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11 El consuelo de la soberanía de Dios

       12 El consuelo del propósito de Dios

       13 El consuelo del pueblo de Dios

       14 El consuelo de un corazón en reposo

      A todos aquellos quienes han caminado

       el camino rocoso y retorcido del sufrimiento,

       este libro es para ustedes.

      Introducción

      Fue una visita sorpresa de un visitante no deseado, como lo es para muchos quienes sufren. Ese día no sabía que el Sr. Dificultad llamaría a mi puerta, irrumpiría y entraría y tomaría residencia en las habitaciones más íntimas de mi vida. Y no tenía ni idea de cómo su presencia cambiaría fundamentalmente tantas cosas a la larga. Lo vi ir de habitación en habitación a través de mi vida reorganizando todo, preguntándome cómo serían las cosas si y cuando finalmente se fuera. Si hubiera podido, habría desalojado a este extraño no deseado, pero fallé en todos mis intentos de expulsarlo por la puerta o en negar que se hubiera instalado en mi vida. Gasté demasiado tiempo tratando de averiguar por qué había golpeado mi puerta y por qué había elegido este momento en particular, pero nunca obtuve respuestas claras a mis preguntas.

      Una vez que me di cuenta de que no podía sacar al Sr. Dificultad de mi vida, me entregué a tratar de entender cómo vivir con él o alrededor de él. Su presencia me hacía sentir como un actor en un drama donde todos tenían un libreto menos yo. Me sentía desprevenido e incapaz, no solo el día en que entró, sino día tras día. Claro, yo sabía que el Sr. Dificultad estaba allí, y yo había escuchado las historias de cómo había entrado por las puertas de otras personas, pero de alguna manera no pensé que me pasaría a mí. La vergüenza me inundaba mientras pensaba en las absurdas trivialidades y respuestas vacías que casualmente les había dado a las personas cuando habían quedado atrapadas en el confuso drama en el que yo estaba ahora. Y pensé en cuan tonto había sido en pensar que este desconocido no deseado quien, de alguna manera u otra, entra por la puerta de todos, por alguna razón omitiría la mía.

      Ya que no tenía el poder ni el control para hacer al Sr. Dificultades salir, corrí al lugar donde siempre he encontrado sabiduría, esperanza y reposo de corazón. Corrí al evangelio de Cristo Jesús, y al hacerlo, corrí a los brazos de mi Salvador. Al zambullirme en la narración del evangelio, que es el mensaje central de la Palabra de Dios, me di cuenta de algo profundamente importante y maravillosamente reconfortante: no estaba desprevenido después de todo. El mensaje del control soberano de Dios sobre mí y mi mundo, la honestidad del evangelio sobre la vida en este mundo caído, el consuelo de la presencia y la gracia del Salvador aquí y ahora, y el entendimiento de la guerra espiritual que brama en mi corazón me habían preparado bien para la entrada y presencia de este extraño indeseable.

      Ya no estoy enojado ni desanimado de que el Sr. Dificultad haya entrado por mi puerta inesperadamente ese día. Aunque sigo luchando con el dolor y la debilidad que me ha dejado, sé que estoy mejor por su presencia. No, no me gusta la aflicción del dolor o la pérdida más que a ti, pero en mi sufrimiento, sucedió algo milagroso: el Sr. Dificultad se convirtió en una herramienta de mi Salvador para producir cosas muy buenas en mí, cosas de las que estoy seguro no podrían haber sido producidas de otra manera.

      Claro, hay veces que me canso y deseo que se levante y se vaya, pero no me desanimo. Sé que no he sido ignorado o abandonado, porque mucho antes de que el Sr. Dificultad entrara por la puerta, mi Salvador había tomado residencia permanente en mi vida. Esto significa que, a través de todo este drama, no he sido abandonado para lidiar con el Sr. Dificultad por mi cuenta. Mi Salvador ha estado conmigo, por mí, y en mí, y Él trabaja para tomar cosas muy malas y producir a través de ellas cosas muy, muy buenas. Él ha hecho esto por mí, y lo seguirá haciendo.

      Así que escribo este libro para aquellos que también han sido invadidos de pronto por el mismo desconocido indeseado. Escribo para que tú también te sientas amado, preparado y agradecido, no, no por el dolor, sino por Aquel quien está contigo en tu dolor. Él es Aquel quien no solo te consuela, sino que produce cosas hermosas en ti y por medio de ti a través de lo que no invitaste a tu vida y realmente no quieres en tu vida y de aquello que no parece bueno en lo absoluto.

      1

       El día que mi vida cambió

      El 19 de octubre de 2014 es un día que nunca olvidaré, porque es el día que mi vida cambió. No quería que mi vida cambiara, no había planeado que mi vida cambiara, pero mi vida cambió. Fue inesperado y no deseado, repentino y fuera de mi control. No lo vi venir. A veces los grandes cambios vienen con advertencias. A veces puedes ver las nubes oscuras en el horizonte. A veces es un sentimiento extraño o un pensamiento ansioso que te alerta que algo viene a la vuelta de la esquina. Pero estaba totalmente sorprendido y completamente desprevenido para lo que estaba a punto de ser puesto en mi plato.

      Estaba fuera en un viaje de ministerio y comencé a tener algunos síntomas menores, pero eran lo suficientemente mínimos como para tener alguna pista de lo que estaba por venir. Pero porque ya no soy un recién egresado de la universidad y estoy en la edad en que es importante prestar atención a los mensajes que te da tu cuerpo, llamé a mi médico inmediatamente cuando llegué a casa. Él sugirió que, ya que vivo en Center City, Filadelfia, a solo un par de cuadras de un gran hospital, que fuera allí a que me revisaran. Él me aseguró que no sonaba como algo por lo que preocuparme y que probablemente me examinarían y me enviarían a casa.

      El día siguiente era domingo, así que el plan era que Luella, mi esposa, y yo fuéramos a la iglesia, fuéramos a comer algo después, y luego caminaríamos hacia el hospital. Estábamos tan relajados sobre el asunto entero que nos detuvimos en el Starbucks del vecindario en el camino. Nos registramos en la sala de emergencias del Hospital Jefferson, sabiendo que tendríamos una larga espera, y nos acomodamos para ver a las Águilas de Filadelfia. Me senté allí más impaciente por ser visto por un médico, que ansioso por lo que me dirían. Finalmente me llamaron y me pidieron que describiera mis síntomas, mientras que tomaban mis signos vitales.

      No pasó mucho tiempo antes de que hubiera cuatro médicos de diferentes departamentos en la pequeña sala de emergencias. Pregunté qué estaba pasando, pero nunca obtuve una respuesta directa. A mi izquierda escuche a dos de los doctores hablando sobre diálisis. No tenía sentido para mí; Pensé, ¿De qué están hablando? No parecía posible que yo estuviera tan enfermo. No me sentía enfermo. Yo había hecho mi carrera diaria de diez millas en bicicleta esa semana. Acababa de predicar por seis horas durante el fin de semana con toda la energía que siempre tengo. Pensé debían tener el expediente equivocado, que debían estar mirando los síntomas equivocados. Pero esos doctores no estaban en la sala de exámenes equivocada. En un instante, me estaban realizando procedimientos dolorosos, y en poco tiempo, fui admitido para lo que se convertiría en una estancia de diez días. Era confuso y desconcertante, por decir lo menos. No entendía lo que estaba pasando; todo lo que sabía con seguridad era que una tarde tranquila se había vuelto repentinamente muy seria y muy dolorosa. Pero no estaba preparado para lo que estaba por suceder a continuación.

      Casi inmediatamente después de llegar a mi habitación del hospital, entre en un espasmo de cuerpo completo. Nunca podré describírtelo adecuadamente. Este era un dolor que nunca supe que existía, y durante los espasmos el dolor se centraba en la zona de la ingle, donde sentía como si alguien me hubiera pegado con un cuchillo. Los espasmos llegaban con ferocidad cada dos o tres minutos, y cuando venían, gritaba. Cuando tienes miedo, algunas veces gritas buscando

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