ТОП просматриваемых книг сайта:
Tinta, papel, nitrato y celuloide. Francisco Martín Peredo Castro
Читать онлайн.Название Tinta, papel, nitrato y celuloide
Год выпуска 0
isbn 9786073036580
Автор произведения Francisco Martín Peredo Castro
Жанр Документальная литература
Серия Miradas en la Oscuridad
Издательство Bookwire
14 Véase al respecto: Francisco Peredo Castro, “Latinoamérica y el cine. Convergencias en la forja de un latinoamericanismo fílmico, desde la etapa muda hasta el cine de los años cuarenta”, en Estela Morales Campos (coord.), América Latina. Convergencias y divergencias, México, cialc-unam (Serie Coloquios 4), 2007, 366, pp. (páginas en el libro: 109-167).
15 Puede verse, respecto a este proceso: Francisco Peredo Castro, “Literatura latinoamericana en el cine mexicano. Hacia la constitución de una identidad panamericana a través de la pantalla fílmica durante los años cuarenta”, en Carlos Huamán (coord.), Voces antiguas. Voces nuevas. América Latina en su transfiguración oral y escrita, vol. ii, México, unam-Universidad Autónoma del Estado de México, 2007, 475 pp.
16 Sobre este proceso puede verse el siguiente artículo: Francisco Peredo Castro, “Entre la intriga diplomática y la propaganda fílmica. México en el cine estadunidense durante la primera guerra mundial”, en Verónica Gil Montes, Harim Benjamín Gutiérrez Márquez y Martha Ortega Soto, (Coords.), “A cien años de la Primera Guerra Mundial”, en Revista Política y Cultura, núm. 42, México, uam-Xochimilco, otoño de 2014.
Los suplementos de instrucción, entretenimiento y moralización
para la infancia durante
el porfiriato
Carmen García Venegas*
Dichoso el hombre que adquiere en la infancia
la costumbre de ver con respeto
y gusto el periódico…
El Diario de los Niños
Escribir sobre el tema de los suplementos para la infancia publicados desde el siglo xix en México implica reflexionar no sólo sobre el contenido de esas revistas, sino también nos permite observar qué tipo de educación se ofrecía a los niños. Sin duda, estos aspectos dan cuenta de la importancia que tenía empezar a educar a los niños dentro y fuera de las escuelas. Desde que nos volvimos un país independiente, se necesitaba una población instruida para que nuestro país lograra alcanzar el anhelado progreso; y de eso fueron conscientes los gobiernos y sus más cercanos colaboradores. Los niños eran un sector social al que se debía procurar la educación por todos los medios posibles: en la escuela, con maestros preparados; en el hogar, bajo los cuidados y consejos de sus padres y con materiales de lectura con mensajes orientados a brindarles instrucción elemental, moralización con un sentido cívico y un poco de esparcimiento.
Es importante señalar que a pesar de que en el siglo xix se empezó a considerar a los niños con características distintas a la población adulta, de tal forma que requerían ser tratados con cuidados especiales para ser formados desde su tierna edad, muchas veces los niños eran la mano de obra en el campo, el taller y el servicio doméstico, lo que a muchos les impedía recibir instrucción. Los que tenían la fortuna de asistir a la escuela, lo hacían en colegios particulares o dentro de sus hogares por medio de maestros contratados por los padres de familia. Durante el porfiriato existía el problema del ausentismo escolar por la resistencia de los padres o tutores para que sus hijos asistieran al colegio, pues la situación económica no les permitía comprar los útiles escolares de sus hijos, además de que algunos niños apoyaban a su familia consiguiendo dinero para cubrir “los gastos del hogar”.1
Una de las tantas preocupaciones que tuvieron los ideólogos y políticos durante el siglo xix fue la de proporcionar la instrucción a todos los niveles sociales, de tal forma que se pudiera tener una población preparada para impulsar el progreso del país. Las autoridades encargadas de organizar la instrucción eran los ayuntamientos, a quienes les correspondía establecer escuelas, aunque fuera alquilando casas en vecindarios, y contratar a los maestros evaluándolos previamente en conocimientos elementales como leer, escribir y contar. Otra forma de solucionar el problema educativo fue a través de las escuelas lancasterianas, que por medio de la ayuda de monitores o alumnos más avanzados en sus estudios, los maestros lograban dar clases a otros niños. Tras el triunfo liberal se buscó la forma de impulsar leyes que garantizaran a los niños su derecho a recibir instrucción; pero conforme a la Constitución de 1857, a cada estado de la República le tocaba organizar la educación de acuerdo a sus leyes internas, por lo que el gobierno federal no podía estructurar una educación que llegara a todos de forma uniforme.
Durante el porfiriato se enfocaron diversos esfuerzos en atender la instrucción elemental de la niñez a nivel nacional; pero esos esfuerzos eran tanto de las autoridades del gobierno como de los intelectuales que se preocupaban y se ocupaban por impulsar el progreso del país mediante la educación de la población; muchos de ellos eran políticos, maestros y editores de periódicos. El gobierno estaba diseñando los planes para impulsar un sistema educativo que hiciera llegar la instrucción de forma uniforme a todo el país y los intelectuales se orientaron a publicar suplementos destinados a brindar en sus páginas instrucción y recreo para la niñez mexicana.
La uniformidad educativa en el porfiriato
El gobierno de Porfirio Díaz, a través del ministro de Instrucción, Joaquín Baranda, comenzó el proceso de unificar la educación mediante la organización de un Congreso Nacional de Instrucción con el fin de establecer acuerdos con los gobiernos de los estados para homologar la educación en todo el territorio nacional sin desatender los artículos de la Constitución de 1857 que reservaba la organización de estos asuntos a las legislaturas y autoridades de cada estado.
El 1 junio de 1889, Joaquín Baranda envió a los gobernadores de los estados una convocatoria para que nombraran a sus representantes para participar en el primer Congreso Nacional de Instrucción a celebrarse en la ciudad de México el primero de diciembre de ese mismo año. La idea era conseguir que los esfuerzos de cada uno de los estados de la República enfocados en llevar la educación primaria a la población, se convirtieran en un sistema uniforme y abarcar a la totalidad del país. El argumento que el ministro de Instrucción utilizó para convencer a los gobernadores que apoyaran esta idea, fue que existían diferencias entre los sistemas educativos de los estados, lo cual provocaba desigualdad en los conocimientos adquiridos por los alumnos, cayendo en la instrucción elemental una “lamentable anarquía”.
De acuerdo al programa de trabajo que se seguiría dentro del primer Congreso Nacional de Instrucción, los temas puestos a discusión en el nivel de educación primaria estaban enfocados a unificar el sistema educativo en toda la República. Esta uniformidad implicaba revisar temas como: Escuelas Normales; educación para adultos; jardines de niños; títulos a profesores; emolumentos; escuelas rurales; preceptos constitucionales relativos a la instrucción pública; edificios escolares; las materias a impartirse para establecer los programas de estudio; los métodos, procedimientos y sistemas de enseñanza; el contenido de los textos de apoyo para la instrucción elemental, entre otros.
Para normar la educación bajo ciertos principios de uniformidad en la enseñanza primaria, se requería que ese sistema educativo ofreciera una “suma de conocimientos” útiles para los alumnos de las escuelas. El programa general de la enseñanza primaria elemental obligatoria –propuesto en el Congreso Nacional de Instrucción- contenía las siguientes materias: moral practica; instrucción cívica; lengua nacional, que incluía enseñanza de lectura y escritura; lecciones de cosas; aritmética; ciencias físicas y naturales; geometría; geografía; historia patria; dibujo; canto; gimnasia, y labores manuales para niñas.2
Lo importante de este tema, es que el programa educativo propuesto se enfocaba en brindar a los niños los conocimientos que les pudieran servir en la vida práctica; pero lo más sobresaliente era que algunas de sus materias ofrecían un sistema ideológico para unificar una identidad nacional:
La moral práctica contenía principios que regulaban las costumbres o acciones humanas, basándose en las nociones del bien y del mal. Sus principios universales formarían el ser social: