos ante métodos de cosificación y de reificación de la humanidad, aunque vendan tópicos de cercanía y reconocimiento. El amor se fractura, las relaciones eróticas se cosifican. Se siembra la desconfianza, se canjea el pasatiempo por el trabajo y la serenidad por el éxito. “El trabajo roba la libertad. El ocio es un estado desvinculado de cualquier preocupación, necesidad o impulso” (Han 2016, 125). De esta manera, se pasa de una sociedad sosegada a una sociedad del consumista, en donde los actos de afecto, ocio y libertad son fugaces, en su mismo instante de creación. El tiempo del entretenimiento y de la productividad son distintos. Todo se desvanece rápido. Hasta el amor tiene fecha de caducidad.

      El imperativo capitalista obliga a que lo producido se consuma en lapsos muy cortos. No hay un momento especial para saborear o deleitar las sensaciones que deja la existencia. Todo se cambia, se negocia. La vida es capital, el saber es capital, la existencia es capital. Un secretario de educación, en un municipio del eje cafetero, en Colombia, dice: “Me tocó quitar los refrigerios porque se los comían quienes realmente no lo necesitaban. Nunca llegó el beneficio para quienes fue solicitado. Eso sí, ahí tengo un poco de gamonales políticos que me dicen a quiénes darles los contratos de alimentación escolar” (Entrevista personal a funcionario público de una ciudad del eje cafetero, Colombia). El bien público se deteriora, se canjea. Esto ilustra un déficit moral y ético:

      En el mundo de los negocios, […] el tiempo pierde duración, perdurabilidad y sosiego. Donde la atención no puede crear un lazo duradero, surgen intervalos vacíos, que deben ser franqueados con lo drástico y lo excitante. De ahí que el aburrimiento vaya de la mano con la manía por lo sorprendente, lo que arrastra y golpea. La duración plena aleja la tranquilidad del siempre ingenioso emprendimiento (Han 2016, 120).

      La competencia insaciable lo ocupa todo: “El vértice del instante como tiempo del sí mismo carece de la extensión y la longitud de la tierra, el espacio para habitar y demorarse” (Han 2016, 121). El amor por sí parece transmutarse hacia un narciso que solo se ahoga en sus propios placeres. Un sí mismo hastiado de sí mismo, empalagado con sus aromas. Un narciso que agota la existencia en su eterna nostalgia, en su prolongada frustración, en una depresión constante que carcome su ser. Un narciso que se evade del acontecimiento prominente, contundente y creador del amor duradero.

       Coexistencias en contrapunto

      Las sociedades actuales, según Han (2014a), parecen caminar rápidamente a la soledad, el cansancio y la depresión. La vida con los demás se limita. El otro es en cuanto se constituye como posibilidad de éxito o de logro financiero. “El capitalismo elimina por doquier la alteridad para someterlo todo al consumo” (Han 2014a, 16). En estas sociedades, se insiste en la importancia de ser transparente al otro y a sí mismo; ahora bien, contrario a las aparentes ventajas de tal transparencia, la apertura vacía al sujeto de humanidad, lo aleja de la elocuencia y poética del eros para transformarlo en lenguaje simplificado, monosilábico y reducido a un like.

      En las sociedades del rendimiento, como dice Han (2014a), no siempre se está expuesto a la coexistencia con otras vidas, sino con otros no-yo maquinizados, sometidos a sus propios yugos. Hay un ser humano explotado por sus comprensiones del éxito y la productividad, privado de libertad, pero engañado por espejismos libertarios de realización. Se hastía de sí, se agota en su interpretación, está expuesto a la depresión, no tiene una imagen propia estable, está sometido al vaivén de la imagen de moda y es indeciso, con baja capacidad para tomar decisiones.

      Este individuo es incapaz de poner límites y tiene que consumir más. “El sujeto del rendimiento se rompe bajo la coacción de tener que producir cada vez más” (Han 2014a, 21). En los enjambres digitales, no existe nosotros. Hay perfiles aislados, imposibilitados para entablar acciones comunes o proponer una resistencia común. En estos enjambres, se enraíza la psicopolítica digital: poder subterráneo que controla la psique humana, en específico, para desmontar la negatividad y exaltar la positividad. Este big data aparece como “instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel pre-reflexivo” (Han 2014b, 14).

      El big data permite pronosticar el comportamiento humano; por lo tanto, la libertad se subordina a perfiles de consumo. También es un poder oculto que, poco a poco, coloniza la psique. El poder digital, como poder inteligente “se ajusta a la psique en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y prohibiciones” (Han 2014b, 17). El poder digital es complaciente, no acalla, prefiere la comunicación abierta y solicita que cada quien se confiese, comunique sus deseos, opiniones y preferencias.

      El poder inteligente lee y evalúa los pensamientos conscientes e inconscientes. Apuesta por la organización y la optimización realizadas de forma voluntaria. De esa manera, no ha de superar ninguna resistencia. Esta dominación no requiere de gran esfuerzo o violencia, porque simplemente sucede. Quiere someter al intentar agradar y generar dependencias (Han 2014b).

      Es un poder más silencioso y vedado, puesto que la persona se subordina a él de manera voluntaria. En el enjambre digital, el ser humano es un individuo aislado, anónimo, no se congrega y solo es un perfil potencial de consumo. No demuestra resistencia a la autoridad, porque no hay una masa que se congregue y movilice. “Los habitantes digitales de la red no se congregan. Les falta intimidad de la congregación, que produciría un nosotros. Constituye una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin interioridad, sin alma o espíritu” (Han 2014c, 28).

      Emerge una sociedad del miedo que se cristaliza y pone en evidencia su fragilidad o su agotamiento. El miedo se posiciona como principio y a nadie se le puede convencer de que sus temores son infundados. Esta insistencia, a toda costa de lo negativo que supone ser libre de, presenta una realidad ajena, como señala Butler (2017), en la que los silenciosos deseos positivos de ser libres para pierden el sentido. Así, cuando la tolerancia y la frustración se manifiestan, hay una subvaloración del yo, que enajena al sujeto y le impide forzosamente garantizar su libertad.

      La promesa de la autoeficacia, expuesta por una lógica de mercados, fuerza las relaciones sociales y políticas de las civilizaciones modernas. En un aparente derecho de rescindirse, ambas generan una confusión de perspectiva. De manera paradójica, hay una compenetración basada en la separación. El estado vago de esta contradicción engaña, cuando distrae a través de la posibilidad de pensar la comunidad como partícipe de una fusión, pero se encuentra con la realidad de una separación.

      Este conocimiento momentáneo de la existencia golpea la libertad y agudiza la esfera de poder. El sujeto atado se experimenta afiliado a grupos cerrados que configuran sus relaciones, sin posibilidad de resarcimiento. Aunque exista un rechazo voluntario de estas finalizaciones conscientes, que propician coexistir con otros, pareciera que se disimula la verdad del yo físico incluido, pero pretensioso de una salida fantástica, como Butler (2017) propone. Se espera ser deseable para otros, aunque ello suponga el misterio de entregar voluntariamente la libertad o sumirse en la conveniencia de la servidumbre voluntaria (de La Boétie 2010).

      El cuerpo situado como exclusión de la intimidad, vivencia los límites regulados por los juegos selectivos

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