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Mayo del 68 - Volumen II. María Lacalle Noriega
Читать онлайн.Название Mayo del 68 - Volumen II
Год выпуска 0
isbn 9788418360220
Автор произведения María Lacalle Noriega
Жанр Документальная литература
Серия Actas UFV
Издательство Bookwire
El pensamiento unidimensional está caracterizado por la lógica de la dominación establecida gracias a la reducción de la racionalidad a la racionalidad instrumental que viene reforzada por los logros y conquistas alcanzados por la civilización industrial. El resultado de dicha reducción «es una atrofia de los órganos mentales adecuados para comprender las contradicciones y las alternativas y, en la única dimensión permanente de la racionalidad tecnológica, la conciencia feliz llega a prevalecer».3 Ese estado de conciencia feliz no es otra cosa, según señala Marcuse, que la creencia de que el sistema social y político es el garante del bienestar de la sociedad. De este modo, el sistema se ve sostenido y legitimado por una superestructura productiva que aliena y cercena la naturaleza humana, reduciendo el concepto de felicidad a mero bienestar, con el beneplácito de una sociedad que parece estar demasiado satisfecha como para preocuparse.
De este modo, el pueblo que antes era el fermento del cambio social, señala Marcuse, se ha convertido ahora en el elemento de la cohesión social, pues este legitima la lógica de la utilidad y de la eficacia en aras de un bienestar social que cercena toda posibilidad de cambio y transformación social.4 El sistema es legitimado, pues cualquier cambio o alteración en el sistema puede poner en riesgo el estado de bienestar actual.
Así, la dominación se presenta como una especie de alienación del sujeto dentro de una sociedad que no es abiertamente represiva. Dirá Marcuse: «Los esclavos de la sociedad industrial desarrollada son esclavos sublimados, pero son esclavos, porque la esclavitud está determinada no por la obediencia, ni por la rudeza del trabajo, sino por el status de instrumento y la reducción del hombre al estado de cosa».5 De este modo, el hombre-objeto se reconoce como una extensión del mundo material y su valor es reconocido como meramente instrumental. Así la gente se identifica con sus mercancías, pues su valor se fundamenta en el tener y no en el ser del hombre, generando una dependencia alienante del sistema productivo que convierte en necesidad lo accesorio.
Dentro de esta lógica, el trabajo se vuelve alienante al depositar su sentido en el consumismo y la acumulación de bienes materiales. Esto hace que el hombre dedique más tiempo a trabajar de lo que es estrictamente necesario para cubrir sus necesidades. Debido a esto, la vida del hombre se ve reducida al plano material, dejando fuera todas aquellas cuestiones que se ordenan a sus necesidades reales, aquellas que permiten al hombre desarrollarse y evolucionar: el tiempo libre, que es considerado como lo opuesto al ocio propio de las sociedades industriales avanzadas cuya función es entretener poniéndose al servicio de la mecánica del consumo;6 o el desarrollo de una verdadera actividad intelectual crítica.
Así, el sistema sostenido por la lógica de la productividad y la comodidad se presenta como veladamente alienante, pues la manipulación opera a través de las necesidades o intereses creados por el propio sistema, instaurando así un mecanismo de control que escapa a la conciencia del propio individuo, que es incapaz de trascender la lógica de este. De este modo, el sistema se presenta como perfectamente racional, pues la verdad se convierte en lo funcional y la realidad es reducida a su carácter cósico, lo que hace que toda oposición al mismo sea considerada como irracional e imposible.7
La manipulación de la conciencia individual se hace efectiva entre otras cosas gracias al pensamiento operativo que se introduce en la lógica de la mentalidad de dominio y que se articula a través del descrédito de la filosofía, la manipulación del lenguaje y el desdén de la historia.
El pensamiento dentro de la mentalidad científico-técnica reduce lo real a lo material, volviéndose así operativo, y renunciando a conocer la estructura íntima de la realidad se orienta a la resolución de problemas concretos. De este modo, el intelectual ya no se ocupa de intentar comprender la estructura como un todo y la filosofía es desdeñada como un mero intelectualismo. La razón científica ha sido capaz de conquistar y dominar la naturaleza y «la dimensión metafísica, anteriormente campo genuino del pensamiento racional, se hace irracional y acientífica».8 De la mano del positivismo, la razón rechaza la trascendencia y se agarra a los hechos fácticos, estableciendo un universo cerrado fundado en «un a priori empírico que no puede trascenderse».9
Dentro de este panorama, la racionalidad científica sostenida en el postulado de objetividad tiene pretensiones de neutralidad, dejando fuera del conocimiento verdadero todo aquello que compete al sujeto como agente ético, estético y político. Así, los valores se encuentran separados de la realidad objetiva y desterrados al terreno de la subjetividad; lo bueno, lo bello y lo justo ya no pueden pretender una validez universal, pues han perdido su fundamento ontológico con el descrédito de la metafísica, y tampoco pueden derivarse de la lógica científico-técnica.10
En la lógica de dominio de la mentalidad científico-técnica, el lenguaje también está desprovisto de cualquier carga crítica y se vuelve operativo. Marcuse muestra que en el lenguaje común se utilizan continuamente términos prefabricados que identifican al objeto designado con su función social, política o económica. «El análisis lingüístico hace abstracción de lo que el lenguaje ordinario revela hablando como lo hace: la mutilación del hombre y la naturaleza».11 De este modo, el lenguaje operativo, señala Marcuse, acaba despojando al pensamiento de la autonomía y la crítica que lo caracterizan, siendo sustituido por un proceso de designación, aserción e imitación, identificando la verdad con la verdad establecida y la cosa o la persona con su función, eliminando así la confrontación de idea.12 El lenguaje funcional es además antihistórico, pues la razón práctica ocupada en la resolución de problemas deja poco espacio para la razón histórica. La voz de la memoria es silenciada, pues puede dar lugar a peligrosos descubrimientos que pongan en peligro las estructuras y el equilibrio de la sociedad industrial avanzada; silenciando así la voz del pasado, señala Marcuse, se silencia también la voz del futuro, que invoca un cambio cualitativo en la organización de la sociedad, cuestión especialmente relevante para un autor de corte marxista.13
En último término, podemos decir que la dominación trasciende la esfera pública, sea bien en la cultura o en la política, para acabar oprimiendo al individuo. De este modo, las fuerzas y pulsiones de la esfera instintiva humana también son reprimidas y dominadas gracias a la mentalidad de consumo, son reconducidas por el propio sistema a través del «fetichismo total de la mercancía».14
La lógica de la mentalidad de dominio que acaba transformando al sujeto en un objeto puesto al servicio de la eficiencia del sistema productivo encierra tras su