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dices; y pues por aquí es el camino, quando hobieres de ir te podrás entrar por allá.

      Risd. Bien me parece; así se hará, señor.

      Fler. Escalion, tú, Velmonte, quedaos en la posada con los criados del señor Selvago; solamente Risdeño vaya en nuestro seguimiento.

      Esc. Albricias te diera porque ántes habláras: alto como saeta que de la ballesta sale, á la gualtería; me llego á ver el cayro que mi puta Lesbia dende ántes de ayer ha cogido, que bien sé que ha tenido feria con los gancheros de la maderada; pues ñégeme blanca, que hago voto solemne á las cenizas del Ilion troyano si el diablo sea bastante de la sacar de mis manos viva; héla, está á su puerta, con mal ojo me mira, pues mándola yo que aunque le pese ha de hacer virtud. Puta, enhorabuena esteis, si quisiéredes; ¿cómo os ha pasado con la maderada? diréis vos, cada dia viniese; pues hágoos saber que á buen tiempo llegó, que, como el vivir, he menester dos escudos, en que tengo mi espada y broquel empeñado, que juro al santo devoramiento de Jonas, un niño me sacase el alma si quisiese, pues mira si es razon que habiendo yo hecho los escesos que tú bien sabes, que ande las manos en el seno; por tanto, sin más me detener, me da lo que te pido, que mi señor Flerinardo me podrá echar ménos en la posada.

      Lesbia. Por mi vida, Escalion, que tú vienes donoso cada dia con tus pedidos y demandas; mas dime, ¿quál marimaderada, ó qué dices? que así viva yo que no te entiendo.

      Esc. Pues no os me hagais de nuevas, que es Dios mi señor, y no creo en otro, si en él, bofeton os dé que el guante os dexe engastado en lo profundo de los sesos.

      Lesb. Quítate allá, Escalion; muestra tus fieros á quien no te conozca, que viejo es Pedro para cabrero, y muy bien he visto hasta dó llega tu lanza; una vez te hube menester, y en todo el mundo pareciste, con tener contigo un tributo; fin tuvo, que cada dia se llega el tercio; requiérote, ó que mudes la condicion, ó hagas cuenta que no me conocistes, que por los huesos de mi madre, que pudren, que si por tí no fuese, rufo hay en el pueblo que sin le dar blanca alzase las manos á Dios porque yo le hablase, y áun no me faltaria una faldilla cada dos meses de su parte, lo que de tí, de cuatro años acá que te conozco, ni áun una sed de agua no he conocido, sino pelarme las cejas, y áun sobre eso malas gracias.

      Esc. ¿Qué es esto, puta? ¿de quándo acá os nacieron alas? ¿por ventura ha andado Hetorino al oreja, que os igualais y teneis tanto rallo? Pues requiéroos que luégo me deis lo sobredicho; si no, por los bipereos caballos de la gorgona Medusa, cien pasadas en derredor de esta casa haga temblar la tierra, en fin de lo qual tu persona con la de todas tus vecinas sin redencion cruelmente se trague y consuma; por tanto, porque desto seas libre, dame, vida, lo que pido, que en tu servicio se ha de poner, y gastándolo yo, haz cuenta que tú lo gastas.

      Lesb. ¿Con qué? mala rabia me diese que me quitase la vida si yo tal hiciere; y ¿por qué, malos años, por tus ojos los bellidos, has de tener en mí cambio para que tú gastes con bellacas donde te se antoja?

      Esc. ¡Oh pesar de la terrible chimera, y que tal tengo de oir y que no tome venganza de quien me ha causado tal enojo! mas, espera.

      Lesb. Señores, señores, que me mata este rufianazo en mi casa.

      Esc. ¿Rufianazo? bellaca, toma.

      Lesb. ¡Ay, ay, ay! justicia de Dios sobre mí venga si no hiciera que te carguen de leña, don cobardazo, que para mí tienes tú manos.

      Hetorino. ¿Qué es esto, señor Escalion, y qué voces son éstas, Lesbia, que das que decir á todo el barrio?

      Esc. ¡Oh, señor Hetorino, sabed que me ha tratado muy mal de palabras, que yo ántes me quebrára el ojo que poner manos en ella!

      Lesb. ¿Así que esto ha de pasar con este desuellacaras?

      Het. Calla, calla, Lesbia; no des cuenta á muchos, que te están escuchando: vos, señor Escalion, íos de aquí, no se recrezca más mal de lo pasado si viniere algun alguacil, al instante.

      Esc. Sea como mandáredes, que, en fin, no se gana honra con una mujer.

      Lesb. Anda, anda, rufianazo; plega á Dios que á la puerta halles quien te saque el alma.

      Esc. ¡Oh pesar del mundo malo, y tal tengo de sufrir! Dexadme, señor Hetorino, que no creo sino en Dios si tajadas no la hago á puntillazos.

      Het. No harás, por mi vida, sino que nos vamos, que viene gente.

      Esc. Agora sea como quisiéredes; mas sabed que me haceis agravio, que estas tales, si no es con su daño, no se pueden tolerar.

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