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tanto que puso como hombre la vida

      En muerte, quiriendo ser su redemptor.

      De donde parece que todos debemos

      Abrir nuestros ojos, huyendo los vicios,

      Dexando los torpes y malos indicios,

      Do siempre metidos y puestos nos vemos:

      En ellos, pues cierta la muerte tenemos,

      Volvamos la rienda sin más tener calma,

      En donde se salve y remedie nuestr’alma,

      Y no se confunda tal bien, pues podemos.

      No parte pequeña de nuestro pecar

      Tomó para sí la carne dañosa

      En ser á los cuerpos cruel y penosa,

      Andando contino por los trabucar:

      No pueden con ellos seguros estar,

      Ni ménos alivio pequeño tener,

      Osando sus fuerzas en contra poner,

      Soborna sus partes á la sustentar.

      En estas sibílicas guerras buscamos,

      No fuerza, mas arte por nuestra flaqueza,

      Teniendo con ellos pocos fortaleza,

      Osando á las veces con honra quedamos:

      Los hechos extraños por esto buscamos,

      En donde sus males se ponen y penas,

      Do siempre sacamos materias muy buenas;

      Obrando por ellas muy bien nos hallamos.

      Si bien se notase, por esto van dando

      Varones humanos los tales tratados,

      Por esto yo mando mis cinco cornados

      Al templo sublime que van levantando:

      Teniendo, pues, pena por irse mostrando

      Rugosas sus faltas, siendo descubierto

      Intento con esto surgir en el puerto,

      A todos por ellas perdon demandando.

       Índice

      Floribus hoc: plenum: varijs varioque lepore

      nectare et ambrosia: perlege lector opus.

      Dat tibi Seluagiam: per doctus Seluagus auctor.

      Nerigidum Nasum rhino cirotis agas.

      Panditur hic cæcum cæci velamen amoris.

      Si sapis: hic cernis quaeque cauenda tibi.

      Frange leues arcus: crudeles frange sagittas

      iam pharetrate puer: si tua damna patent.

      Quid precor in sacro numero numerare deorum.

      Si tua quis longe numina vana probat.

      Edocet Alfonsus: tacite quot vulnera confers.

      Iurgia quod fraudes: et sine lege dolos.

      Prodocet et scillan veneris vastamque charibdin:

      quo vebit infirmam parua inuenta ratem.

      Vade liber felix totum relegende per orbem:

      det rogo terra tibi: det rogo limpha viam.

       Índice

      Un caballero llamado Flerinardo, generoso y de abundante patrimonio, vino de la Nueva España en esta ciudad, donde un dia por ella ruando, como acaso pasase por casa de un caballero anciano llamado Polibio, de una fenestra della vido una fermosa doncella, de la qual excesivamente fué enamorado. Pues como le fué dicho el tal Polibio tener una muy apuesta hija, cuyo nombre era Isabela, y la tal fenestra fuese de su aposento, creyendo ser la mesma Isabela la que visto habia, por caballero de su amor se intitulaba. Donde, dando parte á un gran amigo suyo, caballero de illustre prosapia, llamado Selvago, de su crescida pena, sucedió que el mesmo Selvago, teniendo deseo de ver quién á su amigo tan subjeto y captivo le tenía, cumpliendo un dia su propósito y viéndola, no pudiendo su libertad someter á lo que á la verdadera amistad de Flerinardo debia, grandes cuitas y mortales deseos á su causa padesce, tanto que fué puesto en grave enfermedad. Pues veniendo su gran amigo Flerinardo en presencia de su hermana Rosiana, llamada á visitarle, conoció que la tal Rosiana era la que en la fenestra de Polibio habia visto, y no Isabela, como se pensaba, porque acaso, como hubiese amistad entre las dos doncellas, aquel dia se habian juntas recreado, lo cual como á Selvago fuese dicho, con excesivo placer, porque abiertamente osaria amar á Isabela, de su tan grave enfermedad fué sano, donde poniendo en el negocio una vieja astuta, cuyo nombre era Dolosina, cumplieron enteramente sus deseos, siendo primero desposados por palabras de futuro, lo que de á poco, con licencia de sus padres, se puso por obra, pasando lo mesmo de Flerinardo con Rosiana. Pues estando el dia que las bodas se solenizaban con gran regocijo, vino un maestro de la Nueva España, que habia sido de Flerinardo, el cual declaró cómo el mesmo Flerinardo era hijo único de Polibio, padre tambien de Isabela, que de chico, con un tio suyo, en aquellas tierras se habia partido; con las quales nuevas, todos muy gozosos, quedando dos hermanos con dos hermanas juntos en matrimonio, se dará fin á la comedia.

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      En que Flerinardo, noble caballero, siendo captivo del amor de Rosiana, illustre doncella, la qual en una fenestra vido, dexando cargo á un su siervo llamado Escalion para que se certificase de quién la dama fuese, él, en su posada, de su ventura gravemente se lamenta; donde acaso veniéndole á visitar un su gran amigo, cuyo nombre era Selvago, y sabida la causa de su pena, por evidentes razones y grandes exemplos de su propósito apartarle procura, lo que no pudiendo con él acabar, su favor le promete en el caso. Escalion viene diciendo ser la fenestra en que la doncella por su señor habie sido vista, del aposento de Isabela. Donde se sigue que pensando Flerinardo ser la mesma Isabela la que su corazon habia robado, más firme en su propósito, la procura servir, ordenando nuevas invenciones para poner en obra su deseo. Introdúcense:

      FLERINARDO. — SELVAGO. — RISDEÑO. — ESCALION.

      Flerinardo. Resuenen ya mis enormes y rabiosas querellas, rompiendo el velo del sufrimiento con que hasta hoy forzosamente han sido detenidas. Penetren los encumbrados cielos mis fuertes y congojosos clamores, forzando su fuerza sin ella por haber sido forzada con acaescimiento tan desastrado y fuerte. Maticen los delicados aires mis muchas y dolorosas lágrimas, de miserables y profundos sospiros esmaltadas. Descúbranse los furibundos alaridos, quebrantando los claustros y encerramientos que tanto tiempo han tenido, esparzan con su ligero ímpetu las delicadas exhalaciones de que el no domable corazon solie ser cercado. Apártese de mí todo contento, pues gloria sin ella, por haberla tenido, mis míseros sentidos han gozado. Dolor, angustia y pena procuren de hoy más mi compañía, quieran con querer lo que mi contraria ventura no queriendo quiso. Apercíbase mi pequeña fortaleza para tan horrenda batalla como comenzar quiere; descubra sus insignias y estandartes de clemencia, poniéndose los soldados de servicios en alarde de rompimiento. Resuenen los roncos atambores con querellosos zumbidos, los tiros mensajeros penetren con fuertes dislates los túrbidos vientos y municiones de majestad contraria; los ligeros dardos

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