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a su muerte –a diferencia de lo ocurrido con sus libros Los Doce Curadores y otros remedios y Libérate a ti mismo– supuso, en primer lugar, una cuidadosa labor de exégesis, y en segundo la restitución, en caso de ser necesario, de la forma primigenia que ellos ofrecían, siempre y cuando tales cambios no obedecieran a un mandato explícito de Bach, como se verifica en el caso de la Introducción de Los Doce Curadores y otros remedios. Y si bien es cierto que Bach fue un hombre de dos siglos, ya que pensaba como uno del siglo XXI, pero se encontraba confinado a escribir como uno de su tiempo, esto no habilita la transliteración de sus letras en pro de una interpretación que se profesa como más ajustada a la enunciación bachiana, pero que en realidad conduce, de modo probable, a una real deformación de su discurso.

      Además se agregan notas, artículos y cartas de sus colaboradores inmediatos, datados en vida del Dr. Bach, o a posteriori de su desaparición física, que permiten ilustrar o aclarar cuestiones acerca de sus afanes, y también certificados, comentarios aparecidos en medios sobre sus libros y otros documentos que esclarecer puntos diversos de la historia, de la vida y la obra de Bach.

      Cuando se consideró necesario hacerlo, junto a los textos de Bach y sus colaboradores hemos contextuado histórica y geográficamente estas producciones, para darles un horizonte y la continuidad de un recorrido que pudiera perderse sin estas observaciones. A medida que va desarrollando su descubrimiento y escribiendo sobre ello, Bach realiza un viaje material que no es casual ni carente de significado. Intentar unir, entonces, el trazado personal (su vida), con sus hallazgos (su obra) y con su itinerario (en cierta medida semejante a un éxodo) constituye una propuesta que nos conduce a alcanzar una imagen más completa de su legado.

      En este sentido, nuestra mirada es más cercana a la labor de un arqueólogo que a la de un historiador. El primero, se acerca a la realidad dejando de lado las apariencias, y tomando en consideración lo que las personas hacen, a diferencia del segundo, que centra su trabajo en torno a lo que ellas han decidido contar de sí mismas. Y, en esta perspectiva, el arte clínico es más parecido al del arqueólogo que al del historiador: intenta percibir tras lo manifiesto el orden implícito que guía las conductas humanas, cree en los haceres más que en los decires, y comprende los decires como testimonios.

      La obra de Bach es verbo, acción creativa, y, como tal, la consideramos y valoramos. La consecuencia natural de esta estima nos conduce a presentarla tal como aparece y en su totalidad, sin variaciones, recreaciones o amputaciones. Tener esta visión de conjunto permite descubrir puntos de inflexión, huecos, saltos conceptuales y senderos que Bach exploró pero en los cuales, por alguna razón, no siguió avanzando; direcciones de investigación que desecha sin dar explicación alguna, tal vez, alentado por aquella frase de Jesús que Lucas narra en 9:62: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

      Es interesante cómo suceden las cosas, siguiendo un cierto orden que supera el perceptivo y material y hace cierta la frase de Pascal: “La suprema adquisición de la razón consiste en reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan”. Y aquí hay un ejemplo: Bach imaginaba su trabajo de ese modo, como un montañista que mira hacia adelante; en una carta del 1º de enero de 1931, Charles Daniel, quien sería su editor, dice: “Estamos completamente seguros de que no lamentaremos estar vinculados con sus libros. Luego de poner las manos en el arado no miraremos atrás”.

      Hemos escuchado y leído comentarios acerca del “joven Bach”, así como atribuir a cierta inmadurez de su pensamiento todo lo que precede a sus textos finales. Esto nos parece un juicio aventurado, pues en sus escritos previos se aprecia mucha riqueza doctrinaria y terapéutica, que ilumina los posteriores. En todo investigador existe un eslabonamiento de pasos sucesivos en la vía de indagación que transita, sin que ello suponga continuidad, pero que se le hace necesario recorrer antes de alcanzar el punto de discernimiento al cual desea arribar. De todos modos, la mejor manera de decidir sobre esto es leer la integridad de su obra para poder apreciarla desde la propia visión individual.

      Por nuestra parte, nos parece que haber logrado esta publicación, con la generosa colaboración de Ediciones Continente, ha dado sentido a todo lo que venimos hilvanado a través de años de búsqueda, descubrimientos, enseñanza y reflexión. Es necesario ahora dejar que el movimiento que esto inicia recorra su propio camino y fructifique allí donde corresponda dar sus primicias.

      Hemos evitado la tentación de dar cuenta de la historia de Bach, así como de la coyuntura filosófica, científica y médica que le tocó vivir, y a partir de la cual construyó su propuesta. Y si bien tal perspectiva resulte significativa como manera de enmarcar una enseñanza, nos parece preferible presentar aquí la letra de Bach, con la mayor desnudez posible, para que ella resalte sobre cualquier otra cosa. Para, entonces, poder decir, como el salmista: “Tu Nombre y tu memoria son el anhelo de nuestra alma” (Isaías, 26,8). A lo cual cabe sumar, a nombre y memoria, palabra.

      Al terminar de recopilar esta obra el maestro Lluís Juan Bautista se despidió de nosotros hacia un lugar de descanso mejor y merecido. Su muerte le impidió ver publicado éste, su último encargo de amor hacia la labor del doctor Bach. Con él la Terapia Floral guarda una deuda de gratitud muy significativa.

      Nos ha correspondido a nosotros continuar y finalizar con esta labor, iniciada en conjunto, en un proyecto de trabajo compartido hace años con Lluís Juan Bautista, y contamos, para ello, con la colaboración de la maestra Laura Rabago Mejía, quien revisó la versión original y sugirió una serie de aportes a la traducción que se incorporaron al texto final.

      EDUARDO H. GRECCO - LUIS JIMÉNEZ

      1 Eduardo H. Grecco, Lluís Juan Bautista y Luis Jiménez, Ed. Continente, Buenos Aires, 2012.

      2 Esto forma el tronco central de los textos aquí incluidos, aunque se agregan algunos previos a esta fecha con la finalidad de dar cuenta del recorrido de pensamiento de Bach hacia las esencias florales.

      Textos preflorales

      La razón de la inclusión aquí de algunos artículos y conferencias del doctor Edward Bach que tratan sobre temas homeopáticos y de investigación clínica bacteriológica se debe a que, por su naturaleza, brindan información importante del recorrido intelectual que va realizando, paso a paso, hacia el descubrimiento final de la Terapia Floral. Los mismos han sido comentados y se les agregan notas aclaratorias con la finalidad de que su lectura resulte más significativa para quienes no poseen una formación específica en estos temas.

       1920 La relación de la terapia de vacunas con la homeopatía

      Bach estaba viviendo en esa época un profunda transición personal y profesional. Había ingresado a la masonería y transitaba hacia la homeopatía, no tanto porque su motivación fuese hacerse practicante de esta profesión, sino más bien, por el hecho de que veía en esta medicina una herramienta para replantear sus intereses sobre la inmunología, las razones del enfermar y del curar y, en especial, reformular la metodología de preparación de sus vacunas intestinales. En ese tiempo, justamente, Bach dicta una importante conferencia

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