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las teorías digeribles con facilidad. Bustamante cuestiona la pertinencia de este tipo de obras en una civilización que necesita de teóricos serios para pensar problemas actuales.

      ¿Por qué aún este tipo de reflexiones? Una de las características de la sociedad contemporánea es que nos obnubila. Perdemos la melodía entre el ruido de mil mensajes, porque en la positividad se difumina la lucidez. ¿Por qué entablamos diálogo con un pensador del presente? Porque hay un mandamiento anterior a otro: conocer el mundo con ojos claros. De lo contrario, el cumplimiento de cualquier mandamiento no se llevaría a cabo tal como es, sino tal como lo imaginamos. Como filósofos, educadores y psicólogos, buscamos lucidez sobre el presente, al poner a Han en diálogo con nuestros contextos de acción y de reflexión.

       Referencias

      Arroyo, Francesc. 2014. “Aviso de derrumbe”. El País, 22 de marzo. https://elpais.com/cultura/2014/03/18/actualidad/1395166957_655811.html.

      Han, Byung-Chul. 2015. El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.

      Han, Byung-Chul. 2016a. Sobre el poder. Barcelona: Herder.

      Han, Byung-Chul. 2016b. Topología de la violencia. Barcelona: Herder.

      Han, Byung-Chul. 2016c. Shanzhai: el arte de la falsificación y la deconstrucción en China. Buenos Aires: Caja Negra.

      Han, Byung-Chul. 2017. La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.

      Notas

      **Psicóloga y doctora en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Investigadora del grupo Filosofía y Cognición, del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional. Actualmente es docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Salle y de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional.

       La psicopolítica en el marcode la sociedad del cansancio

       El tiempo de la existencia es el tiempo del mercado capitalista

      La violencia es aniquiladora del ser, del señorío, de la dignidad. Se trata de una maquinación subterránea que debilita el sentido humano del ocio, la serenidad y la realización, así como la contemplación de las ideas. Con ella, se rompe la confianza, hay rupturas en la relación con los otros, se entra a locomotora perversa de competencia y del éxito alcanzado, en tiempos limitados y fugaces. El valor central del mercado es la incertidumbre: ya no existe seguridad.

      Este fenómeno mercantilista de la psique no solo exacerba al narciso, como plantea Han, sino que también corroe su carácter. En términos de Sennett (2010), el signo más tangible de este nuevo tiempo es el trabajo, bajo lógicas emergentes que lo precarizan y lo desterritorializan. La empresa intenta subsistir, sin importar a quien se lleva por delante. Como efecto, el ciudadano de a pie, el no empresario, vive en una continua incertidumbre. Intenta evitar lo inevitable: perder el empleo.

      Aunque, en el trasfondo, la mayor preocupación no es quedarse sin trabajo; algo resultará para hacer. La angustia se produce en el desconocimiento de las maneras como se tiene que vivir para subsistir en la economía moderna mundial. El sujeto no está dispuesto a un simple lance a la deriva, ni a perder la vida interior y emocional. La gravedad de este temor, según lo documenta Sennett (2010), procede del énfasis que los nuevos mercados hacen de lo global y del uso de las tecnologías emergentes. Si bien, estos son fundamentales para que las economías mundiales sigan creciendo, parecen cooptar otras maneras de organizar el tiempo en general y los ritmos del trabajo en particular. Llega la fugacidad de la labor, predomina la subcontratación a corto plazo, todo está acomodado a la dinámica de compra/venta y nada se hace a largo plazo o de la misma manera.

      La economía es impaciente y requiere de rendimientos rápidos. La organización a corto plazo restringe la madurez de la confianza informal. Cuando las instituciones dan sus primeros pasos, utilizan al empleado, su tiempo y su lealtad. Cuando ya son grandes empresas, los fundadores dejan a los trabajadores de menor nivel en la periferia, arrasan con su estabilidad y los lanzan al vacío y la incertidumbre. Esta situación, hoy agravada por los usuales lazos débiles y de corta duración sobresalientes en dichas instituciones, obliga a que las personas tengan que ser consultores más que trabajadores, en empleos de larga duración.

      La lealtad a un establecimiento laboral es una trampa en una economía fugaz y exigente de resultados inmediatos. A corto plazo, las lógicas del mercado, afirma Sennett (2010), corroen el carácter, concretamente en aspectos que unen a las personas y les brindan la sensación de un yo sostenible. En este modelo económico y de producción, se lanza al ser humano a luchar por el éxito. El poder ya no radica en su control, sino en promover el dejar hacer, como un modelo con el que cada quien es motivado a ser empresario de sí. Por lo tanto, se busca estimular la autoafirmación. Se transita del yo debo al yo puedo. Esto significa una lógica de mercado que propone transitar de un sujeto sujetado a un sujeto del rendimiento. Es un ser humano envuelto en sus interpretaciones y embebido en el poder que otorga ser esclavo de sí y no ser esclavizado por el empresario: “El sujeto del rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto que no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote; pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado” (Han 2014a, 11).

      Los análisis de Sennett y de Han respecto a dicha problemática están relacionados con el planteamiento de Heidegger (2006) acerca de la maquinación, estructurada en nuestra sociedad contemporánea como un sistema de manipulabilidad y de sometimiento agravado del ser-ahí: “La maquinación significa aquí todo lo hacible del ente que se hace y constituye, de modo que tan solo en ella se determina la entidad del ente abandonado por el seyn (y la fundación de su verdad). Hacible está pensado aquí como despertable alerta y por ello lo hacible de lo hacedero” (Heidegger 2006, 16).

      Heidegger argumenta que hay una crisis de civilidad, específicamente cuando en la vida cotidiana sobresale la tendencia a pensar al Dasein como un objeto de producción, de cálculo y como un asunto administrativo. Todo es más fructífero si es productivo. “La maquinación exige, en toda clase de enmascaramiento de variadas violencias, la calculabilidad preabarcable por completo del poder sujetante del ente para la organización disponible; de esta exigencia esencial, pero a la vez oculta, procede la técnica moderna” (Heidegger 2006, 16).

      Cualquier maquinación produce impedimento, es limitante de decisión, coarta la libertad y cosifica al Dasein (Honneth, 2007), cuando lo pone como eje fundamental de la producción, puesto que los rasgos de la productividad moderna son la calculabilidad y la acumulación (Heidegger, 2006). Además, hay un marcado interés por identificar las formas más efectivas que permitan el crecimiento económico y la obtención total de abundancia, casi a

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