Скачать книгу

comunión con Dios. No diré mucho aquí, porque un capítulo posterior está dedicado a este tema, pero tu sufrimiento será aún más doloroso si cuestionas la presencia, las promesas, bondad, o fidelidad de Dios.

       3. Expectativas poco realistas de la vida

      Escribí en este primer capítulo sobre mis expectativas poco realistas, pero quiero poner este tema de expectativas poco realistas en dos categorías que creo que permanecen sin ser reconocidas y sin ser abordadas por muchos. Primero está la expectativa de que lo que es, siempre será. En Romanos 8:21 leemos que el mundo en el que vivimos ahora está en “esclavitud de corrupción”. Pablo quiere decir que la decadencia es una realidad siempre presente. Nada permanece igual. Los cuerpos envejecen, las amistades se deterioran, los matrimonios se vuelven distantes, las iglesias caen en dificultades, los gobiernos se tambalean en corrupción. De alguna manera, de alguna forma, todas las cosas buenas a nuestro alrededor están bajo ataque constante. El cambio es una realidad constante. Pero todos tendemos a pensar que lo que tenemos hoy estará con nosotros mañana y las mañanas que sigan.

      Lo segundo con respecto a las expectativas es que tendemos a no tomar en serio el dramático quebrantamiento del mundo en que vivimos. Romanos 8:22 nos dice que vivimos en un mundo que “gime”. Tú gimes cuando te sientes débil. Gimes cuando tienes dolor. Gimes cuando algo ha sido dañado. Gimes cuando estás desanimado. Gimes cuando te preguntas si lo que ha causado tu gemir nunca terminará. Gimes cuando no puedes encontrar palabras para expresar tus clamores. Si no tomas en serio la condición gimiente de nuestro mundo, vivirás con expectativas ingenuas de lo que será tu vida, no estarás preparado para los problemas que se te presenten, y serás susceptible a la miríada de tentaciones que vengan en tu camino.

       4. Expectativas poco realistas de otros

      Olvidamos que todos a nuestro alrededor son pecadores, que nadie tiene pensamientos consistentemente correctos, deseos completamente puros, o motivaciones regularmente puras. Incluso si estás rodeado de creyentes, es importante recordar que, aunque el poder dominante del pecado se ha roto en ellos, la presencia del pecado aún permanece, a pesar de que está siendo erradicado progresivamente por la gracia de Dios. Eso significa que todos pecan en nuestra contra, y todos pecamos contra otros. Todos nosotros lidiamos con malentendidos relacionales, conflictos, dolor, malos juicios, y rechazo.

      Nunca funciona convertir a una persona en tu mesías personal. Nunca funciona el mirar a otro buscando tu identidad. Nunca funciona pedirle a las personas que te den sentido y propósito. No es realista mirar a alguien buscando paz interior. Las cosas nunca van bien cuando le pides a otro ser humano defectuoso que sea la fuente de tu felicidad. Hay un Mesías siempre fiel, y nadie alrededor ti es capaz de tomar Su lugar y hacer por ti lo que solo Él puede hacer.

      El sufrimiento se intensifica cuando elevamos a las personas demasiado alto en nuestros corazones y luego nos fallan.

       5. Orgullo

      Por orgullo aquí, me refiero no al orgullo de la arrogancia sino al orgullo de la autosuficiencia. Hay muchas personas que, como yo, confunden la confianza en sí mismos con fe en Cristo. Estamos orgullosos de nuestra fuerza física y salud, nuestras mentes agudas, nuestras habilidades sociales, nuestra capacidad para liderar y controlar, y nuestros éxitos. De esta manera tendemos a tomar crédito de cosas que nunca podríamos producir o lograr por nuestra cuenta propia. Olvidamos que cada célula de nuestro cuerpo y cada neurona en nuestro cerebro depende de Dios. Olvidamos que todo el éxito que hemos logrado ha dependido de fuerzas que nunca podríamos controlar y olvidamos que todas nuestras habilidades naturales son dones de Dios. Tomar demasiado crédito siempre lleva a confiar demasiado en ti mismo.

      Cuando vives autosuficientemente, y se te presenta lo inesperado, lo no planeado, lo no deseado, o lo doloroso. Entras en pánico porque de repente te enfrentas a tu pequeñez, tu debilidad, y vulnerabilidad. Entras en pánico porque te sientes desprevenido e incapaz. Entras en pánico porque las cosas están fuera de tu control. Entras en pánico porque no puedes entender o no puedes darle sentido a lo que está pasando Entras en pánico porque la salida no está clara. Entras en pánico porque simplemente no sabes qué hacer. El sufrimiento expone el peligro de la autosuficiencia. Nos recuerda que no fuimos diseñados para vivir independientemente sino en dependencia de Dios y otros.

      Esto es verdad no solo porque el pecado ha entrado en el mundo; fue verdad de Adán y Eva en un mundo perfecto, porque así es como Dios diseñó a las personas para vivir.

       6. Materialismo

      Esta palabra pide definición. Por materialismo, no quiero decir que estás persiguiendo el ídolo de las cosas materiales, que siempre estás anhelando la siguiente cosa física. Estoy pensando aquí en nuestra tendencia a poner demasiado de nuestra seguridad y esperanza en las cosas físicas, en nuestra casa y las posesiones o la salud de nuestro cuerpo o en nuestro trabajo, cuenta bancaria o plan de jubilación. Todo ser humano busca su seguridad en algo. Cuando miras las cosas físicas buscando tu seguridad, y esas cosas te fallan o te son quitadas, pierdes esa sensación fundamental de bienestar que todos anhelan. No puedo decirte cuántas personas a las que he aconsejado que se perdieron a sí mismos cuando perdieron su trabajo.

      El único lugar seguro para buscar bienestar de corazón robusto es el Creador. Las cosas materiales que Dios creó nunca pueden hacer por ti lo que solo Dios puede hacer. Cuando le has estado pidiendo a las cosas materiales que te den lo que nunca estuvieron destinadas para dar, la pérdida de esas cosas será un golpe aún más aplastante que la pérdida física.

       7. Egoísmo

      Como he dicho y escrito antes, el ADN del pecado es el egoísmo (ver 2 Corintios 5:15). El pecado nos hace pegarnos al centro de nuestro mundo y hacer que la vida se trate toda sobre nosotros. Nos hace reducir el campo de nuestras preocupaciones diarias a la pequeña agenda de nuestros deseos, nuestras necesidades, y nuestros sentimientos. El pecado nos hace ser impulsados por deseos egoístas, un espíritu de derecho, y una silenciosa lista de demandas. El pecado nos hace querer nuestro propio camino, querer la soberanía sobre cosas que no fuimos diseñados para controlar, y querer coaccionar a otros al servicio de nuestra agenda. Ninguno de nosotros, en este lado de la eternidad, es capaz de escapar completamente del egoísmo del pecado. Esta tendencia del corazón hacia el egoísmo funcional siempre hace más difícil el sufrimiento.

      El sufrimiento nos confronta con el hecho de que la vida no se trata de nosotros sino de Dios. No se trata de nuestra gloria sino de la Suya. No es primero sobre nuestro placer sino sobre el suyo. No se trata de nuestros planes para nosotros sino de Su voluntad para nosotros. No se trata de nuestro control sino del Suyo. No de nuestros pequeños reinos, sino de los Suyos. No se trata de nuestros éxitos, sino sobre el despliegue de Su majestad. Si la vida fuera sobre nosotros y fuera controlada por nosotros, veríamos que hacer para nunca sufrir. La crisis de fe que a menudo acompaña el sufrimiento es el resultado de una colisión entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios y nuestra gloria y Su gloria. En nuestro egoísmo nosotros no podemos ver el sufrimiento de ningún tipo como algo bueno, así que empezamos a cuestionar si Dios, quien lo ha permitido en nuestras vidas, es bueno. Ponerte a ti mismo en el centro hará que los problemas que enfrentes sean tanto más problemáticos.

      Sara estaba enfrentando cosas muy duras. Su marido había conspirado en su contra y la había abandonado, ella había perdido la custodia de sus hijos, y había quedado financieramente indigente. Lo que le habían hecho era algo horrible, pero su devastación emocional y espiritual era el resultado no solo de las terribles injusticias que se le habían hecho, sino también de creencias críticas que ella había llevado a esos agravios. Sara era creyente, pero en términos reales, Dios no era ni la fuente de su seguridad ni de su esperanza. Se había casado con la riqueza y el lujo; ella tenía una hermosa casa y un gran círculo de amigos. Era la buena vida, no el evangelio, que la levantaba cada mañana. Eran todas las cosas a su alrededor y todas las cosas que experimentaba que la hacían feliz. El evangelio de Jesucristo era su teología, pero no proporcionaba

Скачать книгу