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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_5a63ecf4-263d-5e4f-8793-002443181ed3">20 Colibacilos o escherichia coli. (Nota de los comps.)

      21 La acidez y la alcalinidad son valores relativos que se miden en término de pH (potencial hidrogénico) utilizando una escala que va del = (máxima acidez) a 14 (máxima alcalinidad), siendo 7 el valor pH neutro. El pH normal de la sangre en un ser humano es de 7,356, es decir, levemente alcalino. La alcalinidad de la sangre es una condición necesaria para que la hemoglobina pueda captar oxígeno y trasportarlo a las células. Por el contrario, la acidificación de la misma dificulta o impide este mecanismo. A la inversa de lo que ocurre en la sangre, tal como lo señala Bach, la materia fecal posee un pH más ácido a fin de evitar la proliferación de bacterias gramnegativas responsables de la toxemia intestinal por él señalada. (Nota de los comps.)

      22 Bach toca aquí un punto que podríamos resumir en el hecho de que la enfermedad no es primaria sino siempre un resultado, que la intoxicación precede a la enfermedad. Sin embargo, en su desarrollo teórico la comprensión de la enfermedad crónica no se limita a la búsqueda de una causa, sino que va advirtiendo que el origen de cualquier malestar es muy lejano y fruto de un tejido de circunstancias mediante las cuales un organismo prepara de un modo lento y progresivo la enfermedad. Un médico homeópata contemporáneo de Bach, L. Vannier, se pregunta si no es posible pensar que a veces, sino a menudo, el individuo hace él mismo su enfermedad, sin intervención microbiana, como consecuencia de una ruptura de su equilibrio después de inquietudes prolongadas o tristeza profunda. Y prosigue: “Toda enfermedad aguda o crónica, es preparada, condicionada por un conjunto de circunstancias dependientes, indudablemente, del ambiente y del medio, pero también, y sobre todo, del individuo mismo, en el cual el orden, el ritmo, el equilibrio, el dinamismo psíquico y el físico se trastornan brusca o progresivamente. Tal estado de la enfermedad puede conocerse, estudiarse y precisarse. Por supuesto que es posible tratarlo y suspender de modo definitivo su evolución, de ningún modo fatal, con un tratamiento apropiado. Pero es necesario que la mente médica adopte una nueva orientación en sus investigaciones. El laboratorio ha de ser desplazado por la clínica, con la condición de que ésta sea observación y no sólo examen, que se enfoque al estudio de lo real y no al análisis de lo aparente. Las enfermedades no se deben a un agente microbiano, no parece tampoco como resultado de la generación espontánea. Su causa es profunda, y debemos ejercitar nuestra mente para buscarla, entreverla y juzgarla. Crónicas o agudas, las enfermedades son preparadas, y tal preparación es función de dos elementos: gérmenes trasmitidos hereditariamente y el individuo mismo. Recibimos de nuestros padres, mejor dicho de nuestros ancestros, la mumia (Paracelso), miasmas (Hahnemann), toxinas (Pasteur); en suma, substancias indefinidas que siempre serán, para el conocedor del provenir, la incógnita de su ecuación biológica. Muchas de estas ideas son las que, años más tarde, Bach retoma en sus formulaciones, aun antes de llegar al descubrimiento de la Terapia Floral. (Nota de los comps.)

      23 El objetivo preventivo en el trabajo médico es central en la concepción de Bach (La prevención es mejor que…), preocupación que se entronca en la mejor tradición hipocrática, la medicina unan, espagiria y homeopática. (Nota de los comps.)

      24 Estancamiento de líquidos en cualquier parte del cuerpo. (Nota de los comps.)

       1925 Malignidad

      En el órgano de prensa de la Sociedad Homeopática Británica se publica un comentario sobre un libro que el doctor Bach escribiera en coautoría con el doctor C. E. Wheeler. Más adelante, en este mismo volumen, se encuentra una conferencia de Bach sobre el mismo tema, que resume la propuesta de la obra. Pero la siguiente reseña da una imagen de la valoración que el libro tuvo en su momento.

      En nuestra opinión, es el libro más importante publicado acerca de la escuela homeopática durante muchos años. Es el resultado de diez años de trabajo de investigación de los autores, los cuales, al colaborar en los campos patológico y clínico, proporcionan un ejemplo sorprendente de la fecundidad de dicha cooperación. Su trabajo mejora la visión de la enfermedad crónica que está teniendo una amplia aceptación, es decir que su causa debe buscarse en un envenenamiento sistémico desde algún foco de invasión bacteriana y que en una gran mayoría de casos se encuentra situado en el tracto digestivo.

      También respalda otra opinión que está ganando terreno: que el motivo de la implicación del tracto intestinal en un número tan elevado de casos debe buscarse en la naturaleza de la comida que ingerimos normalmente, lo cual conduce a un estado alcalino del contenido de los intestinos, y de ese modo favorece la multiplicación de organismos patógenos cuyos venenos pasan al sistema a través de una permeabilidad más o menos aumentada de la pared intestinal. Estas opiniones hacen que estén de acuerdo con los reformadores de la alimentación partidarios de una dieta a base de frutas, verduras, frutos secos y productos lácteos, que al favorecer la acción de los bacilos acidolácticos, inducen un estado ácido del contenido intestinal que es adverso para el crecimiento de organismos patógenos.

      Los organismos patógenos que los autores han descubierto como una causa potente de la enfermedad crónica son organismos gramnegativos que pertenecen al grupo colitifoideo (excluyendo las variedades tifoide, paratifoide y disentérica) que no es fermentador de lactosa. Este grupo es muy grande e incluye diversas variedades, la mayoría de las cuales han sido descartadas por los bacteriólogos por no considerarlas patógenas; pero los autores han descubierto que poseen gran importancia como causa de la toxemia crónica, aunque puedan producir únicamente síntomas locales insignificantes.

      Además, a veces se encuentran miembros de los bacilos del grupo colitifoideo del tipo proteus, especialmente en casos de epilepsia, tartamudeo y “ataques de nervios”.

      Dado que cuando un tracto está completamente infectado por organismos patógenos casi nunca, o nunca, se limpia únicamente mediante la dieta y debido a que los antisépticos locales, además de ser posiblemente perjudiciales, son ineficaces porque los bacilos han ganado una fortaleza en la vesícula biliar o en otro lugar, es necesario recurrir a medidas directamente antibacterianas, es decir, a las vacunas. Se proporciona un apéndice sobre la preparación y la administración de las vacunas y se insiste especialmente en la importancia del método de administración correcto. Los autores dicen: “No se obtendrán resultados a menos que se siga con exactitud la técnica de administración; ésta consiste esencialmente en permitir que cada dosis desarrolle una reacción favorable y no repetir una inyección mientras continúe la mejoría, aunque el período de espera dure semanas o meses”. Esto concuerda con las instrucciones de Hahnemann sobre la repetición de la dosis en enfermedades crónicas y sugiere que los remedios y las vacunas actúan del mismo modo. Los resultados que los autores han obtenido son sorprendentemente buenos. Se trataron quinientos casos consecutivamente, los cuales incluían enfermedad crónica de la piel, reumatismo crónico, gota, lumbago, artritis reumatoide, ciática, neuritis, epilepsia, migraña crónica, neurastenia, histeria, compulsión maníaca, enfermedad de Graves, debilidad general, gastritis crónica, colitis crónica, estreñimiento, colecistitis, catarro crónico de las vías respiratorias superiores, asma, bronquitis crónica, además de treinta y dos casos de enfermedad maligna y algunas que otras dolencias crónicas. De estos casos, en un 14,3% los resultados se han clasificado como excelentes, en un 66,1% como buenos, en un 14,7% como moderados y tan sólo en un 4,9% como un fracaso. La valoración es estricta, y la mayoría de personas clasificaría los casos

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