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La guerra cristera. Lourdes Celina Vázquez Parada
Читать онлайн.Название La guerra cristera
Год выпуска 0
isbn 9786077421580
Автор произведения Lourdes Celina Vázquez Parada
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
El peso de la palabra, de Luis Sandoval Godoy
Luis Sandoval Godoy (El Teúl, Zacatecas, 1931) nos narra cómo un cristero lleva a su compañero muerto a su tierra natal para enterrarlo allí: “no me hacía el ánimo a dejarte en tierra extraña y menos en este rancho compuesto de pura gente enemiga”.
El cuento es un monólogo interior que inicia de la siguiente manera: “Vi cuando te tumbaron y dije: Me lleva la rechintola, te desgraciaron, hermano, pero eso no se queda así. Voy a vengarte. No sé cómo ni dónde. Ora, mañana o al rato, pero este asunto se va a arreglar”.
Estas palabras expresan una rabia impotente. Es imposible localizar al soldado que mató al compañero. El enemigo había ganado esta batalla, pero el narrador está convencido de que los cristeros van a triunfar: “Dónde iban a acabar con los que luchábamos por Cristo Rey…”
Luis Sandoval simpatiza con la causa cristera y no la cuestiona. La describe como una lucha heroica del pueblo creyente. Gudiño duda en algunos puntos de la moralidad de los cristeros, y Antonio Leal nos hace ver con nitidez el ambiente desagradable de desconfianza provocado por la lucha clandestina de los cristeros urbanos. Para Sandoval, no hay problemas morales o ideológicos de ningún tipo. Su protagonista es un campesino que cree firmemente en la causa de Cristo Rey; es un hombre que prometió a su compañero enterrarlo en su tierra natal, y a pesar de muchas dificultades trata de cumplir con su palabra, pero no logra completamente su propósito: “Ya está bueno de tanto andarte zangoloteando por todos lados. Ya es justo que descanses”.
El cristero no continúa su viaje y termina su narración con las siguientes palabras: “A los muertos les dicen que descansen en paz y tú podrás descansar en paz, muy tranquilo y quitado de la pena cuando te lleve a ese rincón, tierra de gente buena como es la de Huejuquilla”.
El peso de la palabra es un cuento costumbrista donde se refleja, sobre todo, la forma de pensar y actuar del campesino mexicano. Reproduce el habla del pueblo, menciona las fiestas y describe las mercancías que se venden en las ferias. El narrador las visita porque es vendedor ambulante: “Ellos venden fruta de Bolaños, ropa que traen de Aguascalientes, loza de aquí de la región. Yo ya tengo muchos años arriando esto de la mercería y tanto nos vemos, y tanto nos encontramos en las fiestas de los pueblos de acá, que hemos acabado por ser casi amigos”.
Los valores que Sandoval destaca en este relato son la amistad y la lealtad de los hombres sencillos e ingenuos de estos pueblos, y no su religiosidad ni las causas de la guerra. El autor nos ofrece un cuadro colorido del occidente de México, sólo ensombrecido por el muerto que lleva a cuestas: “Ahora en esta fiesta; después en Las Moras; la semana pasada en El Encanto. Ahora por San Antonio, otro día por San Isidro, después por Señora Santa Ana. Puras fiestas y puro alboroto en esta letanía de pueblos, pero ni ésta ni otras, ni ninguna, me hacen que me olvide de ti. No puedes quejarte, hermano, de tu hermano”.
Luis Sandoval se presenta en este cuento como un maestro del cuadro costumbrista. El narrador ficticio es un vendedor ambulante involucrado en la Cristiada, que viaja de feria en feria y de fiesta en fiesta. Con cariño, el autor nos describe el carácter de la gente del pueblo mexicano, pero no profundiza en los problemas de la guerra cristera. Para el narrador ficticio de este cuento, la rabia por la muerte de su amigo no es algo específicamente cristero. Un episodio de este tipo puede darse en cualquier guerra civil. En el cuento, El peso de la palabra, no está la reflexión sobre la Cristiada, sino el elogio de la amistad y la lealtad.
Mucho más importante que este relato —para la comprensión de la problemática de la guerra cristera— es la novela testimonial La sangre llegó hasta el río, de Luis Sandoval, en la cual nos cuenta la vida de la generala de cristeros Jovita Valdovinos y del soldado cristero Eugenio, obra que analizamos en el siguiente apartado.
La cueva, El comisario y otros cuentos, de Augusto Orea Marín
Augusto Orea Marín (Huajuapan, 1928) incluye en este libro, publicado en 1975, un cuento breve con el título “El seis”. En él, un militar del ejército del gobierno cuenta cómo su tropa trata de localizar al Seis, un peligroso cristero. Después de muchos intentos frustrados, el narrador descubre al Seis en un billar solitario, donde está jugando con su nieto, pero no se anima a enfrentarlo, y en forma magistral Orea termina el cuento con las siguientes palabras:
Calculé que enderezar el máuser me llevaría más tiempo que a él dispararme toda la carga. Volví a mirar las paredes despostilladas, un rayo de sol que entraba por la claraboya, al chamaco sonriendo sarcástico, las moscas que zumbaban. Recordé a Juana, mi caballo, las lomas amarillas de zacate recortándose contra el azul del cielo, las falsas sombras de los huizaches, las caras asustadas de mis cuatro compañeros.
Apreté los dientes y dije al viejo:
—Adiós, abuelo, siga su juego.
En este cuento se refleja cómo, después de muchos años, permanecen los deseos de venganza, y cómo se apagan de repente al darse cuenta de que ninguno de los combatientes es ya el mismo. Los años los ponen en una nueva situación, donde la vida cotidiana, el paisaje del terruño y la presencia de los descendientes le hace pensar al soldado lo absurdo de continuar peleando y guardando viejas cuentas.
Obviamente, el autor no tiene interés especial por mencionar las causas de la guerra o tomar partido por alguno de los bandos. En “El Seis”, sólo quiere describir la valentía y astucia de un famoso cristero, quien logra burlar la vigilancia de las tropas del gobierno. El Seis tiene cierto parecido con Ramón de la Cruz, el viejo zorro de Los Altos que nos presenta José Gudiño en Dichoso el real…
Los colgados, de Adalberto González González
Cuento de Adalberto González González (Capilla de Guadalupe, 1940), donde describe a la Cristiada como un episodio cruel y sangriento de la historia. Utiliza la técnica del monólogo interior, a través del cual su protagonista, un joven campesino que se siente ajeno al conflicto, expresa sus impresiones de aquella época: “Por aquellos días no había paz en aquel rancho, ora llegaban los sardos, nos amenazaban y nos dejaban sin nada dizque pa’que los cristeros no se fueran ajuariar con lo nuestro; y después nos cáiban los mentados cristeros y también arramblaban con lo poco que había dejado la tropa”.
Un día, al regresar a casa, el joven descubre muertos a su padre, hermanos, parientes y muchos vecinos del pueblo, colgados de las ramas de los árboles. No sabe si los asesinos eran cristeros o soldados del gobierno. Traumado, abandona su pueblo y, en un lugar lejano, se dedica a tallar figuras de madera. El terror que sintió en aquellos momentos se reflejó en su trabajo durante un largo tiempo: “Lentamente fueron desapareciendo aquellas horribles muecas, aquellas pejagumbres, aquellas tristezas y vaciedades; y las caras y las manos de los angelitos y de los santos cada vez m’iban saliendo más naturales, más dulces, más amables, de la misma manera qu’iba yo también transformándome”.
Para jóvenes, como el protagonista de este cuento, que vivieron la época sin comprender las causas del conflicto, la guerra cristera se quedó grabada a través de las imágenes sangrientas de una guerra civil. La impresión de ver a los familiares colgados, que son con mucho las imágenes más recurrentes en los testimonios de quienes eran niños en esa época, queda recogida de manera magistral en el cuento de Adalberto González, al relacionarla con las expresiones de sus figuras talladas en madera, como un trauma del cual es difícil desprenderse y que sólo con el paso de los años se va borrando lentamente. Son imágenes que marcaron a una generación, que además no entendió las causas del conflicto, para quienes sardos y cristeros eran igualmente bandoleros y asesinos.
El personaje de este cuento