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deireadh a fheiceáil ar an ghrian na huaireanta céanna beidh muid a fheiceáil ar an ghealach23.

      Aïne abrió el pequeño bolso de cuero negro, que colgaba de la cuerda alrededor de su cintura, y de ahí extrajo una semilla. Desde atrás, Síle se acercó a ella sosteniendo un pequeño recipiente de cerámica vacío. Aïne puso una de sus manos suspendida a unos centímetros de distancia, cerró sus ojos e invocó a su elemento. De a poco, el recipiente se llenó hasta el tope de tierra fresca y húmeda. Con la otra mano, Aïne dejó la semilla dentro y la cubrió, mientras, en murmullos, agradecía a los dioses y diosas la nueva etapa de fecundidad que traía Ostara. Una vez que hubo terminado, tomó el recipiente y lo mostró en alto a los clanes:

      An Dia Sun dteagmháil leis an gcroí an bandia Máthair Domhan.An torthúil agus a ghlacadh teas, dúiseacht an saol ann24.

      Los elementales repitieron tres veces las palabras de Aïne. Luego, volvió a entregarle el recipiente a Síle, que lo llevó hasta el altar de piedra. Se quedaron en silencio mientras esperaban a que desaparecieran los últimos rayos del sol. Y cuando vieron la luna aparecer en el cielo, el bodhrán empezó a sonar: “Hermanas, hermanos… ¡a celebrar!”.

      Comieron brotes de verduras hojosas y otros platos decorados con flores que representaban la abundancia de la primavera, mientras llenaban jarrones con vino, jugos de frutas y té de hierbas. La música no se detuvo en ningún momento. Al latido vibrante del bodhrán se le añadió el tono agudo del violín, que transmitía euforia y melancolía. Algunos bailaban tomados del brazo, trazando figuras; otros preferían comer y beber. La noche se entremezcló de música y vino hasta que llegó el momento en el que todos, incluso Aïne, se entregaron al festejo de Ostara.

      También Máira bailó y rio, aunque una vibra extraña y ajena la rondaba. Si bien Ostara era una festividad animada, parecía como si todas las energías se concentraran en esa noche, sin barreras. Caminó entre los demás elementales, entre la fiebre de la alegría mezclada con el vino. Sonrió, bailó, pero sobre todo observó. De pronto, una sensación de déjà vu la envolvió. Se sintió nuevamente dentro de su sueño. Pero esta vez era de verdad. ¿Sería posible que Aïne tuviera razón, que se hubiera tratado de una premonición? Si era así, el joven de ojos oscuros y sonrisa amplia estaba a punto de aparecer. Máira dudó. No supo qué hacer: ir al crannog y evitar cualquier posible encuentro con él o quedarse para ver qué sucedería. Algo en su interior le decía que quizás Aïne estaba en lo cierto no solo respecto a la visión, sino además del peligro que implicaba un encuentro con un mortal. Pero la curiosidad la embargaba. Necesitaba saber quién era ese joven, cómo podría haber llegado hasta ellos y, en especial, qué vínculo tenía con ella como para haberla encontrado primero en sueños.

      “Es Ostara”, pensó finalmente, “nada malo puede nacer en Ostara”.

      Giró sobre sus talones, dio una vuelta completa y su vestido se abrió en pliegues. Cuando se detuvo, un poco mareada, la profecía se cumplió: un par de ojos negros se asomaron escondidos entre la gente. Luego, apareció una sonrisa ancha de dientes imperfectos. Ella caminó y él la siguió; primero con la mirada, después entre bailes, aplausos y risas.

      Él se acercaba y alejaba.

      Aparecía y desaparecía.

      Bailaba en compañía del violín y el bodhrán.

      Entonces, Máira recordó: “Seguir su juego para entrar en él”.

      Se acercó, se alejó de él.

      Apareció, desapareció.

      Bailó con el violín y el bodhrán.

      Hasta que los dos se detuvieron, uno frente al otro, y Máira creyó que la vida entera se detenía; esta y la del Otro Mundo. Él no se lo dijo, pero ella veía más allá: se encontraban en el mismo lugar.

      —Dia duit25.

      —Cé go bhfuil tú? Cá bhfuil tú ó? Conas a fuair tú anseo? 26

      —Glacfar go leor ceisteanna27 –hablaba con alegría en su mirada y Máira pensó que tenía el aura más bella que había visto jamás.

      —Tá siad simplí28.

      —Tá mé... fear óg atá ag iarraidh chun freastal ar29 –le dijo mientras volvía a seguir el ritmo del bodhrán, que era festivo como la primavera.

      Pero Máira quería respuestas concretas. Esa era la única forma que tenía para callar las palabras de Aïne, que soplaban helado sobre su nuca.

      Le contó que venía de una aldea cercana y que, justo cuando ya terminaba su jornada de trabajo, escuchó el bodhrán a lo lejos; luego, el violín. Como todo clan celta, el suyo también celebraría Ostara, así que estaba de dorado y verde, vestido para la ocasión. Él le mostró su atuendo con una reverencia y Máira sintió alivio porque, de lo contrario, ya lo habrían reconocido. “Y si fuera así, ¿qué le sucedería? ¿Qué le haría Aïne?”.

      Debía sacarlo de ahí.

      Le dijo que era peligroso, que su clan no recibía bien a los forasteros. Él la miró con una sonrisa: “Pero yo no soy un forastero. Nosotros nos conocemos”. Ella se detuvo, se ancló directo a la tierra. “Si no, ¿de qué otra forma podría sentir esto?”, le preguntó y, por primera vez, apagó la sonrisa y la miró como si no existiera nada más a su alrededor.

      “¡Máira!”… La voz de Aïne llegó de lejos, como un eco del pasado. Debía procurar que se fuera rápidamente de ahí, su hermana no podía verlo. “Debes irte”, le dijo mientras lo empujaba hacia el bosque. “¿Te volveré a ver?”. “No. No sé. No ahora”, le dijo cuando en verdad quería decirle que sí, que bailarían, conversarían y se reirían juntos. Pero su nombre en la voz de Aïne continuaba, se acercaba cada vez más. Miró hacia atrás y vio a su hermana a unos cinco metros de distancia. “No lo ha visto”, pensó. “Si lo hubiera hecho, la celebración se habría detenido”.

      Se volvió hacia él y le dijo que se fuera porque su presencia ahí era peligrosa. Él tomó su mano y le pidió un nombre, solo un nombre. “Máira”, dijo ella. Él llevó su mano a los labios y la besó: “El mío es Morholt. Y volveré por ti”.

      6 “¿Te encuentras bien?”.

      7 “Hablabas en sueños”.

      8 “Necesito salir”.

      9 “¿Qué es lo que te turba, hermana?”.

      10 “Sabes que puedes confiar en mí”.

      11 “¿Por qué sonríes? No lo hagas. Nada bueno podemos esperar de los seres humanos”.

      12 “Más que un sueño, parece una de tus premoniciones”.

      13 “¿Por qué lo dices?”.

      14 “Porque los sueños fluyen en tu mente y te dejan dormir; en cambio, con las premoniciones actúas de modo distinto”.

      15 “Si fuera una premonición, no la sentí como algo malo”.

      16 “¿Eso le dijiste?”.

      17 “Sí, porque es cierto: no sabemos con certeza si fue una premonición”.

      18 “¿Por qué otra razón habrías soñado con un mortal al que ni siquiera conoces?”.

      19 “¿Tuviste una visión de un ser humano? ¿Acá? ¿Entre nosotros?”.

      20 “Y si aparece, ¿qué pretendes hacer?”.

      21 “¿Si aparece quién?”.

      22 “Bien, llegó la hora de terminar con los preparativos”.

      23 “Ostara es tiempo de esperanza. Lo que es arriba, es abajo. / El calor de la primavera se llevará el frío y la oscuridad, para dar paso a la luz. / Ahora viene el equilibrio y la abundancia. / Ahora, no más noches largas y días cortos. / Por fin veremos al Sol

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