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como para “fomentar la esperanza de que cada vez que se encuentra un organismo intestinal en una enfermedad crónica (y esto sucede prácticamente siempre si se realiza la búsqueda debida), vale la pena probar una vacuna hecha a partir de éste, ya que es muy posible que sea al menos uno de los factores decisivos para producir la recuperación o una mejoría notable”.

      Respecto a los treinta y dos casos de cáncer, los autores informan de que el 60% experimentó un alivio de los síntomas y una mejoría general en un grado evidente. La mayoría fueron capaces de pasar varios meses o más sin dolor, y a menudo pudieron seguir con su vida normal. No se incluyó ningún caso operable y se consideró cada caso una vez empezado el tratamiento como incurable. Hasta el momento no se ha obtenido ninguna cura.

      Generalmente la muerte se producía de repente después de una breve recaída. Los resultados se clasifican como el 12% muy buenos, el 50% buenos, el 28% con alivio y el 10% sin ningún beneficio.

      Una observación efectuada sobre el efecto del tratamiento con vacunas es que, al igual que en la mejoría clínica, al principio se produce un gran aumento del número de organismos patógenos en las heces, seguido de un descenso gradual y a veces su desaparición final. Otra observación es que es comparativamente poco frecuente encontrar más de un tipo de bacilo anormal en el mismo paciente. Si se diera este caso, se añadirían ambas variedades a la vacuna.

      Se plantea una cuestión interesante en cuanto a si es posible que la presencia de toxemia no actúe en todos los casos como un estimulante mental, y los autores afirman que han “conocido como mínimo un caso en el que una persona con una ocupación intelectual experimentó una considerable disminución de sus capacidades creativas, en coincidencia con una respuesta favorable al tratamiento con vacunas”. Creemos que esto es muy probable y se confirma mediante la analogía de la capacidad mental aparentemente aumentada de algunos genios cuando están bajo la influencia del alcohol; se podrían aportar ejemplos de la historia además de la observación personal de muchos de nosotros. Los autores admiten que su opinión de que la enfermedad crónica está causada por un bacilo gramnegativo no fermentador de lactosa en los intestinos se basa en los resultados clínicos, resultados del tratamiento con una vacuna creada a partir de este tipo de bacilos que se encuentran en los casos tratados. Ellos creen que sus resultados son suficientemente buenos y numerosos como para justificar su conclusión, más aún porque coincide con la acción específica generalmente conocida del tratamiento mediante vacunas. Creemos que nadie que lea este trabajo se sentirá inclinado a poner esto en duda.

      Un apéndice contiene sugerencias para una dieta diaria sin carne, y se destaca el valor de la fruta, la verdura y los frutos secos crudos. Estamos orgullosos de que este libro haya sido escrito por miembros de nuestra Sociedad; está bien organizado, es fácil de leer y manejar, y tiene una buena relación calidad/precio (7s. 6d.); debería leerlo todo el mundo y además debería inducirnos a continuar el trabajo en las líneas de los autores.

      Suyos atentamente,

      EDWARD BACH - CHARLES E. WHEELER

      25 The British Homoeopathic Journal, Vol. XV, 1925 (pp. 520-522).

      26 The Lancet, Vol. 206, Ed. 5314, 4 de julio de 1925 (p. 42).

      27 Chronic Disease: a Working Hypothesis. Londres, H. K. Lewis.

       1927 El problema de la enfermedad crónica

      CONTEXTO Y COMENTARIOS

      Bach publica en 1925 el libro La enfermedad crónica: una hipótesis de trabajo, en colaboración con el doctor Charles. E. Wheeler (destacado médico australiano y maestro de la homeopatía), quien lo había ayudado en sus investigaciones y que no guarda ninguna relación con Frances Thomas Wheeler (1877-1960), amigo y colaborador de Bach en su trabajo con los remedios florales. El libro citado es la base sobre la cual Bach organiza la ponencia que presenta en el Congreso Homeopático Internacional de 1927, realizado en Londres.

      La preocupación de Bach por la enfermedad crónica no era nueva, pero desde hacía unos años, con la incorporación de las concepciones homeopáticas, disponía de una nueva manera de pensar el problema. Es dable imaginar que su concepto de enfermedad crónica es afín a las afirmaciones de Hahnemann acerca de que: “Las verdaderas enfermedades crónicas naturales son aquellas que surgen de un miasma crónico y que cuando se las abandona a sí mismas y no son combatidas por el empleo de remedios que les son específicos, van siempre en aumento y empeoran a pesar del mejor régimen mental y corporal y atormentan al paciente hasta el final de su existencia con sufrimientos siempre en aumento”.

      En el marco de la tradición de la medicina natural Bach pensaba que la enfermedad no es algo primario sino el resultado de una serie de procesos y que, en tal sentido, el terreno tiene un valor primordial. Esto implica que la enfermedad no posee una causa cercana, que aguda o crónica siempre es preparada, siempre va precedida de un estado cuyas manifestaciones varían según el terreno. En este punto Bach estima que la toxemia es el equivalente a la condición miasmática hahnemaniana, y que si bien la dieta es una herramienta importante, preventiva y terapéutica, en ocasiones se necesita recurrir a otros instrumentos terapéuticos como los nosodes, y no sólo para acelerar los procesos de curación.

      Esta idea de equivalencia entre miasma y toxicidad era sostenida en la época de Bach por varios homeópatas. Un ejemplo de ello fue el doctor Leon Vannier; en un artículo publicado en la revista francesa de homeopatía, en 1925, manifestaba en esta dirección que: “La toxina precede al microbio, el tuberculínico al tuberculoso” y afirmaba que lo que Hahnemann llamaba miasmas hoy podríamos llamarlo toxina. ¿Leyó Bach los trabajos de Vannier? Es probable, pero también puede tratarse de una concurrencia del espíritu de época que en diferentes lugares se asomaba de modos similares.

      Un remedio al que se refiere en esta conferencia son los nosodes bacterianos en sus dos formas de preparación: autógenas y polivalentes. Estos remedios, que ya tenían una larga tradición en la medicina y la homeopatía, están preparados en base a material de la enfermedad, en este caso cultivos bacterianos. De modo específico, los nosodes que propone Bach para el tratamiento de la enfermedad crónica son fármacos hechos de acuerdo con una metodología homeopática (cultivos bacterianos diluidos y potenciados progresivamente).

      En el tiempo de este trabajo, si bien Bach ya había advertido la relación entre ciertas conductas y estados de ánimo y cada uno de los tipos bacterianos, seguía diagnosticando esencialmente en base a análisis clínicos.

      Al final del texto de Bach hemos incluido un comentario aclaratorio sobre los nosodes. Recomendamos tener en cuenta también las notas realizadas en los dos artículos anteriores en relación a la dinámica y vida

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