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de uso

      Al respecto, nuevamente las leyes son idénticas, y si todos los bacteriólogos hubiesen adherido estrechamente a las reglas establecidas por Hahnemann, las vacunas serían infinitamente más beneficiosas que las administradas en la actualidad con la frecuencia, por algún método rutinario, de una vez a la semana o cada diez días. ¡Es una lástima! La guía para repetir la dosis de vacuna es: “Nunca repetir hasta que haya certeza que ha cesado la mejoría, o después de diez o doce horas o más en casos graves, o después de semanas o meses en la enfermedad crónica”. Es por ignorar este principio fundamental que más de un médico ha renunciado a la vacuna por considerarla inútil.

      El médico que repite una vacuna de la neumonía mientras está bajando la temperatura como resultado de la primera dosis, no sólo está en riesgo de perder todo el valor de la dosis número uno, sino que a menudo corre riesgo la vida del paciente. En la enfermedad crónica, más de un caso promisorio que ha comenzado a mejorar definitivamente, ha arruinado toda posibilidad por una repetición precipitada. Entonces, nuevamente, en casos graves, si es necesario repetir la dosis, se las puede suministrar cada ocho horas o más, mientras que en casos crónicos, deben transcurrir semanas o meses antes de que pueda llevarse a cabo una repetición en forma segura.

      Tipos de remedios

      Existen dos tipos distintos de vacunas: agudas y crónicas. En las enfermedades agudas el organismo necesario para la cura es el germen particular hallado en la lesión local causante de la enfermedad. Así, en una neumonía el esputo provee el germen correcto; en la cistitis, la orina; en los abscesos el pus, etc., y la inoculación de la vacuna, hecha a partir de la fuente, efectuará la cura siempre que el caso no haya avanzado mucho.

      En la enfermedad crónica es totalmente diferente; en esos casos no sólo nos estamos manejando con lesiones locales, de cualquier tipo, sino además con una profunda causa subyacente que conduce al individuo susceptible a una enfermedad prolongada. Esta causa se halla en un veneno crónico a partir de varios organismos que viven en el tracto intestinal, de modo que en la enfermedad la finalidad es librar al individuo de los organismos intestinales y sus toxinas. Es sorprendente, en casos antiguos, que después de que dichas toxinas han sido eliminadas con una vacuna, desaparece la enfermedad crónica y se aclaran completamente las lesiones locales que permanecían por diez o más años. Cuánto se parece esto a los tipos de remedios homeopáticos.

      La toxemia intestinal bacteriana es más interesante e importante. Si se examinan las heces de los individuos que sufren la enfermedad, se encuentran ciertos organismos que pueden considerarse anormales, y a partir de varios síntomas del paciente es posible predecir en cierta medida qué tipo de organismo se aislaría. Así, los individuos que padecen de temores inusuales –tales como miedo al fuego, a las alturas, a las multitudes, al tráfico– tienen casi invariablemente un organismo del grupo de los bacilos paratifoideos. La persona muy tensa, nerviosa, con expresión ansiosa, a menudo de mirada fija, con frecuencia tiene un bacilo del grupo proteus. El paciente que a simple vista parece estar en perfecto estado de salud y tiene alguna enfermedad crónica seria, como tuberculosis, a menudo tiene organismos del tipo coli mutable. La gente que se golpea y sangra fácilmente por lo general posee un tipo de germen de la disentería, etc. Si se aplicara una vacuna del organismo aislado, a partir de uno de estos pacientes, los resultados serían típicamente homeopáticos, como se define a continuación.

      Tomemos como ejemplo la epilepsia. Después de la primera dosis, aunque se la administre en un momento que, según la experiencia previa, no se ha anticipado ningún ataque, comúnmente se produce un ataque correspondiente al agravamiento o, como lo llamamos, una reacción. Ésta va seguida de un intervalo más largo que el habitual para que el paciente esté libre de ataques, y la segunda dosis no se administra hasta que tenga lugar un ataque o una amenaza de ataque.

      En casos de enfermedad crónica es sorprendente cómo, después de dos o tres dosis de una vacuna obtenida a partir de un organismo simple del intestino, mejora la condición general y el paciente se restablece. He visto un caso de psoriasis, con una permanencia de siete años, desaparecer después de dos dosis, y en una epilepsia de siete años que tenía ataques todos los meses, continuar por más de doce meses libre de ataques como resultado de una inoculación. Este tipo de vacunas son las que corresponden más estrechamente a vuestras drogas antipsóricas de larga acción. En la enfermedad grave por supuesto se necesita un remedio antipsórico, pero, como ustedes saben, el paciente tiene que ser salvado del estado grave por medio de vacunas de rápida acción, que son las vacunas hechas a partir de la lesión local, y luego puede dársele atención a las vacunas de larga acción como precaución ante una infección posterior. Sería bastante inútil dar una de esas vacunas tóxicas intestinales en la neumonía, por ejemplo, porque el paciente probablemente estaría muerto mucho antes de que pudiera observarse el beneficio de la vacuna. Pero, habiendo salvado a vuestro paciente por medio de una inoculación de pneumococos o estreptococos, hechos a partir del esputo, después de la convalecencia es importante encontrar el organismo intestinal y administrar las dosis que elevarán la resistencia general contra la enfermedad en todas sus formas. De esta manera he intentado señalarles la extraordinaria similitud de la rama más moderna de la ciencia médica con las enseñanzas de la homeopatía: en la composición, en la medida de la dosis, en el resultado de una dosis, en los métodos de uso, en los tipos de remedios. A través de todo lo que vemos existen muchas características en común.

      La ciencia aún puede progresar más. Se puede probar que los remedios de nuestra escuela corresponden en formas todavía desconocidas a los distintos venenos del cuerpo enfermo; se puede demostrar que el remedio particular para un cierto conjunto de síntomas es el que corresponde más estrechamente a la toxina o veneno causante de tales síntomas; puede incluso demostrarse en el tiempo de qué manera actúan los remedios y de cómo son capaces de neutralizar o estimular el cuerpo para neutralizar los venenos.

      Mientras tanto, debería entenderse que la ciencia de una forma totalmente diferente está confirmando los principios

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