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y la persona a la que yo llamo «graciador». Esta es la diferencia: los abusadores alimentan su pecado, mientras que los graciadores luchan contra él. El graciador puede actuar mal, incluso horriblemente mal, pero lo admite, busca que lo perdonen y, en consecuencia, cambia activamente sus pensamientos, palabras y acciones (solo como aclaración, no estoy diciendo que el «graciador» es necesariamente cristiano. Dios otorga lo que comúnmente llamamos «gracia común», que restringe a las personas para que no tomen malas decisiones y las influencia para que decidan bien, aun si no lo reconocen a Él ni a Su actividad. Por ejemplo, todos nosotros tenemos una conciencia dada por Dios [Romanos 2:14–16]).

      Cuando el graciador reflexiona, admite sus faltas y se arrepiente de verdad: cambia el curso de su actitud y sus acciones. El abusador, en muchos casos, es demasiado orgulloso y engañador como para pedir perdón de verdad. Si llega a pedir disculpas, es porque lo descubrieron, quiere conseguir una confianza que no merece o pretende jugar con tu cabeza.

      El graciador trabaja con humildad para mejorar. El abusador no lo hace. Puede mostrar un cambio aparente o una mejoría temporal, pero a la larga vuelve a sus sendas abusivas. Es como la persona que Jesús describe en Lucas 11:24–26, que, luego de ser librada de un espíritu inmundo, asea su alma con sus propios méritos y orgullo, pero después vuelve a ser poseída y cae en un estado aún peor que el de antes. De la misma manera, el abusador puede limpiar su actuar por un tiempo, para después reincidir en pecados peores que los de antes. El libro de Proverbios nos advierte que «Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad» (Proverbios 26:11), y esa clase de necedad repetitiva tiene consecuencias catastróficas.

      En contraste, el graciador no insiste en limpiarse de su actuar por sí mismo. Sacrifica su orgullo y acepta ayuda para reparar la relación. Los abusadores rara vez tienen la humildad suficiente para buscar consejería, pues eso sería admitir debilidades o fallas. Recalcan que no tienen ningún problema o afirman que se pueden arreglar a sí mismos.

      La diferencia entre el graciador y el abusador no siempre es tan clara como la del héroe versus el villano, la de la luz versus la oscuridad o la de un jedi versus un sith. Puede que encuentres a un graciador tatuado en un bar a las 2 de la madrugada y a un abusador sentado en la banca de la iglesia el domingo en la mañana.

      Entonces, ¿cómo podemos empezar a distinguirlos? Gálatas 5 describe «el fruto del Espíritu», que es el conjunto de atributos que Dios cultiva en Su pueblo. Pero en este contexto, también es esclarecedor para ayudarnos a distinguir, de modo general, entre las personas que tienden al pecado crónico y las que tienden hacia la gracia.

      Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

       (Gálatas 5:22–23)

      Es fascinante notar que los abusadores a menudo presentan comportamientos que son totalmente opuestos a estos.

      El amor vs. la apatía y el odio

      El abusador no ama en el sentido bíblico y abnegado. Aunque afirma amar, su forma de relacionarse conlleva niveles tóxicos de elementos como la manipulación, el control, la obsesión, la adicción, el engaño, la culpabilización, el narcisismo, el orgullo y el egocentrismo. Es posible que no incorporen todas esas características negativas, pero estas personas escogen algunos vicios y los perfeccionan de forma magistral.

      El graciador ama a los demás más que su pecado y su orgullo. Está dispuesto a sacrificarse por los demás en vez de exigir constantemente que los demás se sacrifiquen por él. Hace esfuerzos activos por mantener relaciones positivas y evita herir los sentimientos de los demás. No dicta las aspiraciones y los objetivos de los demás, sino que promueve los talentos y deseos saludables que Dios les ha dado, y los influencia en la dirección correcta.

      El gozo y la paz vs. la insatisfacción

      Para el abusador, resulta difícil gozarse en cosas que no satisfacen sus necesidades. Se muestra insaciable, descontento, siempre anhelando cosas inalcanzables. Mientras más intentas complacerlo, más sube la vara. Tu amor nunca será suficiente, no por alguna falta tuya, sino porque es un hoyo negro en el plano emocional que siempre aspira, pero nunca se llena.

      El graciador se goza en tus logros y talentos. Tu felicidad influencia su felicidad. Te prioriza y aparta tiempo para estar contigo. Mantener y construir la relación contigo le da gozo y satisfacción.

      La paciencia vs. la impaciencia y la intolerancia

      Con frecuencia, los abusadores carecen de paciencia y empatía. Hacer cosas que no les interesan por el bien de los demás no es su fuerte. Pueden ser extremadamente pacientes cuando se trata de sus propios pasatiempos, pero si les pides sentarse y hacer algo que no disfrutan, es probable que encuentres resistencia. Muchos abusadores también son intolerantes. En sus corazones sienten un aprecio especial por destruir a los demás debido a su género, religión, raza, nivel socioeconómico u otra razón. Son amargos, indolentes, impacientes e intolerantes.

      Por su parte, el graciador puede encontrar que tu pasatiempo es aburrido, pero le da una oportunidad, aunque solo sea por pasar tiempo contigo. Incluso puede tener algunos prejuicios, pero llega a reconocer que son incorrectos y trabaja para superarlos. Te perdona por cometer errores y pide perdón por los suyos. Disciplina a sus hijos por amor, no por enojo; ayuda a su cónyuge con sus proyectos y los deberes del hogar, y es capaz de ejercer dominio propio.

      La benignidad vs. el egoísmo

      Se podría decir que el egoísmo es el sello distintivo del abusador. Entablan amistades con personas que creen poder utilizar. Se inflan a expensas de los demás. He visto a abusadores que procuran posiciones de enseñanza en iglesias y escuelas, no porque les guste enseñar, sino porque disfrutan tener autoridad y confianza inmerecida. He visto a abusadores que viven como parásitos: malgastan el salario de su pareja y al mismo tiempo se niegan a ayudar en la casa, criar a los hijos, conseguir un trabajo o contribuir algo positivo a la relación.

      El abusador se aprovecha de la gente que lo ama y la usa como medios para lograr un fin: inflar su ego, alimentar su estilo de vida anómalo, llenar su billetera o satisfacer sus deseos sexuales. Un padre abusivo puede asfixiar a su hijo con responsabilidades para hacerlo sentir deficiente o negarse a enseñarle cualquier responsabilidad para hacerlo sentir inepto. Cuando parece que está siendo amable, casi siempre hay una segunda intención.

      Por el otro lado, el graciador está dispuesto a servir. Disfruta preocuparse de los demás y desea que su matrimonio llegue a un nivel más profundo. Consulta con su cónyuge antes de tomar decisiones importantes, y lo hace sentir considerado y respetado. No le niega a su cónyuge las relaciones sexuales para avergonzarlo o manipularlo, pero tampoco insiste en tener relaciones íntimas con las que su pareja no se siente cómoda. Desea que su matrimonio sea mutuamente satisfactorio, no desequilibrado en el plano emocional.

      La bondad vs. el pecado y la corrupción

      Mientras que el graciador está avergonzado de sus vicios, el abusador marina su corazón voluntariamente en el pecado. Es posible que mejore superficialmente luego de recibir consejería o correcciones, pero solo por un tiempo, o mientras continúa practicando el pecado en secreto.

      Los abusadores amparan y fomentan su pecado. De hecho, su pecado puede volverse tan poderoso que pasa a formar parte de su identidad. Hay una frase pegajosa: «Ama al pecador, pero odia el pecado». Sin embargo, ese concepto no funciona cuando alguien está tan enamorado de su disfuncionalidad que esta se ha transformado en lo que esa persona es. Es imposible ayudar a alguien que no quiere recibir ayuda. Es imposible tener una relación saludable con alguien que ama más su pecado que lo que te ama a ti.

      La fidelidad vs. la traición

      Muchos abusadores florecen cuando engañan a la gente. Les encanta embaucar a los demás y hacerlos creer que son amables, rectos o confiables. Disfrutan la influencia y el control, ¿y qué mejor forma de controlar a alguien que engañarlo para que les crea?

      Los pecados sexuales son un vicio común, así que no es sorprendente que los abusadores suelan convertir las desviaciones sexuales en un pasatiempo. Es posible que abusen sexualmente a su pareja,

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