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o los traumas de guerra, temas a los que dedica atención en los capítulos 5 y 6. Allí muestra nuevamente su capacidad para abordar temas complejos, controvertidos y difíciles desde una perspectiva lacaniana. La propia muerte, en tanto encarnación del falo, es un evento estrictamente singular y auténticamente humano. Al igual que los duelos y ausencias que los muertos dejan en otros.

      Lo contrario a la Causa Freudiana es limitarse computar los muertos y convertirlos en número, sea en los campos de batalla o en los de exterminio. Pero es lo que hace la medicina oficial. Valga un ejemplo actual. La pandemia de corona virus ha dejado una larga estela de sufrimientos y desajustes mentales que se expresan discursivamente y que habrá que ir afrontando individualmente, más allá de las estadísticas de mortandad biológica. El psicoanálisis tiene mucho trabajo por delante.

      *- Javier Echeverría hace filosofía. Ha sido profesor universitario (Politécnica de Madrid, Universidad del País Vasco, CSIC e Ikerbasque).

      La aceleración con la que se están produciendo los cambios en nuestra civilización nos plantea el enorme desafío de estar a la altura de la subjetividad de nuestra época, en la medida en que es a su clamor, manifiesto en síntomas, inhibiciones y angustias, que el psicoanálisis pretende ofrecer una respuesta.

      Acorde con sus principios éticos, el empeño del discurso analítico es poder brindar una respuesta singular a cada ser hablante, lo cual supone tomar en cuenta las condiciones reales en las que cada uno afronta su vida, a sabiendas de que ésta se engarza con otras anteriores y, a la vez, se abre a las sorpresas e imprevistos que asoman constantemente reclamando del ser hablante su participación, y donde puede fraguarse su compromiso o su rechazo.

      Pero incluso en situaciones tan extremas e inesperadas como es el caso de las guerras, o de experiencias donde la palabra parece ausente como es el caso del autismo, es necesario un lugar donde acudir, donde encontrar una escucha atenta y sin prejuicios que haga posible restaurar el lazo social roto o en peligro, y que demuestra ser tan vital como el aire para nuestra subsistencia.

      En multiplicidad de ocasiones y causado por infinidad de motivos el malestar puede aflorar perturbando nuestra existencia y reclamando ser considerado y respetado en su verdadera dimensión, a la que Freud nombró inconsciente, es decir, lo que no sabemos de nosotros mismos y es, a la vez, lo más precioso que tenemos, aunque no siempre sabemos disponer de él para seguir adelante. En esas ocasiones es fundamental poder encontrarse con un analista.

      En este libro he intentado ilustrar la diversidad de modos en que los psicoanalistas de orientación lacaniana elaboran sus respuestas a las formas que toma el sufrimiento de la condición humana en los tiempos que vivimos, y en las que se tejen dilemas intemporales con el hilo de las novedades en un vértigo reeditado por la falta de respuestas. Tierra fértil para el pedido de un manual de instrucciones universal, pero también una oportunidad para la creación de soluciones inéditas. Entre ambos caminos, hay que elegir.

       Vilma Coccoz

       …él había decidido que nada material, ningún favor, ningún revés de la fortuna, ninguno de los lazos creados por afinidad, sentimiento o tradición, le impediría descifrar, tal y como él lo entendía, el enigma de su propia posición.

       James Joyce

      El siglo XX se había estrenado con la publicación de “La interpretación de los sueños”, dando a conocer al mundo el descubrimiento del inconsciente e inaugurando la exploración de un territorio de la subjetividad cuyos signos habían sido hasta el momento ignorados o despreciados. El sueño, el lapsus y el chiste, se emparentaban en su estructura de lenguaje con el síntoma diluyéndose así la frontera entre lo normal y lo patológico. Poco tiempo después aparecían los “Tres ensayos para una teoría sexual”; cada uno de ellos crece en su dimensión política y clínica a medida que nuestra mirada se despoja de las anteojeras y consigue apreciar su auténtico valor, desde la toma de posición del discurso analítico del primero, “despatologizando” la homosexualidad, pasando por el segundo, donde se afianza el descubrimiento de la “sexualidad infantil”, hasta el tercero, que trae consigo la valoración justa de la “metamorfosis de la pubertad”, cada uno de esos apartados plagados de novedades no menos que de “oscuridades” e incertidumbres reconocidas por Freud como balizas del camino para una investigación fecunda.

       El enigma de la esfinge

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