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No recuerdo jamás haber estado muy cansado, nunca requería de mucho sueño, y era siempre capaz de ser productivo. Solía decir con orgullo que dormir era una interrupción necesaria para un día de lo contrario productivo. El sufrimiento tiene el poder de exponer aquello en lo que has estado confiando todo el tiempo. Si pierdes tu esperanza cuando tu cuerpo físico falla, tal vez tu esperanza no estaba realmente en tu Salvador después de todo. Era humillante confesar que lo que yo pensaba que era fe, era en realidad autosuficiencia.

      Pero Dios todavía no había terminado conmigo. Contrario de lo que esperaba y habría planeado, no había terminado con cirugías o estancias en el hospital y la vida interrumpida que seguiría. Casi cuatro meses después, con un cuerpo que aún no se había recuperado completamente, me encontré siendo conducido en silla de ruedas a una cirugía nuevamente. Más tejido cicatrizal se había desarrollado, creando más obstrucciones y poniendo mis riñones en riesgo una vez más. Cada cirugía era seguida por el cateterismo y esa bolsa sujetada a mi pierna. Cada cirugía resultaba en mucho dolor, profunda debilidad y noches de insomnio. Cada cirugía era acompañada por la batalla espiritual del corazón y la mente. Cada cirugía era seguida por todas las tentaciones que saludan a todos los que sufren en este mundo caído. Cada vez, me era recordado que el sufrimiento es una guerra espiritual.

      La mejor manera de caracterizar mi desánimo en ese momento es con algo que le dije con lágrimas a Luella más de una vez: “¡Todo lo que quiero es que Paul vuelva de nuevo!” El viejo Paul es lo que anhelaba, el que tenía una energía infinita y un cuerpo que funcionaba sin asistencia médica. Quería el viejo Paul que podía lidiar con un horario ridículamente ocupado y que nunca se sentía estresado o cansado. Odiaba estar enfermo, débil y cansado, y odiaba el hecho de no poder liberarme del ciclo de cirugías en las que estaba atrapado. No odiaba a Dios, no deseche mi teología y no lleve a Dios ante la corte de mi juicio para cuestionar Su sabiduría y amor, pero sí luchaba con aceptar lo que había puesto en mi plato. No me veía bien, no me sentía bien y tenía poca energía para hacer las cosas que Dios me había llamado a hacer. Tenía la intención de gastar algunas horas escribiendo, pero muchos de esos días me levantaba con tan poca energía de cuerpo y mente que todo lo que podía hacer era sentarme en una silla.

      Terminaba el día tomando siestas, algo que nunca antes había hecho. Solía burlarme de las personas que no podían sobrevivir sin su siesta diaria. Ahora esperaba mi siesta. Esto era todo muy desorientador y desalentador. No reconocía a la persona en la que me había convertido y no podía relacionarme con el nivel de incapacidad que sentía. A medida que todo esto me inundaba, recibí más malas noticias: necesitaría otra cirugía. Acortaré la historia aquí. Seguí necesitando cirugía tras cirugía hasta que había tenido ¡Seis cirugías en dos años! Mi cuerpo nunca tuvo suficiente tiempo para recuperarse. Debilidad construida sobre debilidad, síntomas acumulados sobre síntomas, y la guerra dentro de mi bramaba. El cuerpo de nadie puede tolerar cirugía tras cirugía en la misma área anatómica. Me preguntaba si en el intento de salvar mis riñones, otras partes de mi cuerpo estaban siendo dañadas irreparablemente.

      Mi sexta cirugía fue la más grande y la más difícil hasta entonces. Mi cirujano había evitado hacer esta cirugía porque era muy invasiva y dolorosa y sería seguida por un largo y difícil período de recuperación. Pero estaba claro que tenía que hacerse. Era muy difícil y dolorosa y me dejó esencialmente confinado en casa dos meses.

      Todavía no sé a qué me estoy enfrentando físicamente. Han pasado seis meses desde la última gran cirugía, y mis síntomas son tan manejables como sea posible en este punto, pero me han dejado como un hombre físicamente dañado Nunca más podré ejercer el ministerio de la manera lo había hecho durante años. Nunca volveré a tener la energía que una vez tuve. Siempre estaré limitado por los resultados de daños mayores a un órgano esencial. Y ya que mi ministerio era financiado en gran parte por conferencias de fin de semana, mi sufrimiento físico ha traído con él un estrés financiero para mí y para mi equipo de ministerio. Hemos tenido que tomar decisiones difíciles, decisiones que ninguno de nosotros quería tomar. Hemos tenido que hacer preguntas difíciles que nunca pensamos que necesitaríamos hacer. Hemos tenido que confesar nuestra dependencia de Dios en formas más profundas de lo que nunca lo habíamos confesado antes. Y hemos tenido que agradecer a Dios por un nuevo estándar que nunca habríamos elegido para nosotros mismos.

       ¿Por qué comenzar este libro con mi historia?

      El sufrimiento nunca es abstracto, teórico o impersonal. El sufrimiento es real, tangible, personal y específico. La Biblia nunca presenta el sufrimiento como una idea o concepto, sino lo pone ante nosotros en el drama de sangre y entrañas de experiencias humanas reales. Cuando se trata del sufrimiento, la Escritura nunca es evasiva o cosmética en su enfoque. La Biblia nunca minimiza las experiencias duras de la vida en este mundo terriblemente roto, y al hacerlo, la Biblia nos obliga a salir de nuestra negación e ir hacia la honestidad humilde. De hecho, la Biblia es tan honesta sobre el sufrimiento que relata historias que son tan raras y oscuras que si fueran un vídeo de Netflix probablemente no lo verías.

      La Escritura nunca menosprecia al que sufre, nunca se burla de su dolor, nunca da oídos sordos a sus clamores, y nunca lo condena por su lucha. Le presenta al que sufre un Dios que entiende, a Quien le importa, Quien nos invita a acudir a Él en busca de ayuda, y quien promete un día acabar con todo sufrimiento de cualquier tipo una vez y para siempre. Debido a esto, la Biblia, mientras está siendo dramáticamente honesta sobre el sufrimiento, está al mismo tiempo gloriosamente llena de esperanza. Y no es solo que la Biblia cuenta la historia del sufrimiento honesta y auténticamente; también nos da esperanza concreta y real.

      No tenía ningún interés en escribir un libro que esencialmente estableciera una teología teórica del sufrimiento, porque creo que eso habría sido un manejo no bíblico de lo que la Biblia tiene que decir sobre el sufrimiento. Toda discusión del sufrimiento se hace a nivel de calle donde el barro y la sangre del sufrimiento salpican y en alguna manera nos mancha a todos. Por eso te he contado mi historia, una historia que todavía estoy viviendo cada día. La semana pasada pasó sin una sola noche de sueño real. La debilidad se apoderó de mí, y fui recordado que mi aflicción no ha terminado porque algunos sistemas en mi cuerpo están rotos irreparablemente. Quiero que este libro viva mientras los que sufren vivan, para hablar a los clamores de los que sufren, y abordar de forma práctica aquello con lo que cada víctima lidia.

      Así que este libro colocará la teología hermosa, honesta y esperanzadora del sufrimiento, que es un tema central de la historia de la redención, en el contexto de la historia de alguien real que sufre. Hermosas verdades serán presentadas y entendidas en relación con el dolor humano real y la lucha. Recuerda que la teología del sufrimiento en las Escrituras nunca es, un fin en sí misma, sino que está diseñada como un medio para el fin del consuelo real, la dirección real, la protección real, la convicción real y la esperanza real. Esta forma concreta de tratar con lo que la Escritura nos enseña nos obliga a alejarnos de trivialidades y negaciones e ir hacia el entendimiento concreto y la franqueza.

      Si estás sufriendo ahora, te invito a emprender este viaje conmigo; mi esperanza es que te daré palabras a tu lucha y descanso en medio de tu dolor. Si no estás sufriendo ahora, mira a tu alrededor, porque hay alguien cerca de ti que sí está sufriendo, y este libro te pondrá dentro de su experiencia y te ayudara a saber que es amarlos, caminar con ellos, y ayudarlos a soportar esa carga. Y si tú no estás sufriendo ahora, algún día lo harás. De alguna manera, en alguna forma, el sufrimiento entra por la puerta de todos. A veces lo ves venir, y otras veces te ciega, pero vendrá porque somos personas imperfectas que se infligen sufrimiento unos a otros, y todos nosotros somos incapaces de escapar por completo del quebrantamiento del mundo, que es nuestra dirección actual.

      Debido a la asombrosa sabiduría práctica de la Palabra de Dios, la gloria de la presencia y el poder de Dios, y la realidad de las misericordias que son nuevas cada mañana, no tenemos que huir de este tema.

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