ТОП просматриваемых книг сайта:
Resignificar la educación. Jorge Daniel Vásquez Arreaga
Читать онлайн.Название Resignificar la educación
Год выпуска 0
isbn 9789588844138
Автор произведения Jorge Daniel Vásquez Arreaga
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Cada una de estas tres imágenes puede representar tanto una época entera como un determinado tipo de sujeto. Sin embargo, para nosotros representa además al sujeto que lo mira. Ese es el paso que, de acuerdo con el paradigma holográfico (Wilber, 1992), podemos dar hacia dentro de una nueva forma de concebir nuestro poder de mirar. Al ver la obra, no solo la recreamos o le damos sentido, sino que también al verla nos contemplamos en ella: es pues una experiencia estética holográfica.
En los principios sobre la apreciación del arte nos enseñaron a distinguir entre la recepción y la percepción. La percepción era ese momento segundo en el cual la voluntad y la conciencia reconstruyen la obra que nuestro ojo ha captado. Sin embargo, algo queda faltando cuando desde una postura holística percibimos que nuestro ojo no es simplemente la versión primigenia de un telescopio o de una cámara, sino que constituye la orilla de la conciencia. En nuestro ojo se encuentra esa tela casi imperceptible mediante la cual podemos autoafirmarnos como sujeto en unión con la realidad. No habría algo así como un “universo exterior” que sea resignificado por nuestro “universo interior”, sino que se trata de un movimiento, un equilibrio dinámico entre aquello que es percibido y nos percibe. Religamos con lo existente a través de la mirada.
Una mirada intencionada sobre una obra de arte es un acto decisivo de creación. Un acto que performa{1} la realidad mediante nuestra conciencia de cocreadores de eso que llamamos realidad. Es decir, el conocimiento es un acto de creación y, por lo tanto, no se percibe (pasivamente) por medio de los sentidos, ni de la comunicación sino que es construido activamente por el sujeto en su experiencia consigo mismo y con otros.
La afirmación radical “nada se descubre” no versa como una forma de verdad que pide dogma, sino que pretende ser una postulación que permita comprendernos no como descubridores de las verdades del universo, sino como sujetos que se hacen a sí mismos en cuanto son capaces de adaptarse a la organización de nuestro propio mundo experiencial. Decimos esto porque el afán de ser “descubridor” es la maximización del sujeto observador. La posición del observador dentro del paradigma mecanicista es la de llegar a descubrir un misterio. De esta manera, el sujeto del paradigma mecanicista se considera descubridor de la luz o de un continente, de la cura para las enfermedades o de la dinamita. El “descubridor” que aplica el método —entiéndase “una aproximación a lo que otros hacen de forma parecida”— puede ser considerado científico. Esa es la herencia del espíritu cartesiano: pensar está bien, siempre que sea con método, de lo que deviene que hay métodos para descubrir cosas que es indispensable que un científico conozca.
Este fundamento metodológico derivado del cartesianismo (la ignorancia del sujeto/observador y todo su contexto a fin de lograr neutralidad) como base de la ciencia moderna constituye en realidad una opción metafísica por el orden. Supone que existe una realidad ontológica objetiva que puede ser conocida, que está por fuera del sujeto y que, si se aborda con rigurosidad metodológica, puede provocar un conocimiento objetivo (entiéndase desprovisto de valores, ideología, contexto, voluntad, etc.).
La superación de este espíritu cartesiano no se da por su negación, sino por el desarrollo de otro tipo de razonamiento que integre los aportes de la racionalidad moderna. Dado que no se puede descartar a Descartes, pues aquello contribuiría a una especie de neoscurantismo new age; de lo que se trata es de participar activamente en la emergencia de un razonamiento holográfico; es decir, de lo que Ken Dychtwald llamaría “una curiosa mezcla de deducción, inducción, intuición, sensación e introspección” (1992, p. 147). Esta curiosa mezcla tiene lugar en la comunicación.
Contemplación: pensar con imágenes
En la sociedad contemporánea, bien catalogada como “mundo de imágenes”, es por nuestro ojo que el escenario se construye en forma de cuadro, foto o mosaico: el ojo no es ojo porque ve, es ojo porque nos ve, como diría el poeta Antonio Machado.
Sobre la apreciación del arte hace ya muchos años sabemos que la obra está ahí para ser gozada y provocar (o ayudarnos a crear) el placer de la experiencia estética. Ese placer estético que es, como dirían los filósofos de la modernidad, la más alta expresión del espíritu. Las ciencias sociales que cobraron cuerpo con la modernidad incorporaron esta idea mediante el principio de reflexividad. Los estudios de la etnometodología de Garfinkel dieron cuenta de un observador que no podía diferenciarse de las circunstancias. Sociológicamente no se podía dejar de reconocer que la relación sujeto-objeto basada en el “distanciamiento” del observador (sujeto) era una abstracción. Garfinkel retomó a Heidegger en la idea de suponer un “ente” que al “estar ahí” nos convertía a nosotros en sujeto de observación (Lash, 2005, pp. 276-279). Fue un intento por superar la descontextualización del sujeto que observa.
A pesar de los esfuerzos de las ciencias sociales por reconocer que es el observador el que crea la realidad, no logra abandonar la visión de un paradigma mecanicista en el cual el mundo no puede ser concebido como una sola unidad, sino como varios sistemas en interacción para cuyo análisis es necesario estudiarlos por separado. Cada sistema —en el caso que se llegue a denominarlos así— implica desarrollar una “disciplina” diferente. Cada sujeto separado del objeto.
La ruptura con este paradigma se dio gracias a los avances de la física cuántica con base en la cual se podría perfilar una mirada más integradora (Capra, 1998; 2003). Pensamos que es legítimo un punto crítico inicial que considera un paso muy azaroso el hecho de trasladar un conocimiento proveniente de las ciencias exactas, aún con todas las dificultades de este término; en el común se sigue agrupando en esta categoría a la física, las matemáticas, la lógica —como lo es la física cuántica, a otras áreas de la ciencia, como lo son las ciencias sociales—. A esto se le puede argumentar como ejemplo los traslados que se hicieron de los descubrimientos y la formulación de la teoría darwiniana a los campos de explicación y análisis de la sociedad, que arrojó como resultado el darwinismo social iniciado por Herbert Spencer y que posteriormente se convirtió en el tronco de muchas otras teorías sociales: ramas extensas de este tronco. Dicho en otras palabras, los postulados de la física cuántica y de la teoría holográfica (principio de incertidumbre y la representación del todo en cada una de sus partes) no podrían ser trasladados a las formas de “conocer” la sociedad, según dice la crítica. Sería cometer el mismo error del discurso científico del darwinismo social que trató de aplicar el principio de selección natural al desarrollo de la raza y posteriormente de las clases sociales.
Ante este riesgo, nuestra pretensión es hacer una opción ético-epistemológica que se expresa desde una visión holística, en la cual se trata de superar la fragmentación disciplinaria y darnos cuenta de que esto que hemos considerado ciencias duras son distintas perspectivas de un mundo que no es estático, sino cambiante. Es decir, la diferencia no está en las perspectivas, sino en el reconocimiento de que efectivamente hay mundos diferentes. Cada una de estas miradas/perspectivas crea un mundo distinto, porque “en realidad no existen cosas como la biología, la química o la física. Son meros constructos diseñados para facilitar el desarrollo y la articulación del conocimiento” (Dychtwald, 1992). Un mundo holístico necesita un razonamiento holístico que nos permita hacer una “segunda reflexividad”, en la cual el sujeto observador/creador pueda hacer el ejercicio de verse a sí mismo en el propio acto de ver.
El razonamiento holístico, como lo dice David Bohm en su Sobre el diálogo, es un acto de propiocepción, lo cual significa hacer una “suspensión” para lograr una percepción de uno mismo para contemplar el resultado de nuestro propio pensamiento (1997, pp. 53-54). Es contemplarse como sujeto cognoscente que se constituye a sí mismo. Así, no solo es que el sujeto sabe que su mirada afecta al objeto observado, sino que también el mismo hecho de