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esta materia se formaba al ser político: al ciudadano.

      La lengua nacional buscaba que los niños obtuvieran facilidad para expresarse y también se pretendían unificar los sentimientos de los individuos. Uno de los motivos por los que las diferentes etnias que habitaban en nuestro país tenían cierto alejamiento del resto de la población mexicana, se debía a que sus habitantes no habían podido acercarse con la familiaridad que daba hablar un mismo idioma.

      La geografía servía para que los niños ubicaran el país y el estado donde vivían, y además para que tuvieran una referencia exacta de los lugares donde sucedieron los acontecimientos más importantes de la historia.

      La historia patria servía para que los niños comprendieran los hechos culminantes de la vida del país y los nombres y acciones de sus hombres eminentes.

      Durante el régimen porfirista también se dio la pauta para que los profesores estuvieran mejor preparados para difundir los conocimientos a los niños y para ello debían formarse en las escuelas normalistas, donde los capacitarían en materias pedagógicas, puesto que no sólo bastaba con saber leer, escribir y contar, para estar al frente de un grupo, sino aprender diversas materias y la forma eficaz de transmitir conocimientos a sus alumnos.

      Estos Congresos Nacionales de Instrucción se impartieron cuando el gobierno había conseguido cierta estabilidad política y pretendió que el país entrara en un periodo de progreso, en donde las fuerzas individuales y colectivas pudieran contribuir a su desarrollo. Educar era una necesidad apremiante para impulsar ese progreso, y el gobierno federal debía encargarse de difundir la instrucción elemental al mayor número posible de mexicanos para que adquirieran la preparación que les permitiera acceder a las oportunidades que podría ofrecer la modernidad.

      Los periódicos infantiles

      En cuanto a los materiales de lectura, también el siglo xix nos ofrece una riqueza importante en suplementos dirigidos especialmente a los niños. Cabe señalar que en Europa ya había una tradición por publicar escritos especialmente dirigidos a los niños con contenido moralista, educativo y de entretenimiento. La población infantil europea tenía libros escritos especialmente para ellos; librerías donde podían comprar los ejemplares de Hans Cristian Andersen, Charles Dickens y Julio Verne; bibliotecas que les prestaban materiales de lectura de esparcimiento. Mucha de esa literatura fue publicada en los suplementos que ya empezaban a circular entre los niños: The Liliputian Magazine, en Inglaterra; el Magasin des Enfants, en Francia; Kinderfreund, en Alemania, y La Gaceta de los Niños, en España, por mencionar algunos. Fueron estas mismas publicaciones las que inspiraron a los editores mexicanos a imprimir materiales especialmente dirigidos al público infantil mexicano. Es importante señalar que los suplementos infantiles en nuestro país brindaron literatura de entretenimiento e instrucción con mensajes moralizantes y de orientación cívica que fomentara en los niños el amor por la patria.

      Los periódicos para niños comenzaron a publicarse en la segunda mitad del siglo xix, y aunque este trabajo centra la atención en rescatar los que se difundieron durante el régimen porfiriano, cabe señalar que antes ya se conocían algunos que no podemos dejar de mencionar, entre éstos están:

      El Diario de los Niños, publicado entre1839 y 1840 por Wenceslao Sánchez de la Barquera. Era un suplemento de corte literario, en el cual los niños encontraban una miscelánea de conocimientos, como referencias geográficas sobre México y el mundo; artículos de salud e higiene; biografías de personajes célebres, y todo tipo de temas de interés para los niños. Este periódico fue traducido del francés para la infancia mexicana.

      El Obrero del Porvenir, suplemento leído por los niños a partir de 1870 con temas educativos y de recreación. En sus páginas se publicaban lecciones de moral que inculcaban el valor de la amistad, el respeto a los ancianos y el amor por el país que habitaban. Se distribuía de forma gratuita y su objetivo era contribuir a la propagación de conocimientos útiles para la niñez de escasos recursos. El suplemento se repartía en las escuelas públicas para niños y niñas. Entre las personas que hacían posible su publicación estaba Ramón Manterola, quien ocupó cargos importantes en instituciones educativas: Regidor de Instrucción Pública de Tacubaya en 1887; profesor de pedagogía en la Escuela Normal de la Ciudad de México y director de la misma en 1890; representó al estado de Tlaxcala como diputado en los Congresos Nacionales de Instrucción de 1890-1891.

      El Protector de la Infancia era una revista surgida en 1871 bajo los auspicios de la Compañía Lancasteriana, destinada a instruir y entretener a niños y niñas. A partir de julio de 1872 otro periódico dedicado a las alumnas de las escuelas lancasterianas fue El Escolar, redactado por Ignacio S. Mendizábal y Miguel Olivares, quienes se dirigían a las “lectorcitas” con mensajes que exaltaban los valores del estudio y el trabajo. El Escolar tenía como “redactor en jefe” a Ignacio S. Mendizábal y como responsable a Miguel Olivares. Este suplemento incluía varias secciones. Presentaba un editorial con enfoque moralizante; después el espacio de “Variedades”, escrito por C. Poulet, quien aconsejaba a las niñas sobre la importancia de amar a los padres o de la dedicación al trabajo; también se escribía un segmento para dar a conocer la “Biografía” de un personaje célebre; se incluían además charadas o adivinanzas que las niñas o niños podían resolver para ganarse libros instructivos y juguetes ofrecidos por el periódico; no podía faltar un espacio para publicar “Noticias Varias”, donde anunciaban eventos de las sociedades mutualistas que apoyaban al periódico con la compra de subscripciones, también invitaciones para que los niños enviaran colaboraciones que quisieran publicar en las páginas de este periódico, o los agradecimientos a otros suplementos que escribieron mensajes gratos para El Escolar; finalmente se importaba y una “Charla” que quincenalmente las “lectorcitas” tendrían con un personaje de nombre “Metastacio”, quien escribiría sobre temas diversos que pudieran instruir o interesar a las pequeñas.

      El Ángel de la Guarda, semanario dirigido a los niños de la Sociedad Católica (constituida en 1869 por algunos integrantes del partido conservador). Inició en febrero de 1870 con escritos sobre La Biblia; su idea principal era ofrecer a los niños una enseñanza religiosa por medio de cuentos sobre vidas ejemplares de los santos y consejos que fomentaban el amor a la religión, la familia y la patria.

      La Edad Feliz, semanario publicado todos los jueves con un precio de cincuenta centavos la suscripción mensual. Su redactor era José Rosas y dedicaba la publicación a los niños y a las madres de familia. Contenía ilustraciones en su portada, así como en los cuentos y en los escritos científicos, históricos y geográficos que publicaba. Incluía proverbios, chistes, charadas, crónicas y anuncios de juguetes, medicinas, calzado y libros para niños. Muchos de los libros anunciados eran escritos por José Rosas: La ciencia de la dicha; Lecciones de moral en verso, y Fabulas, adaptadas para servir de texto en las escuelas nacionales.

      De esta forma podemos observar que la prensa infantil ya era conocida en nuestro país desde antes del porfiriato, sobre todo porque se difundió entre la población escolar y contó con la iniciativa de hombres y mujeres que se ocuparon y preocuparon por dejar a la niñez una herramienta que serviría para apoyar su instrucción escolar, su formación cívica y su espacio para el entretenimiento. Además, contribuía a la preparación de los maestros con escritos pedagógicos y orientaba a las madres de familia con consejos útiles para el cuidado, higiene y salud de sus hijos. Otra de las formas en que se difundió el periódico infantil fue a través de la misma prensa, que en su sección de anuncios dedicaba espacio para dar a conocer

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