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Daniel. Una guía para el estudioso. William H. Shea
Читать онлайн.Название Daniel. Una guía para el estudioso
Год выпуска 0
isbn 9789875678569
Автор произведения William H. Shea
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Como Natán ante David, Daniel cumplió de mala gana su asignación. Con tacto, señaló que el sueño se aplicaba a Nabucodonosor. Pero atenuó la palabra profética con su preocupación por el rey, “Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren” (vers. 19). Antes que Dios le diera la interpretación, Daniel probablemente también pensó que el sueño se aplicaba a los enemigos de Nabucodonosor. Ciertamente eso es lo que los otros sabios habían pensado. Sin embargo, una vez que Dios le habló, Daniel no podía hacer nada más que aclarar las cosas y presentar el mensaje de Dios al rey.
Después de describir el enorme árbol, Daniel dijo, “Tú mismo eres, oh rey” (vers. 22). Esta parte del mensaje no era tan difícil porque podía extenderse en alabar la fortaleza y grandeza del rey-árbol. Pero vino la parte más difícil, que se encontraba en el segundo acto del sueño:
“Te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere” (vers. 25).
Daniel no terminó su sermón profético sin ofrecer esperanza. La profecía incluía restauración como su elemento final. Daniel concluyó con una apelación al rey, llamándolo al arrepentimiento:
“Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad” (vers. 27).
Daniel no apeló al rey por un arrepentimiento de palabras; demandó acciones que correspondieran a la profundidad y sinceridad de su arrepentimiento. Demandó buenas acciones y restauración. En el nombre de los oprimidos, Daniel desafió a este temible conquistador que había sembrado tanta destrucción por todo el Cercano Oriente. Nabucodonosor había oprimido a otros hasta el límite; ahora tenía la oportunidad de rehacer esos males y corregirlos. Tenía el poder para hacerlo. La pregunta era: ¿Lo haría?
El sueño y el llamado del profeta apeló al arrepentimiento, la confesión y la restauración del rey. Las hazañas militares de Nabucodonosor eran sobresalientes; ¿podría ahora dejar un registro de restauración tras esas conquistas en los anales de la historia? Se necesitaría de un gran hombre, un hombre humilde para hacer eso. Pero si Nabucodonosor no era lo suficientemente humilde para hacerlo, Dios tendría que humillarlo.
LOS RESULTADOS
Los mismos reyes de Judá no se arrepentían de sus indiscreciones, mismas que los estaban llevando en picada hacia el exilio de su pueblo. ¿Podemos, entonces, esperar que un rey pagano como Nabucodonosor se arrepintiera en respuesta a la apelación de un profeta? Piense usted lo que implicaría un arrepentimiento tal.
El rey estaría admitiendo que no debería haber efectuado las conquistas que realizó; que la opresión que había impuesto sobre los varios países del antiguo Medio Oriente no debió haber sido aplicada; que no debió haber puesto en la cárcel a los prisioneros de guerra; que los exiliados, tal como el profeta que tenía delante de sí, no debieron haber sido traídos a Babilonia y que debieron haber sido devueltos a sus propias tierras. En esencia, el rey estaría diciendo que una gran parte de lo que había logrado como rey, sus más grandes proezas, estaban mal. Se hubiera necesitado ser un hombre verdaderamente humilde para admitir eso, y Nabucodonosor no tenía ni el valor ni la disposición para la tarea. No se postraría en arrepentimiento.
Si bien rechazó someterse a Dios cuando el Señor apeló a él a través de Daniel y la interpretación del sueño, Nabucodonosor recibió tiempo adicional para pensarlo. Dios le dio mucho tiempo. Le dio todo un año. Con todo, Nabucodonosor no cedía ni se arrepentía. Un año después, el rey caminaba sobre el terrado de su palacio. Tal vez hasta estaba pensando acerca del impresionante sueño que había tenido un año antes (vers. 29). Su respuesta de rechazo obstinado a la apelación del profeta se mantenía imperturbable.
Es interesante la forma en la que el rey expresó su rechazo. Lo manifestó mediante una declaración de orgullo jactancioso: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” (vers. 30).
¿Había algún fundamento real para esta vanagloria? Sí, mucho. Nabucodonosor había engrandecido y embellecido Babilonia en gran escala. Antes de su tiempo, la ciudad consistía mayormente de un área más reducida —“la ciudad interior” o porción central. Nabucodonosor agregó una nueva línea de murallas exteriores. Esto trajo como consecuencia tanto el fortalecimiento de las defensas de la ciudad como el aumento de su tamaño. En el interior de estas murallas exteriores, el rey construyó un nuevo palacio. También construyó la sección occidental de la ciudad al otro lado del río Éufrates. Sabemos que fue el responsable de una buena parte de esta construcción por los miles y miles de ladrillos rotos que sobreviven en las ruinas de la antigua Babilonia y que tienen el nombre de Nabucodonosor inscrito sobre ellos.
Además de la construcción física de la ciudad de Babilonia, Nabucodonosor también transformó la nación en un imperio debido a sus conquistas políticas y militares. Su padre, Nabopolasar, se libró el yugo asirio, permitiendo a las fuerzas babilónicas emprender campañas más abarcantes. Pero fue su hijo, Nabucodonosor, quien concretó en un imperio las conquistas logradas mediante aquellas campañas.
También hay que considerar la extensión del reinado de Nabucodonosor. La fundación del Imperio Neobabilónico puede fecharse en el año 605 a.C., el año en que Nabucodonosor subió al trono. La caída de este imperio puede fijarse en el 539 a.C., el año cuando el ejército medopersa conquistó Babilonia. Siendo que Nabucodonosor reinó por cuarenta y tres años, su gobierno se extendió aproximadamente sobre dos terceras partes del total del periodo de existencia del Imperio Neobabilónico.
Por lo tanto, Nabucodonosor tenía razones concretas para glorificarse de sus logros en cuanto a la construcción de la ciudad de Babilonia, la construcción de un imperio, y la duración de su gobierno. Hay, sin embargo, otro aspecto de sus logros, un lado más oscuro. Si las prácticas asirias sirven de ejemplo, mucho de la construcción de Babilonia se llevó a cabo por obreros esclavos capturados en las distintas campañas militares. La extensión del imperio de Nabucodonosor reportó un alto costo en vidas humanas tanto de las naciones derrotadas como de sus propios soldados muertos en batalla.
Se ha creído que el reinado de Nabucodonosor fue largo e ininterrumpido. Pero ahora que poseemos los anales de sus primeros once años de reinado, sabemos que en su décimo año se levantó una revuelta contra él en Babilonia. ¡Esta revuelta fue tan seria que incluso en el palacio hubo peleas cuerpo a cuerpo en las que el mismo rey se vio involucrado! Los logros de Nabucodonosor pudieron haber sido impresionantes, pero se consiguieron mediante un alto precio para muchos de sus súbditos, algunos de los cuales no eran completamente pacíficos y del todo receptivos a su gobierno.
A pesar del sufrimiento que se pagó por sus proyectos, Nabucodonosor aún podía