Скачать книгу

clase política que busca congraciarse con los ricos y poderosos del lugar, pero que en su intento asume actitudes serviles. Rosalía, su esposa, quien se siente poco atendida por su marido, se involucra afectivamente con el joven párroco y mantiene relaciones amorosas con él. La novela inicia con los relatos del joven sacerdote —narrados en primera persona— acerca de sus impresiones de los estragos que causa la guerra a su llegada al pueblo de El Porvenir, en donde se refugia después de “varios meses en que andábamos a salto de mata, trasladándonos de un lado para otro sin descanso alguno, sufriendo grandes dificultades”; desde su observatorio en una azotea, describe en hojas viejas las imágenes de esta guerra. Para él, igual que lo dijo la jerarquía y lo creyeron los cristeros, se trató de luchar contra un gobierno que perseguía a la Iglesia, pero su punto de vista se contrasta con el de los otros personajes.

      Rosalía, la esposa del presidente municipal, mantiene relaciones con el joven sacerdote, lo que le ocasiona a éste un serio conflicto moral. Arrepentido, se presenta con su obispo para renunciar a su carrera eclesiástica, pero la Iglesia le perdona sus pecados y le exige pregonar “con pasión encendida la palabra de Dios” en estos tiempos difíciles de guerra.

      Imágenes de la Revolución cristera en algunos cuentos del occidente de México

      Aunque no es muy grande el número de cuentos que tratan de la guerra cristera, seleccioné algunos en los que se refleja la visión que de este acontecimiento quedó grabada en la memoria colectiva; esto permitirá entender al lector la complejidad de este episodio histórico. No escogí cuentos muy conocidos, como los de Juan Rulfo, por ejemplo —que ya han sido muy estudiados—. Me baso, sobre todo, en cuentos publicados en la región centro occidente de México, cuyos autores observaron la Cristiada durante su infancia, o en donde se recogen los testimonios de sus familiares que participaron en el enfrentamiento. Lo anterior nos permitirá descubrir aspectos que hasta el momento han sido poco analizados, pero que se han transmitido de una generación a otra por medio de la tradición oral.

      A través de esta selección de cuentos, no pretendo reconstruir la historia de la guerra cristera en el occidente de México, sino averiguar cómo este episodio quedó grabado en la memoria colectiva de una gran parte de la población de Jalisco y México. No hay que olvidar que, aunque cada autor presente su visión “personal” de la Cristiada, en la medida en que están insertos en la sociedad, ésta nos ofrece también la visión de su grupo social. Mediante este acercamiento, lograremos entender este episodio desde una perspectiva diferente a la que ofrecen obras con una gran cantidad de datos concretos y que, por lo mismo, son de difícil acceso para la población en general —como es el caso de los minuciosos estudios históricos cuya lectura se reservan los académicos o profesionistas—. Los estudios de esta naturaleza son, sin duda, imprescindibles; pero no hay que limitarse a ellos cuando se quiere recuperar el sentido que los propios actores sociales dan a los hechos del pasado, si se quiere llegar a conocer la historia como historia vivida, con su fuerte carga de expectativas, frustraciones y deseos cumplidos.

      Los primeros cuentos que analizaré son los de José Gudiño Villanueva (nacido en Sahuayo, Michoacán, en1916), los cuales fueron publicados en 1979 bajo el título Hombres de armas, edición del Colegio Internacional de Guadalajara. A pesar de que su fama se reduce al occidente de México, este pequeño libro de cuentos muestra que el autor es un escritor de talento, quien tuvo contacto directo con la Cristiada en su infancia, ya que contaba con diez años de edad cuando el levantamiento inició.

      “Hombres de armas”

      José Gudiño nos presenta narraciones de los episodios violentos de nuestra historia vividos desde su infancia. Los primeros seis cuentos se refieren a la revolución de 1910-1917, y se titulan “Final” (de la revolución y su primer aniversario de vida), le siguen “Llanto”, “Encuentro”, “Hombres de armas”, “El nuevo adepto” y “El coronel”; en “Aquellos días”, aborda el tema de la Cristiada; en “Dichoso el real”, se refiere al segundo levantamiento cristero de 1932, y finaliza con “Mi amigo el general”, donde narra la vida de Gumaro Peña y su participación en estos acontecimientos.

      El cuento “Aquellos días” se refiere directamente a la Cristiada. Primero describe la situación desde la perspectiva de un niño, en donde indica a la vez fechas concretas. El capítulo v se inicia con las siguientes palabras:

      1926. Año en que pasan cosas raras en el pueblo. Creo que en todas partes. El clero y el gobierno civil están en pugna. Aquél excomulgando a los padres y tutores que manden a sus hijos a las escuelas oficiales, —las únicas que están en funciones— éste, el gobierno queriendo llevarnos a la fuerza, para lo que ha lanzado a la gendarmería en persecución nuestra.

      En esto llega el día 4 de agosto y a la más alta autoridad de la región se le ocurre cerrar los templos. Sordos rumores han corrido al respecto desde tiempo antes y las gentes del lugar se aprestan a la defensa. Unos consiguen rifles, otros pistolas y la mayoría simples cuchillos o machetes. Las mujeres quieren tomar parte también en el motín y (válgales su buena voluntad) han molido chile seco y lo han mezclado con cal para, en el momento oportuno, arrojarlo a los ojos de los atacantes.

      El niño no se interesa mucho por el pleito, y comenta lo que ha oído decir. Se excomulga a los padres que mandan a sus hijos a las escuelas oficiales, y por todos lados se avisa del peligro de los masones, considerados, en el discurso cristero, como ateos y enemigos de la Iglesia.

      Una afirmación común entre las personas que vivieron la época, es que el cierre de los templos, que fue la causa principal que motivó al pueblo a levantarse en armas, fue una decisión de las autoridades civiles. Gudiño recoge este hecho con la afirmación de que, a la más alta autoridad de la región se le ocurre cerrar los templos. Ahora sabemos con certeza que la jerarquía católica, y no la autoridad civil, tomó esa decisión; pero desde la perspectiva del niño, no puede saberse, porque él relata lo que oye decir a los adultos. La situación se vuelve cada vez más tensa, y se desata una cruel lucha armada entre los dos bandos. El niño escucha el grito de “¡Viva Cristo Rey!”, y ve cómo un par de damas vacían sus pistolas sobre un policía indefenso. Hay varios muertos y heridos, pero él no comprende la gravedad de la situación y goza “mirando cosas tan pintorescas”. A un policía herido en el estómago, gritan él y su primo: “ya te tumbaron, Gacho”.

      Después, el autor cambia la perspectiva del niño por la del adulto. Los sacerdotes tienen que esconderse y los cristeros

Скачать книгу