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Nuevas formas del malestar en la cultura. Vilma Coccoz
Читать онлайн.Название Nuevas formas del malestar en la cultura
Год выпуска 0
isbn 9789878372532
Автор произведения Vilma Coccoz
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Lecoeur refiere el caso de Sade, una chica de quince años que se consideraba lesbiana hasta descubrir la disforia de género en una web y llegar a captar que lo suyo era más complicado, “fue como un segundo nacimiento”, explicaba, “sobre todo porque no estaba sola”. Antes de iniciar su tratamiento mantuvo unas entrevistas con un psicólogo, pero sin convicción, alegando que ella no padece ningún problema mental, sabe quién es y también lo que es. “Esta certeza es validada por el discurso. Lo cual comporta el riesgo de clausurar el espacio donde el sujeto pueda interrogar el enigma del sexo de una manera distinta que a partir de las figuras impuestas del género”. (61)
¡Un respeto por los enigmas!
Frente a la aplicación de los protocolos de transición cuyo uso ha sido adoptado en muchos países, y que, como su nombre lo indica, ofrece una solución universal (para todos) nos parece fundamental tener en cuenta algunas de las implicaciones de esta intervención política en la esfera de la intimidad a través de la cual las democracias intentan hacer frente a la marginalidad preservando los derechos de las personas. Porque las experiencias singulares exigen una reflexión más profunda, como nos sugieren una serie de niños y adolescentes atendidos por una clínica de Chicago, al introducir algunas cuestiones éticas de máxima importancia, como el caso de Ryan, de once años, en proceso de transformación de chico a chica. Su madre dice que “se siente niña en su corazón y niño en su cabeza”, que se busca a sí mismo en una “zona gris”. Contrariamente a muchos niños transgénero; no rechaza su sexo, y aunque sus padres están dispuestos a sostenerle en su elección, ésta no podrá permanecer en suspenso, deberá optar por un sexo u otro porque ya ha iniciado un tratamiento que bloquea la pubertad inhibiendo las hormonas. En tanto que individuo de derecho el niño dispone de la capacidad de una elección. Pero es unilateral, advierte Lecoeur, a distancia de “las vacilaciones fantasmáticas, las cuales, lejos de ser simples dudas, son auténticos experimentos mentales”.
Cierto es que lo insoportable del sufrimiento infantil y el desamparo de los padres ante una realidad desconcertante debe encontrar una respuesta de protección y cuidado, así lo expone el documental La petite fille; gracias a la intervención de la psiquiatra infantil y la firma del certificado correspondiente consignando el inicio del protocolo de transición, se concedió a Sacha la libertad de asistir a la escuela vestida de chica. Pero las insuficiencias del protocolo en cuanto al tratamiento de la subjetividad son elocuentes. Como el momento de la primera entrevista en el servicio de psiquiatría a la que asisten Sacha y su madre, quien confiesa entre lágrimas ante la mirada atónita de su hija la culpabilidad que resiente, se pregunta hasta qué punto puede haber influido su deseo de tener una niña. La doctora responde categóricamente que en ningún caso es culpabilidad de los padres y solicita a Sacha decirle algunas palabras que reaseguren a su madre en este sentido. El silencio de la niña es una lección de humanidad.
Como lo es también su respuesta negativa ante la oferta de entrevistas a solas, o su demanda, ante el requerimiento de relatar las experiencias de exclusión, de que sea su madre quien refiera la humillación que ha soportado en las clases de danza, al ser obligada a vestirse de niño contrariando su deseo y el compromiso asumido por la escuela. No menos tremendo es el forzamiento que se refleja en su rostro angustiado ante la imposibilidad de responder a la psiquiatra cuando la incita a expresar su cólera, sus sentimientos negativos motivados por el maltrato de sus compañeros y compañeras.
Un conjunto de prejuicios se abre camino bajo la pancarta de la defensa del niño y su libertad cuyos efectos deberían funcionar como una seria advertencia para los clínicos que son llamados a intervenir en estas situaciones. Así nos lo enseña también la película Girl del realizador Lukas Dhont. Lara, su protagonista, una belleza recatada y silenciosa de quince años, quiere estudiar danza en una prestigiosa escuela donde es aceptada aún con reticencias; no le falta talento, sus dificultades se presentan fundamentalmente en las posturas en punta de pie. Se encuentra en tratamiento hormonal con la perspectiva de realizar dos años más tarde una cirugía de reasignación sexual. El psicólogo la anima a no esperar para vivir la vida “yo te veo una mujer, ¡y muy guapa!” Su mensaje, sin ninguna consideración por la turbación que despierta en su joven interlocutora, es: ¡goza! (62) A esta desgraciada e impúdica injerencia se añade la falta de consideración por la subjetividad de Lara por parte de los médicos, que le reprochan estar demasiado delgada y perturbar así la marcha del tratamiento.
El padre, muy atento y dispuesto, erra sin embargo al intentar estimular su autoestima. “¡Yo no quiero ser un ejemplo, quiero ser una chica!” Es su palabra, la que debería escucharse en lugar de ser anulada o cubierta por interpretaciones, ideologías o teorías.
En su libro A la conquista del cuerpo equivocado, Miquel Missé desmonta la idea de que el malestar generado por la transexualidad se restaura modificando el cuerpo, así como sus supuestas causas biológicas. A través de su trayectoria personal y sin ahorrarse ningún aspecto concernido por la cuestión ni las preguntas que subsisten y que se muestra decidido a afrontar en un ejercicio de inteligencia y diálogo, llega a la conclusión de que las llamadas identidades sexuales no son esencias sino preferencias, frágiles e incómodas. “En definitiva, que estamos tod*os muy cerca de ser trans”. (63)
Hacer un lugar al enigma del sexo de otro, supone haberse formado en la escuela del inconsciente y en el vacío de los absolutos. El discurso del amo, el que fabrica las respuestas universales, se verifica impotente para tratar los asuntos más serios de la ciencia y de la vida. Así se demuestra en la ignorancia del autocastigo al que Lara se somete a diario, sus pies sangrantes al trabajar sin descanso para cumplir con las posiciones de punta, su delgadez extrema ¿no es signo de alarma para nadie? Esta situación revela a las claras el cortocircuito que se reitera actualmente, cuando el ser-para-el-sexo adquiere un carácter fundamental, clausurando la dimensión del ser-para-la-muerte, y desconociendo que entre ambos el goce hace intrusión en el cuerpo, y toma la forma “orgánica” del goce sexual con el cual “se colorean las necesidades” (64) con las que el ser hablante se defiende de la muerte, según Lacan.
Pero, a falta de poder discriminar el semblante de lo real –querer ser una chica y ser una mujer– ese goce puede llegar a ser tan nocivo como para atentar contra la propia vida. De ahí la importancia de hacer lugar al decir, a un decir propio, lo cual es distinto de hablar, el decir “hace acto”, pero tiene que haber alguien a la altura para hacer el hueco y dar tiempo de tal modo que el sujeto pueda escucharse a sí mismo hasta construir la solución que convenga a la forma que tomaron los enigmas en su experiencia.
La cuestión trans inaugura un nuevo cogito: “me siento, luego soy”, cuya convicción sorprende por eliminar la distancia entre la verdad y lo real, el cual, en la enseñanza de Lacan se distingue de la biología y, en la tripartición de registros en los que se distribuye nuestra experiencia subjetiva, se anuda a lo simbólico y a lo imaginario. En los años 70 Lacan ya anticipaba el estallido del género al que estamos asistiendo al proponer que el “corte no se hará entre lo físico y lo psíquico sino entre lo psíquico y lo lógico”. (65) Así, hacía trastabillar los universales al afirmar que, en lo relativo al sexo, no funciona el principio de contradicción, como se advierte en la pregunta: ¿todo lo que no es hombre es mujer? Y, si la mujer es no-toda hombre, ¿por qué lo que no es mujer sería hombre? Hace falta otra lógica para captar las singularidades y él puso su empeño en ello, a partir del axioma, vuelto hoy en día una evidencia, de que “la relación entre los sexos no se puede escribir”. Ello no impide la construcción de enlaces, al contrario, es su condición misma. Y Lacan aboga porque un determinado estilo llegue a dominar en el registro de los enlaces, e invita a los analistas a no quedar aferrados como Ulises al mástil del falo evitando ser tentados por el canto de las sirenas que incitan a Otra cosa, pero al precio de reducir y “…afectar las relaciones interesantes, los actos apasionantes, incluso las perturbaciones creadoras que la ausencia de relación entraña”. (66)
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