Скачать книгу

[documental]. Recuperado de https://www.netflix.com/es/

      O’DELL T. (dir.) (2017). How The Beatles changed the world [documental]. Recuperado de https://www.netflix.com/es/

      ___________

      EL DIRIGISMO CULTURAL Y LAS SERIES

      Natalia Reig Aleixandre

      La cultura, en una primera aproximación, es la elevación de la persona humana de un hábitat natural hostil a un contexto posibilitador y humanizado. Sin embargo, esta consideración sería muy pobre si no añadimos que su capacidad intelectiva y su voluntad posibilitan que sus relaciones, más allá de la mera utilidad, edifiquen nuevas formas de explorar lo que les circunda y de expresar su interioridad.

      El diccionario de la Real Academia de la Lengua la define como: «Conjunto de conocimientos e ideas no especializados adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo». Y añade la RAE en la segunda acepción: «que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época». La cultura pone de manifiesto la posibilidad humana de crear relaciones interpersonales y que de estas surja algo nuevo que nutra la vida de los miembros de la sociedad.

      Somos agentes de cultura. Construimos la cultura y esta es una alta manifestación de nuestra libertad y de nuestra aspiración transcendente en la búsqueda de la verdad, el bien y la belleza. El Concilio Vaticano II lo expresa así:

      Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género humano (Gaudium et spes, 1965, 53).

      Solemos pensar que vivimos en la cultura que nos han dejado nuestros abuelos y nuestros padres. Y al mismo tiempo que nuestros hijos y nietos heredarán la cultura que estoy construyendo con mis coetáneos. Por eso, asumimos diversos compromisos: la calidad del aire, el reciclaje de los desperdicios, la gestión de los recursos naturales…, en fin, queremos mantener esta casa común que es el planeta para que en él puedan vivir nuestros descendientes. Invertimos en la educación de nuestros hijos porque queremos darles una cultura. En la universidad hacemos ciencia: buscamos nuevos fármacos, inventamos tecnología, diseñamos mejoras para favorecer la estética de nuestra casa y ciudad. Somos artífices de cultura porque nos preocupamos por «la persona venidera». En definitiva, hacemos todo esto porque queremos dejar a nuestros hijos una sociedad mejor preparada y más humana.

      La palabra cultura etimológicamente proviene de cultus que en latín significa, cultivo, haciendo referencia al campo sobre el que ya se ha ejercido una acción humana encaminada a producir hortalizas, verduras o frutas.

      ¿Podría ser todo esto una ilusión? ¿Acaso no hemos sentido fuerzas enormes que erosionan como torrentes desbocados la tierra que ya habíamos arado con sudor? Han crecido en nuestra sociedad vigorosos matorrales de violencia, malas hierbas de deshumanización que no provienen de nuestras tareas de cultivo. Esto nos lleva a cuestionarnos seriamente.

      Estamos asistiendo a nivel internacional al nacimiento de una nueva civilización donde grandes poderes económicos se alían con ciertos activistas agrupados en lobbys para crear una cultura en sintonía con sus propios intereses. Inoculan en nuestra sociedad, a través de diversos medios, una forma de ver la vida que no es la que hemos deseado ni para nosotros ni para nuestros hijos.

      Todos los hechos que observamos podrían ser definidos como dirigismo. La RAE define este término como: «Tendencia del gobierno o de cualquier autoridad a intervenir de manera abusiva en determinada actividad».

      «Las ideologías y el dinero han logrado un dirigismo cultural que pretende una nueva cultura asentada en un inmanentismo antropocéntrico» (Gutiérrez García, 2001, 513). Existen dos premisas fundamentales: interesa el disfrute presente con un marcado acento hedonista y no la satisfacción profunda de los deseos de verdad, bondad y belleza. La segunda premisa es la opción por una libertad absoluta como dinamismo vital. Esta visión de la libertad pierde la referencia básica con la realidad fisiológica y psíquica de la persona humana. Un ejemplo de ello es el desfase entre lo que algunos quisieran que fuera la sexualidad humana y lo que es realmente. Todo esto deja, a la larga, a muchos jóvenes tendidos en la cuneta de la vida.

      ¿Qué es lo que hay detrás de todo esto? Una clara intencionalidad de dirigir la cultura. Lo que observamos no es un conjunto de confluencias producto del azar o de procesos aleatorios. Esta observación no se alinea con las teorías conspiratorias. Simplemente obedece a una mirada neutral y paciente de los hechos que nos rodean.

      Lo que subyace en las operaciones del dirigismo cultural es el afán arrollador por cambiar la identidad histórica de los pueblos y situar a estos dentro de la órbita del humanismo inmanentista que establece el clima adecuado para que los económicamente poderosos dominen a los socialmente débiles (Gutiérrez García, 2001, 107).

      Ciertas ideologías han confluido con grandes capitales que ven en la difusión de estas ideas la segura obtención de beneficio. Ambas son fuerzas anónimas en las que destaca algún rostro emblemático (cantante, actor, presentador de programa…) que abandera la causa. Sobre todo, supone un incansable trabajo de «vestíbulo», pues estos grupos se han hecho fuertes atrayendo a otros en las entradas de las grandes salas de los organismos nacionales e internacionales.

      El dirigismo cultural posee un amplio y variado acervo de métodos. López Quintás, junto a otros, expresó su preocupación por la manipulación del lenguaje. El pensamiento hace el lenguaje, pero también el lenguaje hace el pensamiento. No en vano se usa la expresión de «interrupción del embarazo» para hablar del aborto. Una interrupción supone que en cualquier momento puedo reemprender la actividad que he dejado pospuesta. Sin embargo, bien sabemos que, cuando se interrumpe el embarazo, ya no podrá continuar. Se busca una expresión inocua para no enfrentar nuestros oídos a una intervención con tonos siniestros.

      El segundo método es la banalización del mal, como explicó certeramente Hannah Arendt al detallar el juicio contra Eichmann en Jerusalén. Este nazi no era un psicópata ni un monstruo. Los análisis psicológicos muestran que era una persona normal y el sacerdote que habló con él expresó que la impresión que le dio era la de

Скачать книгу