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e ignorancia respecto al verdadero Dios (vers. 22-24).

      De hecho, Belsasar y su padre, Nabonido, habían escogido deliberadamente adorar otros dioses. Adoraban no solo a Marduk, el dios regular y prominente de Babilonia, sino también a Sin, la diosa de la Luna. Nabonido era un devoto especial de esta diosa. Seleccionó templos de la diosa de la Luna para reconstruir y remanufacturar en Siria como en Babilonia. Incluso construyó un templo para Sin en Arabia.

      Resulta interesante ver esta conexión con la diosa de la Luna a la luz de los eventos ocurridos en Babilonia esa noche de octubre que la ciudad fue tomada. El asalto final persa contra Babilonia comenzó en la noche del día decimoquinto de Tishri y fue completado por la mañana del día decimosexto (el día babilónico se extendía de puesta de sol a puesta de sol). En la noche del decimoquinto día de un mes lunar como Tishri, la Luna llena habría estado radiante. Por lo tanto, Babilonia cayó cuando Sin, la diosa de la Luna, estaba en su apogeo. Aunque había sido elevada por Nabonido a una posición de prominencia en el panteón babilónico, la diosa de la luna no tenía poder contra el decreto de Yahweh, el verdadero Dios, quien había predicho la derrota de Babilonia por los medos y persas. Quedó claro que el poder de Dios es soberano sobre todos los elementos de la naturaleza y el hombre. Nada podría desviarlo del cumplimiento de sus propósitos; ciertamente no el poder (¡o debilidad!) de la falsa diosa de la Luna.

      Estos eventos ponen de manifiesto otro detalle interesante en términos del calendario. El mes de Tishri era el séptimo mes tanto del calendario judío como del babilónico. La fiesta hebrea del Yom Kippur, el Día de la Expiación, ocurría en el día décimo de Tishri. En otras palabras, el Día de la Expiación judío ocurrió justo cinco días antes de la caída de la ciudad de Babilonia. Cuando Daniel leyó la escritura en la pared, interpretó el significado de la tercera palabra ahí escrita, tekel, como queriendo decir: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto” (vers. 27). El verbo aquí se encuentra en tiempo pasado: “pesado has sido”. ¿Cuando pudo Dios haber emitido semejante juicio contra Babilonia? De todos los días en el calendario judío, el Día de la Expiación era el día del juicio por excelencia. Era un día de juicio en el campamento del antiguo Israel, y aún es considerado como un día de juicio en los ritos modernos de la sinagoga. No habría tiempo más apropiado para que Dios pronunciara juicio sobre Babilonia y Belsasar que el Día de la Expiación, el cual precedió a la caída del reino por solo cinco días.

      En realidad fueron cuatro palabras las que se escribieron sobre la pared (vers. 25). Las primeras dos eran la misma pero repetida: mene. Esta palabra significaba, según Daniel: “Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin” (vers. 26). Es interesante que esta palabra fuera repetida. Esto puede ser significativo en términos de los dos gobernantes Nabonido y Belsasar, quienes gobernaron juntos sobre el mismo trono al mismo tiempo. El uno no sobreviviría al otro para continuar gobernando; el reino de los dos vendría a su fin a la misma vez: Belsasar a través de la muerte, y Nabonido a través de la derrota y el exilio.

      Ya hemos visto la tercera palabra escrita en la pared, tekel, y su significado. Uparsin, la cuarta y última palabra, hablaba del poder que recibiría el reino cuando la dinastía caldea cayera. Uparsin se refería a los persas; el Imperio Medopersa se expandiría e incorporaría en sí lo que anteriormente pertenecía a Babilonia. O como Daniel lo había interpretado, “Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas” (vers. 28).

      La conquista de Babilonia por el ejército medopersa es descrita por el historiador griego, Herodoto, quien visitó la región un siglo después de los acontecimientos. Los habitantes le contaron que los persas desviaron el río Éufrates y luego marcharon hacia la ciudad por el lecho del río, evitando así el intrincado sistema de murallas de la fortaleza (The Histories [Las historias], tomo 1, pp. 189-192). Todo esto ocurrió en Tishri, el mes que llamamos octubre. Ese es el mes en el que el río Éufrates está a su nivel más bajo. Por lo tanto, no resulta enteramente claro cuánta agua tuvieron los persas que desviar del río. De cualquier manera, lograron entrar a la ciudad a través del lecho del río.

      Aún quedaba el obstáculo de las puertas de la ciudad en los muelles a los lados del río. Probablemente su defensa no era muy pesada, pero los persas con todo tendrían que haberlas abierto a la fuerza. La pregunta es ¿cómo?

      La teoría más prevalente es que un grupo de traidores en la ciudad, compuesto de babilonios disgustados con el gobierno de Nabonido, estuvieron dispuestos a abrir las puertas para sus libertadores. Nabonido era un rey impopular, y existen textos, escritos después de la caída de Babilonia, que incluso sugieren que estaba loco. Desde luego, esto bien puede ser propaganda medopersa para asegurar una aceptación rápida entre el populacho. Pero una respuesta de cómo los persas pudieron abrir una brecha en las murallas de la ciudad a lo largo del río es que traidores dentro de la ciudad voluntariamente las abrieron.

      Puede sugerirse otra posibilidad, partiendo de Isaías 45:1-3, donde Dios promete ir delante de las tropas de Ciro y entregar a Babilonia en sus manos:

      “Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre”.

      Esta singular profecía ha sido una piedra de tropiezo para los intérpretes críticos de la Biblia. Ellos no pueden ver cómo Isaías, quien vivió en el siglo octavo a.C., podría profetizar tan específicamente respecto de estos eventos que no ocurrieron sino hasta el siglo sexto a.C. La profecía incluso llama a Ciro por nombre casi dos siglos antes de que él realizara estos hechos. A fin de ajustar estos hechos con su entendimiento de cómo las Escrituras fueron escritas, algunos intérpretes hipotetizaron un “segundo Isaías” que vivió en el siglo sexto a.C., y que habría conocido de estos eventos y el nombre de Ciro.

      Para aquellos que creen que la Escritura es inspirada por Dios, sin embargo, esta profecía sencillamente es una evidencia de su destacada presciencia y de cómo Dios decidió dar este conocimiento a sus siervos los profetas. Con tales evidencias de que Dios habla a través de sus profetas, ¡qué fe deberíamos tener en la Palabra de Dios dicha mediante ellos!

      Cuando Dios profetiza eventos que han de ocurrir en la historia humana, puede valerse de una variedad de medios para producirlos. Puede simplemente prever lo que los actores humanos harán en el escenario de la historia, pero en otras ocasiones Dios interviene más directamente. Vemos esa intervención claramente en ciertos lugares en el libro de Daniel, especialmente en los capítulos 3 y 6, los cuales estudiaremos en el siguiente capítulo de esta obra.

      En el capítulo 5, la misteriosa escritura que apareció a Belsasar en la pared era un claro ejemplo de la intervención directa y milagrosa de Dios en la experiencia humana. Todos los presentes en la fiesta supieron que esa escritura era sobrenatural en su origen. Ningún artista babilónico pintó esas palabras en la pared; fue, o bien un ángel o Dios mismo. Y si Dios intervino tan directamente en el palacio de Belsasar, entonces existe la distinta posibilidad de que él o su ángel actuara de manera similar con los cerrojos de las puertas del río hacia la entrada de la ciudad.

      Ciertamente Dios envió a su ángel a que abriera milagrosamente las puertas de la prisión para libertar a Pedro (Hechos 12:10). Entonces, quizás no fueron los traidores babilonios quienes abrieron las puertas del río después de todo; quizás fue el mismo ángel que había escrito en la pared del palacio poco antes. Si una acción sobrenatural ocurrió en el palacio, no es difícil concebir que sucediera otra acción sobrenatural poco después y a corta distancia. Tal vez Dios no confió en la mano humana para hacer cumplir su palabra a Isaías respecto de Ciro; quizás él mismo actuó para cumplir su propia palabra, tal como afirmó que lo haría.

      LOS RESULTADOS

      Los eventos de esa noche histórica terminaron con varios resultados significativos. Belsasar fue depuesto y asesinado (Dan. 5:30). Aunque la profecía de la escritura en la pared tenía amplias implicaciones

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