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Hans Georg Gadamer, Verdad y método, op. cit., vol. i, p. 344.

      b Jacques Le Goff, El orden de la memoria…, op. cit., pp. 149-150.

      n Ibidem, p. 154.

      m Michel de Certeau, La escritura de la historia, trad. Jorge López Moctezuma, México, Universidad Iberoamericana, 1985, p. 294.

      , Rudolph M. Bell y Donald Weinstein, Saints and Society, citado por Antonio Rubial, La santidad controvertida, op. cit., p. 12.

      . Hans Georg Gadamer, Verdad y método, op. cit., vol. ii, p. 143. El subrayado es mío.

      / Paul Ricoeur, Tiempo y narración, vol. iii, El tiempo narrado, op. cit., pp. 958-961.

      Q Émile Benveniste, Problemas de lingüística general i, México, Siglo xxi, 18a ed., 1995, pp. 179 y ss.

      W Hans Georg Gadamer, Verdad y método, op. cit., vol. i, p. 485.

      Los libros que forman la capa papirácea de este siglo, como dijo un sabio, nos vuelven locos con su mucho hablar de los grandes hombres, de si hicieron esto o lo otro, o dijeron tal o cual cosa. Sabemos por ellos las acciones culminantes, que siempre son batallas, carnicerías horrendas o empalagosos cuentos de reyes y dinastías, que agitan al mundo con sus riñas o sus casamientos, y, entretanto, la vida interna permanece obscura, olvidada, sepultada. Reposa la sociedad en el inmenso osario sin letreros ni cruces ni signo alguno; de las personas no hay memoria, y sólo tienen estatuas y cenotafios los vanos personajes… Pero la posteridad quiere registrarlo todo: excava, revuelve, escudriña, interroga los olvidados huesos sin nombre; no se contenta con saber de memoria todas las picardías de los inmortales desde César hasta Napoleón; y deseando ahondar lo pasado, quiere hacer revivir ante sí a otros grandes actores del drama de la vida, a aquellos para quienes todas las lenguas tienen un vago nombre, y la nuestra llama Fulano y Mengano.

      EBenito Pérez Galdós, El equipaje del rey José, Episodios nacionales” (segunda serie), en Obras completas, Madrid, Aguilar, 4ª reimp., cap. VI, 1979, p. 1205.

II. La narrativa cristera en el occidente de México

      CAPÍTULO 2.

      Novelas y cuentos

      […] cuando uno ha tomado parte en hechos tan graves, cuando tiene uno la verdad metida en la mollera, como algo que le congestiona, o revienta o ha de vaciarla. Esto no lo contaría a nadie más que a ti, porque sé que no has de venderme […]

       —Ten por cierto que cuando se escriba la historia de esta tracamundana […], pues yo creo que algún desocupado va a escribirla […], no te han de nombrar para nada. Que fueras tú a San Gil o no fueras, lo mismo da […]

       La revolución era ya un verdadero adefesio. Tú dirás que a qué iban los sublevados a la estación. Te lo explicaré, te lo explicaré, para que concuerdes conmigo en que plan más disparatado no podía imaginarse. ¿Quién de los que me escuchan se atreverá a sostener que en el plan había siquiera asomos de sentido común?

      En la narrativa, así como hay una novela de la Revolución, existe una novela de la Cristiada, donde estos acontecimientos quedan grabados. Aunque tanto por su desarrollo como por el manejo de recursos estilísticos, esta última es menos importante que la primera, en la narrativa cristera encontramos situaciones y visiones del mundo planteadas desde la perspectiva de sus autores. La Cristiada no es el orgullo de los mexicanos y, por tanto, son pocos los autores que la recogen como tema para sus obras literarias. Un escritor como José Guadalupe de Anda, autor de la Los cristeros, no está a la altura de Mariano Azuela o de Martín Luis Guzmán. Aunque no encontremos muchas novelas sobre la Cristiada, si hay, sin embargo, una gran cantidad de testimonios y memorias, cuyos autores, por lo general, no tienen pretensiones literarias.

      El texto literario sólo de manera indirecta es un documento histórico. Una novela como Los de Abajo, de Mariano Azuela, nos puede servir como fuente histórica, ya que los datos concretos utilizados por el autor coinciden con la realidad, y lo mismo puede decirse de la geografía en la obra de Azuela. En el Pedro Páramo, de Juan Rulfo, por el contrario, la geografía es ficticia. Comala es una localidad que existe en el estado de Colima, pero la Comala de Juan Rulfo no es exactamente la misma que la Comala real, aunque esto no tiene mayor importancia en su obra literaria; detrás de los hechos históricos concretos hay una verdad más profunda que no se expresa en fechas exactas y lugares geográficos determinados. El texto literario —en especial la novela histórica— puede servir como fuente de investigación en las ciencias sociales, pero su importancia estriba en que ofrece al lector una visión del mundo que le es ajena y va más allá del mero testimonio documental.

      A continuación agruparé en dos grandes campos las obras de la narrativa cristera en el occidente de México: el primero, con las novelas cuya temática central es la Cristiada, y el segundo, los cuentos.

      La novela cristera

      Héctor, de Jorge Gram

      Se trata de una novela donde las escenas sangrientas de la guerra y los conflictos de conciencia son resueltos de una manera muy esquemática, en la que se justifican siempre las acciones de “los buenos”, los cristeros, en contra de “los malos”, el gobierno. Esta escena en un confesionario así lo demuestra:

      —Padre, yo me alegro en extremo cuando sé que éstos son derrotados, cuando sé que caen muchos heridos y muchos muertos… yo siento grande gozo cuando los hacen añicos… ¿Es esto pecado?

      —¡No, hija mía; no es pecado! No es el odio al prójimo lo que te mueve, es el odio al mal lo que te anima.

      Afirmaciones como éstas, fueron un lugar común durante la época de la guerra para justificar la lucha

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