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esgrimidor, y los polvos bebidos en vino por Faustina, fué libre de su amor inhonesto; él mismo da otro remedio, á mi ver el más provechoso que se puede hallar, el qual es que quando uno está de amor muy penado, que le casen y junten con quien ama y ansí será libre. Vos, mi buen señor, mirad si alguno destos os hacen al caso, y luégo por obra se ponga: catad que con la brevedad podria haber remedio en lo que de otra manera sería escusado. Asimismo os suplico que me digais qué sentís de mis palabras, y si os he con ellas dado la pena que en mi porfía verdadera poco há recebistes.

      Fler. Son tan diversas vuestras razones, señor Selvago, que bien en ellas se muestra lo mucho que de mi propósito estais ajeno, porque si muy bien mis palabras entendiérades el trabaxo que con tan larga plática habeis rescebido, fuera escusado; mas porque del todo no creais que habeis dado palabras al viento, sabed que el remedio postrimero que señalastes, ó la muerte, lo puede ser de mi pena, que en lo demas no os pido yo cómo del amor fuese apartado, que, como otra vez he dicho, tendrie por mejor la muerte, sino manera alguna para en él largo tiempo permanecer.

      Selv. Tampoco yo quiero que penseis, señor Flerinardo, que por falta de inteligencia repliqué no á vuestro propósito, porque sabed que todavía por veros fuera de semejante pena (aunque más gloria por vos sea llamada), os truxe á la memoria la doctrina de Nason, deseando que, siendo de vos seguida, saliésedes de la tenebregura y oscuridad en que puesto estais, porque claramente pudiésedes ver la diferencia, que de mis buenos consejos á vuestras escusas no justas se señala. Mas, pues tan duro y tenaz en vuestro propósito os mostrais, y veo ser por demas la citola en el molino si el molinero es sordo, no con poca pena habré de seguir vuestra voluntad, poniendo por obra vuestro querer. Una cosa os pido eficazmente, que me señalés quién ansí fué bastante tan repentinamente á subjetar vuestro corazon nunca domado, para del todo ver si la tal pena con razon sustentais.

      Fler. Pláceme, señor, en que os he convencido á lo que tanto deseaba, y por el auxilio que me prometeis, os doy soberanas gracias, quedando en deuda para quando en semejante negocio esteis puesto.

      Selv. En otra cosa me lo podeis pagar si algo fuere, que en eso á buen seguro estoy de no os haber menester. Y porque veais en qué lo estimo, os prometo que tomarie quantos juros y rentas me trujesen pagados á cien mil el millar para quando fueseis enamorado y yo fiador, que no se cumpliese tan presto el término como el del otro que mercó el sayo de seda en Granada por gran precio, pagando un real por cada azotado que sacase la justicia hasta que la postura se cumpliese. Mas dexado agora esto, decidme ya, si querés, quién la señora sea, que lo deseo en estremo saber.

      Fler. Primero os quiero traer á la memoria una historia antigua para que más asegurado satisfaga á vuestra peticion. Sabed, pues, que, como recita Bocacio y ántes dél Valerio, Candaulo, rey de los lidos, demostrando su mujer, que muy hermosa dama era, á un gran amigo suyo llamado Gigés por habérselo rogado mucho, vino que aquel Gigés, muy enamorado de su hermosura, buscó manera para cumplir sus deseos, y viendo ser imposible en vida del Rey, le mató alevosamente, y siendo él poderoso señor, alcanzó lo que tanto deseaba juntamente con el reino. Bien veo ser esto para con vos escusado, mas, porque es de sabios prevenir con tiempo á lo que acaescer puede, lo digo. La señora que de sola su vista me captivó, sabed que quién sea áun yo lo ignoro por causa que lugar para sabello me faltó; mas di el cuidado desto á mi criado Escalion, que acaso comigo entónces, como suelo, lo llevaba, y como él sea un hombre que en este caso ó para una quistion, en el reino dubdo que se halle otro tal, muy confiado en su buena industria, por no dar causa de sospecha á los que pasasen, á mi posada me vine, dexándole á él allá, donde no ha vuelto.

      Selv. Pues así es, envia un paje á saber en qué se detiene, y sea Risdeño mi enano, que muy entendido en cualquier cosa le hallo.

      Fler. Muy bien me parece; hacedle venir aquí.

      Selv. Risdeño, Risdeño.

      Risdeño. Señor.

      Selv. Mira dó te manda que vayas el señor Flerinardo.

      Risd. ¿Es para matar á álguien, por ventura? sea, que mi buena disposicion á más que eso me convida.

      Fler. Vén acá, amigo Risdeño; tú has de ir por el monesterio de la Trinidad y adelante, á do este dia estuvo el que volteó en la maroma, mira acaso si ves á mi criado Escalion por allí, y dirásle que mucho espacio es el suyo para en la priesa que estoy puesto.

      Risd. No más, señor, que yo se lo diré, y si fuese necesario le daré una fraterna; que sin dubda en algun bodegon con alguna dama quintañona se debe haber detenido, como suele.

      Fler. Anda, que no es de los que piensas; mas escusado es, que ves, allí viene.

      Risd. ¡Oh hi de puta, y qué color trae el gentil odre; parece que entró á matar el fuego de Sant Francisco, segun viene de sudando y tiznado! ¿Qué es esto, Escalion? ¿habeis andado á moxinetes y más ruin sois vos con alguna legion de sartenes ó calderas, que por cierto que pareceis poco ménos que moharrache con vuestra cara de membrillo asado en horno de pastelero?

      Escalion. Ea, peonzuelo de axedres, calla, que por el terrible baladro de Merlin hé de os dar un puntapié por esos vientos, que cuando acordeis á caer no valga el real de á cuatro en el reino.

      Selv. Tente, Escalion, ¿no ves que es mi criado?

      Esc. ¡Oh pesar de la gruta de Hércules! ¿y no mirais las afrentas que en la cara me ha dicho el ratoncillo de monja, que juro por el acerado mazafrusto de Sócrates, por ménos que esto suelo yo poblar un nuevo ciminterio, y dar un mes qué hacer á todos los clérigos de un arzobispado?

      Fler. No haya más, Escalion, que bien se ve lo que tú vales; mas dime, yo te ruego, lo que concluido dexas, y si conociste á la causadora de mi pena.

      Esc. ¡Oh pesar de las que en la cara tengo y tal decis! pues ¿era yo por ventura algun niño, que una no nada que me mandábades, no habia de cumplir? Sabed que supe quién eran sus padres y cómo la doncella se llama, y antejuro por la fantasma de la reorpada de una su familiar, que no poco obligada á mi servicio queda.

      Fler. Dime ya ¡oh! por tu fe, mi buen amigo Escalion, lo que tanto deseo, en dos palabras; no uses de tantas circunferencias con quien la soga en la garganta la nueva está esperando.

      Esc. Pues así lo quieres, así sea: sabrás que como de tí me aparté, yo me lancé en su posada de un vuelo, y sin haber quien cuenta me pidiese, yo me voy en la cocina, donde aguardando tiempo, detras de una artesa un rato estuve escondido.

      Risd. ¡Oh, cómo miente el panfarronazo; y aquí el quarto viene todo tiznado, y dice que estuvo tras una artesa!

      Esc. Landrezuela, ¿áun no querés callar? ¿qué estais murmurando entre dientes?

      Fler. Déxale, hermano: prosigue en tu plática.

      Esc. Pues sabréis, señor, que no mucho despues que allí entré, vino á la cocina una dueña honrada, con quien yo otro tiempo tuve conocimiento, que, como yo la vi, salgo á raso, donde despues de muchas pláticas la pregunto quién allí vivie, y quién era una hermosa doncella que á la fenestra que salie á la plazuela habrie una hora estaba en ella puesta; entónces con muy buena voluntad me respondió que la casa era de Polibio.

      Selv. Ya, ya, ya, no más, por vida de todo el mundo, señor Flerinardo, que sois enamorado de Isabela, hija del mismo Polibio, que mi hermana Rosiana muchas veces me ha dicho que es la más gentil dama de este pueblo, con quien ella tiene mucha conversacion y amistad.

      Esc. Voto á rus, bien se ha ordenado, que juro á mi vida sólo pude saber que vive allí Polibio, y lo demas era compuesto.

      Fler. ¿Qué es lo que estás diciendo contigo, Escalion?

      Esc. Digo, señor, que así es como el señor Selvago dice.

      Selv. Pues más os hago saber que tiene muy gran patrimonio para ella,

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