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y las toxinas que se producen lentamente a través de la vida gradual e insidiosamente disminuyen la vitalidad del individuo y aumentan la susceptibilidad tanto a enfermedades agudas como crónicas. Según la virulencia de la toxemia, e igualmente importante según la resistencia del huésped, será el número de años necesarios antes de que se manifiesten los síntomas. En la mayoría de los casos el ser humano se infecta a edad temprana, y es tan común hallar tales organismos –no sólo en el adulto sino también en los niños– que podrían ser considerados, como en algunos laboratorios, habitantes más o menos normales, si no fuera por los sorprendentes resultados obtenidos en el tratamiento de la enfermedad crónica con su eliminación.

      Una vez que han logrado entrar en el cuerpo, parecen vivir en la región de la vesícula biliar y de los conductos biliares, y los estadounidenses han demostrado esto ampliamente al obtenerlas en un alto porcentaje de casos pasando una sonda a través de la boca y el estómago hacia el duodeno.

      El tratamiento para eliminar la toxemia intestinal se basa en dos puntos: por un lado, la dieta debería evitar el mayor contenido de material productor de toxinas posible y ser lo más adecuada para el desarrollo de la bacteria limpiadora y la inhibición de organismos anormales; por otro, eliminar del paciente las bacterias que desarrollan toxinas. La dieta consiste en suprimir todas las formas de carne cocida, lo que produce fácilmente los venenos, y mantener al paciente casi exclusivamente a base de una dieta de verduras, frutas frescas, frutas secas y cereales.

      Esta simple práctica reduce enormemente la cantidad de toxinas producidas en los intestinos. Si se continúa por un período largo, se tiende a eliminar las bacterias patógenas; desafortunadamente, en la mayoría de los casos este proceso requiere de muchos años para completarse, porque las toxinas parecen afirmarse probablemente en la vesícula biliar y en los conductos biliares, exactamente de la misma forma que sucede con los portadores tifoideos, como se ha comprobado en muchas oportunidades.

      Por lo tanto, la eliminación de dichos organismos no es fácil. Los antisépticos intestinales han permitido resultados beneficiosos durante un tiempo, aunque no en forma permanente.

      La dieta correcta, como lo he explicado, es un proceso muy largo. La terapia de vacunas parece dar mejores resultados. Para este fin, las vacunas deben darse con mucha precaución, debido a que han tenido un profundo efecto en el sistema, y a menos que se den de una manera científica pueden hacer daño.

      Después de la dosis –la mínima posible para que dé resultado– todos los síntomas deberían agravarse; en condiciones ideales durarán uno o dos días, pero en casos más severos pueden extenderse a un mes.

      Luego comenzaría la mejora y a medida que se prolongue y se produzca el restablecimiento, incluso si fuera por un año, no debería administrarse ninguna dosis posterior. Siguiendo este método, incluso en casos severos de enfermedad crónica, es extraordinario cómo unas pocas dosis pueden lograr una curación.

      Les he presentado en líneas generales las condiciones de un intestino tóxico. La diferencia entre las excretas promedio y las heces sanas y limpias de la dieta natural, sin putrefacción ni olor, obviamente debe tener una gran influencia en el individuo. Además, la flora que se observe deberá ser completamente diferente y convincente. Pero para poder apreciar la importancia de la eliminación de la condición tóxica es necesario, como lo hemos hecho en los últimos años, observar muchos casos tratados de esta forma y los sorprendentes resultados obtenidos con ello.

      Esta condición no es el real desencadenante de la enfermedad, sino que su acción insidiosa, extendida por meses o años, disminuye la vitalidad y resistencia del individuo, permitiendo la posibilidad de infección debido a la presencia de la verdadera causa provocadora. Eliminar esta condición permite al cuerpo luchar en forma más eficaz y sorprendente, incluso en casos de enfermedad avanzada. El bacilo de la tuberculosis es aceptado en general como causa de la tisis, sin embargo, el descubrimiento de ese germen ha ayudado poco en la lucha contra la enfermedad, excepto en la protección contra la infección.

      Les interesará saber que a partir de los experimentos desarrollados, muchos de los remedios con una acción más profunda tienen un buen efecto sobre las bacterias anormales a las que me referí, demostrando que dan un resultado similar al de una inyección de vacuna.

      Se ha podido comprobar ampliamente el beneficio que esto representa para la enfermedad crónica, y a lo largo de los años muchos médicos lo han observado y puesto en práctica, como para que no queden dudas sobre ello.

      Seguidamente hablaremos de la enfermedad maligna.

      Existe una tendencia en todos los laboratorios del mundo a sospechar cada vez más de la dieta como una causa que predispone al cáncer. Se han probado muchas y variadas modificaciones en la comida, en algunos casos con resultados claramente favorables. Mi propia experiencia durante los últimos ocho años, en los casos que he tenido la oportunidad de aplicar el tratamiento, sin llegar a manifestarse una simple cura, un 25% de los casos avanzados, y mayoritariamente muy avanzados, recibieron un beneficio temporal y definitivo.

      Daré algunos ejemplos de los mejores resultados obtenidos, nada milagroso, pero deben recordar que todos son casos terminales, y que la consistencia de los resultados ha sido, lejos, la más estable para hacer posible algún tipo de coincidencia.

      Caso 1. Señora F. C., edad 37, marzo, 1923. Se le extirparon los senos hace dos años. Condición actual: tumor en ambos pulmones e hígado. Efusión en ambas pleuras. El esternón marcadamente prominente, vómitos continuos, pulsaciones 130, respiraciones 32. Primera dosis, 16 de marzo: marcado beneficio después de veinticuatro horas; la mejoría general continuó durante tres semanas. Segunda dosis, 5 de abril: mejoría más marcada; el paciente puede levantarse. Continúa la mejoría, y después de unas pocas semanas el paciente lleva una vida casi normal. La respiración y el pulso llegan a ser normales y el fluido disminuye. Ningún aumento en el tamaño del tumor. Tercera dosis, 15 de junio: firme mejoría durante junio, julio, agosto y septiembre. La paciente estuvo moderadamente bien hasta mediados de diciembre; enfermó repentinamente el 27 de diciembre y murió el 28.

      Caso 2. Señor J. B., edad 63, abogado. Carcinoma en la vesícula biliar e hígado. Diciembre de 1919, paciente con mucho dolor y angustia. Gran tamaño del hígado. Se necesita morfina para el dolor. Primera dosis: diciembre. Alivio del dolor dentro de las cuarenta y ocho horas. Mejoría general que continuó durante las siguientes tres semanas. Luego de un mes el paciente se levantó, se recuperó y reanudó sus actividades que continuó hasta julio. Durante ese tiempo el tumor disminuyó levemente en tamaño, pero el dolor y la angustia desaparecieron por completo. Se administraron dos dosis. En agosto el paciente enfermó repentinamente de una aparente falla cardíaca, y murió en tres semanas.

      Caso 3. Señor W. S., edad 72. Carcinoma en la lengua. La lengua había sido extirpada y tenía un extenso crecimiento en la base de la boca y de las glándulas del cuello. Dolor considerable y frecuentes hemorragias pequeñas de la boca. Primera dosis: 7 de noviembre.

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