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y consigo mismo.

      Al concepto de propiocepción de Bohm consideramos pertinente hacer una especificación para lograr captar el valor del cambio del sujeto/observador/reflexivo a un sujeto contemplativo. Por su parte, la contemplación sitúa la mirada en una perspectiva holística. Consideramos que la contemplación es una actitud existencial que transforma la mirada porque se incluye a sí misma; es decir, la propia mirada es objeto observado. La contemplación sería entonces una metamirada. Por supuesto, para la exposición de nuestro argumento es importante saber que la contemplación de por sí no significa transformación de las circunstancias materiales, sino que, en cuanto forma de racionalidad, permite elaborar figuras que nos ayuden a comprender mejor los fenómenos que configuran lo humano y su relación con lo existente. Esto es, precisamente, lo que nos proponemos hacer con las tres obras de arte con las que queremos dar cuenta de tres imágenes del sujeto en esta transición o confluencia de paradigmas.

      Los desplazamientos del sujeto

      y la razón desde la mirada

      La Creación de Adán o el sujeto del antropocentrismo

      Este fresco de Miguel Ángel, pintado en el techo de la Capilla Sixtina en 1511, ilustra la creación del primer hombre. Aunque en el Génesis existen dos relatos de la creación (la fuente Yavhista y la fuente “P” o sacerdotal), el cuadro de La creación de Adán retrata los inicios de la modernidad o el pensamiento fundacional del antropocentrismo. Por lo tanto, no es una ilustración bíblica, por cuanto es el inicio de una representación del sujeto que la modernidad empezaba a construir como una salida del pensamiento de la Edad Media.

Figura 2. Miguel Ángel. La Creación de Adán, 1511. Capilla Sixtina Fuente: Titimaster (2011).

      Son múltiples los análisis que se han hecho sobre esta obra de arte desde su valor histórico, estético, filosófico, etc. No obstante, en una forma sencilla, podemos decir que el sujeto representado en esta obra es la de un hombre que se considera a “imagen y semejanza” de un Ser Supremo. En este sentido, el ser humano es revestido de una especie de poder divino que lo constituye como soberano de la naturaleza y todo lo creado.

      La realidad es ontológicamente constituida por la voluntad de un Ser Supremo que lo ha hecho todo para ponerlo a disposición del hombre. El hombre tiene el deber, la misión, de nombrar la realidad y esa es su forma de colonizarla. Por lo tanto, las cosas —y todo lo que constituye el mundo o la realidad— es algo dado que está al alcance de la mano del hombre.

      Este sujeto antropocéntrico al extremo expresa en su gesto perezoso para con Dios —nótese la ligereza con la que Adán extiende su mano ante el esfuerzo que Dios hace por tocarlo— una religión cansada que sirvió de base para que la modernidad erigiera la razón como nuevo dios. Sin embargo, la pintura también puede representar una visión de mundo; un mundo en el que no existe más que el hombre y Dios (y su corte de ángeles). La relación entre Dios y el hombre (como ser individual) es el elemento fundamental de la realidad en el paradigma antropocéntrico que empieza a formularse en el siglo XVI de nuestra era.

      El pensador de Rodin o la relación hombre-razón

      A su propia obra de 1880, el escultor francés Auguste Rodin se refirió de la siguiente forma: “Un hombre desnudo sentado sobre una roca […]. Su cabeza sobre su puño, preguntándose. Pensamientos fértiles lentamente nacen en su mente. Él no es un soñador. Él es un creador”.

Figura 3. Auguste Rodin. Le Penseur, 1880Fuente: Piero d’Houin Inocybe (2005).

      Hemos escogido esta imagen no solo porque fue realizada en un momento en que la modernidad alcanzaba un esplendor máximo, mediante el trabajo de aquellos que Paul Ricoeur denominó los “maestros de la sospecha”: Marx, Nietzche y Freud; asimismo, hay un desplazamiento interesante en relación con el fresco de Miguel Ángel que puede dar cuenta del desplazamiento de toda una concepción del sujeto.

      El sujeto de Rodin, como el de finales del siglo XIX, es un creador. Dios es una hipótesis de la razón; se ha dejado atrás La creación del siglo XVI. La relación fundamental “hombre-Dios” a la que nos referimos con el cuadro de Miguel Ángel es desplazada por la relación entre el hombre y su razón. La relación “hombre-razón” es el fundamento de la realidad. El hombre es el centro del universo y la razón es el centro del hombre.

      También podemos señalar la soledad en que se encuentra este sujeto de Rodin y sus acepciones en relación con la calificación que le confiere su autor: “Él es un creador”; sin embargo, la creación de El pensador es un acto de la soledad, una gimnasia mental que se practica en solitario. La meditación es una tarea ardua (se realiza sentado sobre una piedra) que pone al hombre ante el infinito de su propia mente.

      Auguste Rodin se inspiró en la obra de Dante para hacer El pensador. Quiso representar La puerta del infierno mediante una trilogía de tres obras monumentales (a Le penseur se añadiría Le Baiser y L’Eternel Printemps) y consiguió hacer tres íconos de la escultura moderna.

      El pensador de Rodin representa entonces una obra, a la que el poeta Rainer Maria Rilke se refirió así: “Todo su cuerpo se ha vuelto cráneo y toda la sangre de sus venas, cerebro”. De este modo, ese pensador, en ausencia de contexto, puede representar una razón que funciona como una abstracción aislada, que busca “conocer” la realidad mediante la comprensión de sus fenómenos y el desciframiento de sus misterios.

      Al ver El pensador, podemos pensar en un sujeto que también se encuentra en la tarea de conocerse a sí mismo. La idea es quizá llegar a un grado de reflexión que permita “pensar sobre el acto de pensar”, “ser consciente de aquello que se es consciente” o “conocer las formas en que podemos conocer”. Es decir, podemos ubicarnos en el nivel de la epistemología o de la metodología, lo cual constituye un paso crucial en el desarrollo de la razón y el conocimiento, aunque no llega a ser un razonamiento holístico.

      1969 o la propiocepción del sujeto

      El Explorer VI fue la primera nave espacial que llegó a la luna y además la que obtuvo la primera fotografía de la Tierra. Hasta antes de ese momento habíamos aceptado (científicamente) que nuestro planeta tenía forma redonda, pero nuestra mirada no había podido contemplar tal afirmación. Nuestra radical convicción de la redondez de la Tierra, así como nuestra certeza de que estamos constantemente en movimiento sobre una superficie esférica se sostenía en un criterio científico que no se traducía para nuestra mirada.

Figura 4. Explorer VI. Primera fotografía del planeta Tierra desde la Luna, 1969Fuente: Nasa (1969).

      Por eso, esta imagen presenta un salto inmenso en la concepción de la fotografía misma como forma de representación. En el siglo XIX, la fotografía había constituido un avance posible gracias al desarrollo tecnológico que creció tomado de la mano con el temor de los artistas ante la posibilidad de que este nuevo invento constituyese la muerte del arte. Sin embargo, consideramos que la foto de la Tierra en 1969 no solo es la obra de una tecnología en especial, sino también de toda una especie que buscaba la forma más compleja de representarse a sí misma.

      La fotografía de 1969 es una obra colectiva al igual que las dos anteriores a las que hicimos mención. Tanto La creación como El pensador no son obras exclusivamente de sus autores, sino que son el resultado de todos los deseos e imaginarios de una época. Por lo tanto, son una obra colectiva de representación. Pero, la foto desde la Luna constituye quizá la consumación del anhelo de una humanidad que había desarrollado la tecnología espacial para transportarse

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