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congresos, en la calle, en la política y en espacios culturales.

      Con los primeros avances y espacios de diálogo sectorial, nos dimos cuenta de que esta era una oportunidad única para posicionar nuevos relatos sobre un sector en permanente crecimiento y transformación. Fue así que nos preguntamos ¿cómo se traducen los nuevos paradigmas en las prácticas concretas de los espacios y organizaciones culturales? Así surgió la propuesta de incluir en el relevamiento un apartado sobre cómo funcionan la división sexual del trabajo y la visibilización de las diversidades sexuales en las organizaciones de la cultura independiente.

      En este artículo queremos compartir los hallazgos del relevamiento e invitar a los, las y les trabajadores de las culturas a tomar conciencia de todo lo que aún podemos hacer para repensar la producción cultural y poner en relieve dimensiones no visibles en el análisis económico tradicional. Porque si nuestra comprensión del mundo es hoy más amplia y diversa gracias a los debates contemporáneos feministas, nuestras formas de investigar, medir y comprender la diversidad de los sectores también debe actualizarse para reflejar nuevas y cada vez más complejas identidades.

      La foto ampliada

      El empleo y el trabajo –formal e informal– fueron cambiando intensamente a escala local y nacional durante los últimos años. El marcado empobrecimiento de la calidad de vida y problemas de empleabilidad para personas en edad de trabajar son una constante, sobre todo en entornos urbanos.

      Uno de los sectores más afectados por las problemáticas de empleo son les jóvenes de Ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense de entre 14 a 29 años, entre quienes el porcentaje de desempleo alcanza al 20%; y las más afectadas son las mujeres: 1 de cada 5 se encuentra desempleada.

      Las mujeres trabajan en el mercado formal menos horas que los varones (38 horas vs. 47 horas semanales) porque dedican más tiempo a las tareas no remuneradas del hogar (en promedio, 5 horas diarias) y al cuidado de la niñez y personas adultas mayores (en promedio, 8 horas diarias). Es por eso que las mujeres tienen menos posibilidades de generar recursos económicos y avanzar en su desarrollo profesional. La brecha de ingresos registra que las mujeres ganan un 25% menos que los varones; es decir, que no solo pierden derechos en el mercado laboral actual sino que quedan sometidas al salario de un hombre proveedor, perdiendo independencia económica. En caso de ser jefas de hogar, su situación es aún más precaria.

      El mercado de trabajo formal argentino es un mundo masculinizado, no solamente porque los hombres son mayoría y ganan mejor, sino también a causa de las miradas sexistas y sesgadas que imponen los mercados laborales formales (requisitos y prejuicios estéticos para acceder a un trabajo o escasez de cargos jerárquicos para las mujeres, por ejemplo).

      A ese contexto se suman interrogantes sobre la empleabilidad de personas disidentes sexuales, un tema escasamente abordado tanto por la academia como por las políticas públicas, aunque recuperado por la lucha de diversos colectivos sociales, culturales, políticos y LGBTI+.

      En relación a la situación de las personas trans y travestis, la Fundación Huésped (2014) relevó el estado de situación a nivel nacional: la proporción de quienes trabajan en el sistema formal es baja y, como consecuencia, solo 1 de cada 10 mujeres y hombres trans tiene aportes jubilatorios. Las travestis, en la mayoría de los casos, se encuentran forzadas a prostituirse, con los riesgos económicos, de seguridad y de salud que eso conlleva (el promedio de vida de las travestis es de 35 años). El 70,7% mencionó que trabaja por cuenta propia mientras que el 55% mencionó que le negaron un trabajo formal por su condición de persona trans. Según datos que aporta el informe “Situación de los derechos humanos de las personas travestis y trans de Argentina” (2016) realizado por el Centro de Estudio Legales y Sociales (CELS) y otras organizaciones nacionales, el 91 % de las personas trans y travestis no tiene trabajo registrado y el 82% atribuye las dificultades para acceder a un empleo formal a la discriminación por identidad y/o expresión de género. Otros datos marcan que el 85% (6 de cada 10 personas) ejerce el trabajo sexual o está en situación de prostitución.

      Algunos trabajos de investigación (Menger, 1995 y Guadarrama Olivera, 2014) reflexionan acerca de la multiactividad que caracteriza a quienes realizan trabajo cultural: son personas, grupos y sectores asalariados, cuentapropistas formales e informales. La mayoría de las personas tienen un ingreso principal como medio de sostenimiento económico que, a veces, tiene poco o nada que ver con el campo artístico-cultural. La multiactividad se transforma entonces en una estrategia de supervivencia de las personas que trabajan en cultura. Todo esto, en un contexto flexible y desregulado y, al mismo tiempo, estructurado por categorías profesionales, de género, edad y regionales (globales y locales).

      La cultura independiente de la Ciudad de Buenos Aires

      A partir de estas luchas, el sector impulsa nuevas acciones y estrategias para la defensa de sus derechos, a la vez que exige al Estado (en este caso particular, al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) la creación de políticas públicas que atiendan las problemáticas urgentes del sector y avancen en programas de mediano y largo plazo.

      Para dar cuenta de estos y otros temas, se convocó a distintas mesas de diagnóstico con las organizaciones representantes de los sectores organizados de la cultura independiente: Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), Asociación de Organizadores de Milongas (AOM), Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI), Espacios Escénicos Autónomos (ESCENA) y Clubes de Música en Vivo (CLUMVI). Buscando conocer en profundidad al sector independiente, vimos que hay poca información del sector en general y casi nulos análisis de cada rama en particular.

      Se diseñó un cuestionario con cinco bloques temáticos: preguntas referidas al barrio, al espacio, a la estructura organizacional interna, a la programación, públicos y necesidades. Los datos sistematizados a partir de las respuestas obtenidas nos permiten entender mejor la composición actual del sector.

      Como resultado de un momento histórico que nos interpela y nos invita a sumar nuevas miradas y enfoques a la comprensión del universo de las organizaciones culturales, el estudio de campo realizado consideró no solamente las diferencias entre mujeres y hombres en los distintos ámbitos de la cultura independiente sino también con las diversidades sexuales. La disponibilidad de estos datos supone un aporte importante para futuras investigaciones y abordajes.

      Zoom al trabajo cultural

      Lo primero que surge al analizar la distribución del tipo de empleo en las organizaciones culturales es que los hombres (50,49%) tienen mayor presencia en roles permanentes que las mujeres (46,56%) y las diversidades sexuales (2,95%). En trabajos o roles eventuales el 45,95% son mujeres, el 48,65% son hombres y el 5,41% son diversidades sexuales. Entre las personas que trabajan de forma permanente hay bastante equidad en todos los sectores entre hombres y mujeres, especialmente en centros culturales y clubes de música. Las diversidades sexuales tienen un porcentaje bajo de representación en todos los sectores, siendo directamente nula en el caso de las milongas. Entre quienes trabajan de forma eventual, en general hay bastante paridad entre hombres y mujeres en todos los sectores, sobre todo en clubes de música y milongas. Aquí las diversidades sexuales también tienen una presencia inferior, especialmente en clubes de música y las salas de teatro.

      Al analizar los datos obtenidos, observamos que las mujeres ocupan mayoritariamente

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