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51: 8).

      2. ACOMPAÑAMIENTO COMO CAMINO SEGÚN EL PARADIGMA DEL ÉXODO14

      El acompañamiento es visto en la Biblia como un camino, un diálogo en la historia de Dios con su pueblo para que este alcance la Tierra Prometida. De inmediato, percibimos que la tierra es entendida por Dios de una manera distinta que por el pueblo. El pueblo la ve como seguridad, independencia, autodeterminación y dominio. YHWH la contempla no tanto como un lugar, sino como un camino que recorrer en aras de la plenitud: unidad de vida, para que no haya desgarramiento interior, en el que hacer, decir, vivir sea lo mismo. Una relación entre libertades sin doblez, entre Dios y el hombre a través de un mediador. YHWH acompaña al que acompaña a otros.

      La respuesta de YHWH a Moisés en Éxodo 3 a la pregunta «¿Y qué les diré cuando me pregunten quién eres tú, ese Dios que quiere liberarles de la esclavitud?» no deja lugar a dudas: «Yo soy el que soy». Muchas páginas se han escrito sobre esta frase: Yo soy el que soy (yo soy el que seré, yo soy el que me manifestaré; sabrás quién soy por lo que haré).15 «Así dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me ha enviado a vosotros [...]. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación» (Ex 3:13-15).

      Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad, que es de siempre y para siempre, valedera tanto para el pasado («Yo soy el Dios de tus padres» —Ex 3:6—) como para el porvenir («Yo estaré contigo» —Ex 3:12—). Dios, que revela su nombre como «Yo soy», se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo (CCE 207).

      Es toda una declaración de intenciones de que hay un Dios que está dispuesto a ir acompañando a un pueblo. Pero el líder elegido para la misión está lleno de complejos. Moisés se niega a ir porque es tartamudo. Moisés recibe como acompañante a su hermano Aarón y es convencido con una serie de prodigios que Dios le hace hacer, como tirar la vara, que se convierte en serpiente, o meter la mano en el bolsillo y sacarla llena de lepra, etc., pero sobre todo recibe de Dios la garantía de que Él lo ayudará: «Yo hablaré por ti, Yo estaré contigo» (Ex 3:12).

      YHWH, de alguna manera, va acompañando a aquel a quien confía la misión de acompañar a todo un pueblo. YHWH, como formador de formadores, modeliza aquellas actitudes que Moisés va a necesitar como acompañante del pueblo en su camino hacia la Tierra Prometida. Moisés anticipa y prefigura al Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y sigue a la descarriada, la trata con ternura, etc. El capítulo 6 de Moisés contado por los sabios16 comienza así:

      Moisés apacentaba los rebaños de Jetró velando por ellos con amor. Llevaba a pacer primero a los animales más jóvenes, para que se nutriesen de hierba tierna, después a los de más edad, que encontraban pastos más fuertes y al final a los más vigorosos, que ramoneaban el más duro forraje. Entonces dijo Dios: «Ha sabido apacentar las ovejas dando a cada una su alimento; sabrá apacentar a mi pueblo dando a cada uno su justicia».

      Un día un cabrito escapó del rebaño. Moisés lo siguió, corriendo, hasta llegar a un lugar escarpado donde lo encontró bebiendo en una fuente: «Pobre cabrito —dijo— ¿huiste para beber? ¿Estarás muy cansado ahora?». Lo tomó sobre sus hombros y lo devolvió al rebaño. Entonces dijo Dios «Así como ha tenido piedad de un pobre cabrito, llevándolo sobre sus hombros para cargar con su fatiga, también tendrá piedad de mi pueblo, llevándolo en su corazón para cargar con su pecado». Pues Dios, antes de confiar rebaños de hombres a sus reyes y profetas, les confía, para probarlos, rebaños de animales.

      El asunto de la vocación es importantísimo en el acompañamiento espiritual, pues se acompaña, entre otras cosas, para ayudar a discernir aquello a lo que uno es llamado. En general, en todo el capítulo citado de Moisés contado por los sabios se pueden ir rastreando las características de la vocación de acompañar, tal como las enumera Xosé Manuel Domínguez Prieto en Llamada y proyecto de vida y que resumimos:17

      a) Presencia que anuncia, signos a través de los cuales irrumpe la llamada. Hay que estar atentos…, si no, podrían pasar inadvertidos. La zarza ardiente. Moisés percibe esos signos y se admira (asombro) de ellos gracias a que está recogido (del recogimiento al sobrecogimiento), está solo y ha hecho silencio (se encuentra en el desierto, con las ovejas de Jetró). Pero no es ese silencio bucólico que a veces nos imaginamos. Seguramente, Moisés se encontraba en medio de esa «soledad poblada de aullidos» (Dt 32:10), los aullidos de sus propios miedos, remordimientos y perplejidades.

      b) Llamada por el nombre: «Moisés, Moisés…» (Ex 3:4). La voz que llama destaca del resto, como cuando alguien nos llama por nuestro nombre por encima de un rumor de voces o de ruidos.

      c) Disponibilidad: «Aquí estoy…» (ibíd.).

      d) Misión: llamada-elección-misión. Al ser llamado, se me elige y soy elegido —no por ser mejor ni peor que nadie (tal será también la experiencia del pueblo de Israel)— para ser enviado (misión). La misión supone salir, ponerse en marcha, abandonar seguridades (como también Abraham). La llamada, pues, desinstala.

      e) La misión es respuesta a una situación: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo…» (Ex 3:7).

      f) La misión excede por todos los costados; nadie nace preparado, es algo que hay que descubrir. «¿Quién soy yo para ir al Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» (Ex 3:11).

      g) La llamada es una promesa: la misión que se encomienda es acompañar a un pueblo hacia una plenitud maravillosa materializada en una «tierra que mana leche y miel» (Ex 3:8).

      La iniciativa siempre parte de Dios. Dios interviene el primero. Si «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» (Ex 3:6) llama a su servidor Moisés, es que Él es el Dios vivo que quiere la vida de los hombres. Él se revela para salvarlos de la esclavitud, pero no lo hace solo ni contra la voluntad de los hombres: llama a Moisés para enviarlo como mensajero de su misericordia, de su predilección por ese pueblo. Hay como una petición para el desempeño de esta misión, y Moisés, después de dudar, acomodará su voluntad a la de YHWH. Pero en este diálogo en el que Dios se confía, Moisés aprende también a rezar: rehúye, propone alternativas para liberarse de la llamada y sobre todo entabla un diálogo; en respuesta a su petición, el Señor le confía su Nombre, que se mantenía en secreto, impronunciable, y que solo se revelará en su acción en la historia (CCE 2575).

      Existe una llamada de un pueblo esclavo, a través de un acomplejado, porque YHWH se quiere cubrir de gloria. No puede tolerar que otro se atribuya a sí mismo la gloria. Elige a Moisés por su incapacidad, por sus pecados; de ellos piensa sacar fruto y por alguno de sus dones, pero que permanecen en la oscuridad.

      3. LA LLAMADA A PONERSE EN CAMINO ES A UN PUEBLO

      Este pueblo saliendo de la esclavitud de Egipto camino de la liberación (cf. Ex 13:17, 14:4) va con todos sus rebaños y propiedades. No saben a dónde van. Son guiados por Moisés. No es un hombre solo el que camina: es todo un pueblo que camina en caravana hacia la libertad. Es todo un programa de acompañamiento el que es propuesto en el Éxodo. Como muchos siglos después dirá san Juan de la Cruz, «para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees, has de ir por donde no posees. Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres».18 Con Dios siempre es así. No hay caminos seguros, no hay garantías de que tendremos cubiertas las necesidades, no hay más que una promesa de la que el acompañado se tiene que fiar.

      Israel recibe lecciones de YHWH que son en su mayoría acciones en su favor, maravillas, prodigios en medio del desierto que buscan convertirse en paradigma de toda existencia humana. Toda la propuesta de YHWH desde la elección de un pueblo esclavo es enseñar a ese pueblo a vivir en libertad (Dt 11:2-7). La esclavitud deja lastres, marcas en el carácter que se convierten en inercias que hacen daño; se ve el mundo desde la perspectiva de un resentimiento y de un victimismo que debe ser curado. Solo el hombre libre es capaz de entender el sentido de los acontecimientos del mundo y ser agradecido. El esclavo expresa, si acaso, un agradecimiento servil, a la espera de un nuevo favor condescendiente del amo. Israel debe reflexionar sobre su historia y aprender a

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