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el reparto de los colonos procedentes de Nueva Inglaterra y Nueva York, asentados principalmente en Nueva Escocia junto con alemanes e irlandeses (Jones, 1996). Una década después, el Gobierno británico dictó el Acta del Quebec (1774) para establecer claramente las fronteras de la nueva colonia y regular su gobierno. Sus fronteras fueron hacia el oeste –Ohio y Mississippi–, y al frente de la colonia se colocó un gobernador militar fuerte sin asamblea representativa y que tuvo, sin embargo, un Consejo constituido por protestantes y católicos en igualdad de condiciones. Se adoptó el francés como lengua oficial y también el derecho civil de la antigua metrópoli francesa. A diferencia de las viejas Trece Colonias inglesas, donde el Gobierno de la metrópoli británica fracasó en su propósito de fortalecer el poder imperial mediante la expansión del estatuto de colonias reales, en las tierras de Canadá sí que se consiguió establecer este fuerte control imperial mediante la mencionada Acta del Quebec (Ciudad et al., 1992).

      Las Trece Colonias de referencia eran Massachusetts, Connecticut, New Hampshire, Rhode Island, Nueva Jersey, Nueva York, Delaware, Pennsylvania, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia. En su origen, la fundación de las viejas colonias británicas fue encomendada a particulares pero, como consecuencia de la importancia que fueron adquiriendo estos territorios, el Gobierno de la metrópoli se propuso fortalecer el poder imperial con la expansión del estatuto de colonias reales a aquellas que lo aceptaron o a las que se lo pudo imponer. El estatuto de colonia real implicaba una mayor sujeción a la Corona, que así nombraba al gobernador y a otros cargos. El gobernador protegía los intereses imperiales y su poder sólo estaba limitado por las asambleas que controlaban los presupuestos. Poco antes de iniciarse el proceso de la independencia, existían tres tipos de colonias: las de propietarios con motivo de una concesión real, las corporativas y las reales. El crecimiento de éstas últimas fue espectacular a mediados de siglo xviii, como consecuencia del reformismo desarrollado desde la metrópoli para controlar mejor a las colonias. Nueve de las Trece Colonias eran reales, solamente Maryland y Pennsylvania conservaban su dependencia de los propietarios, y Rhode Island y Connecticut su estatuto corporativo.

      Desde la anexión de Portugal a la Corona de Felipe II (1580), Inglaterra se sintió acosada por España y por el papa. En los círculos de negocios ingleses se hace evidente la necesidad de luchar contra el monopolio comercial español, al mismo tiempo que gana posiciones el interés por establecer colonias. El representante más cualificado de esta corriente será sir Walter Raleigh, quien fundará Virginia y realizará unos cuantos viajes a Centroamérica con objetivos comerciales. Al volver a la metrópoli, en 1618, será ejecutado por influencia del embajador español, el conde de Gondomar.

      La colonización fue modesta, en tanto no se redujo el poder de España (guerra de los Treinta Años) y se consolidó la Revolución inglesa de Cromwell. La autonomía colonial, sin embargo, fue amplia (Degler, 1986). Se trata, en su origen y como ya hemos dicho, de una colonización privada, desatendida por la Corona. De hecho, Nueva Inglaterra es una colonia fundada en 1620 por puritanos que pretenden una reforma moral, que han sido perseguidos en Inglaterra pero no han querido acercarse a España. Fletaron un barco, el May Flower, en el cual embarcarán los «padres peregrinos», que la mitología yanqui considera los Padres de la Patria.

      Las colonias de la primera mitad del siglo xvii tenían escasa importancia y era problemática su viabilidad de futuro. Los focos de la colonización fueron: Nueva Inglaterra, Virginia, Maryland y las Pequeñas Antillas. Nueva Inglaterra será una colonia puritana en tierra pobre, caracterizada por su intransigencia religiosa. La Compañía controla la colonia y los colonos reciben tierras, pero el hecho de que sean poco rentables hará que la Compañía se desentienda. Surge una comunidad de colonos que cederá tierras a los nuevos que llegan. Con el tiempo se formará un tipo de oligarquía de terratenientes que sólo cederá tierras nuevas a cambio de pago o de servicios. Los recién llegados se comprometían a servir a un propietario durante cuatro años, tras los cuales se les daba una parcela. Virginia empezó a existir después de la concesión de los derechos de la vieja colonia de Raleigh a una Compañía de Londres. En principio trataba de encontrar oro; más tarde, de asentar colonos que trabajaban para la Compañía. Finalmente, el rey Jacobo I la convirtió en colonia real. Maryland fue una concesión de Carlos I de Inglaterra al católico lord Baltimore, quien pretendía instalar colonos dentro del más puro estilo feudal. La revolución de 1640 mató a Carlos I y el proceso fue abortado. Las rentas habían caído mucho en vísperas de la revolución, alcanzando una cifra de más de 37.000 libras, de las que, a pesar de todo, sólo se cobraban la mitad. En cambio se había formado una gran propiedad tras el acaparamiento de tierras por parte de los antiguos colonos, aun cuando lo que se había hecho era reproducir la economía campesina, lo cual supuso que el resultado económico no fuera demasiado interesante. La prosperidad de estas colonias vendrá ligada a la de las Antillas británicas y a la introducción del tabaco, el cual disfrutará de un gran mercado en Europa. Asimismo, se expandirá el azúcar en Barbados y, después, el té y el café.

      Estos cambios van a producir otros. La producción de azúcar era más costosa que el policultivo y, además, necesitaba grandes extensiones de terreno. Aparece así el latifundio, mediante la compra que los mejor situados económicamente hacen de las tierras de aquellos menos favorecidos que emigran a otros lugares. Se necesitaba una capacidad financiera para poner en marcha el ingenio azucarero y también se necesitaba una gran cantidad de mano de obra, que en ningún caso se podía cubrir con los pocos europeos que había. La solución fue la esclavitud, la importación de esclavos, lo que no hizo sino agudizar el proceso latifundista.

      Quienes han vendido sus propiedades ven cómo las tierras hasta entonces conocidas están prácticamente saturadas. Ellos y los recién llegados de Europa empezarán a ocupar toda la franja costera de los actuales Estados Unidos, llenando el vacío entre Maryland y Nueva Inglaterra. Así, surgirán colonias como Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania y New Hampshire. Estas tierras serán eminentemente cerealícolas y trabajadas por campesinos de clase media. Mientras tanto, la Corona inglesa queda bastante al margen, muy preocupada por su propia revolución. Cuando se dé cuenta, se encontrará con una situación radicalmente distinta de la del control ejercido por España sobre sus colonias desde las reformas de Carlos III.

      El sistema colonial inglés tiene su zona más interesante, desde el punto de vista económico, en las Antillas. La metrópoli, después de Cromwell, se regula por el mercantilismo, resaltando cada vez más la importancia de las mercancías por ellas mismas. El objetivo será conseguir un saldo favorable para las colonias, saldo que los de ultramar tendrán que cubrir en metálico. Progresivamente se insiste en que las colonias también tienen que remitir bienes o productos manufacturados, ya que así bajarán los precios en la metrópoli, lo cual permitirá mantener unos salarios bajos. Ésta, sin embargo, sería la teoría, puesto que los obreros ingleses no consumirán grandes cantidades de azúcar, té o tabaco. La realidad es que los ingleses se aseguran la distribución de estos productos en Europa, lo que originará, desde 1660, una gran acumulación de capital. Así, la complementariedad del sistema dependía de los productos coloniales, lo que permite que podamos dividir las colonias en tres grupos en función de su actividad económica:

      a) Las Antillas, donde las plantaciones se dan desde el principio, lo que permite producir azúcar para la exportación. Con este azúcar se puede pagar todo lo que es necesario importar de la metrópoli (manufacturas). Presenta, pues, el mayor grado de complementariedad con el sistema inglés.

      b) El sur de América del Norte, con plantaciones de tabaco y otros. Hasta la independencia subsistirá una economía campesina tradicional y, aunque se ha introducido el algodón, el grado de complementariedad será menor, puesto que la balanza comercial es bastante desfavorable para la colonia.

      c) Las colonias del norte, con una economía basada en el cereal o en el autoconsumo, sin nada que ver con las grandes plantaciones. Tenían que importar las manufacturas de Inglaterra y disponían de muy poco para exportar, sólo madera para la construcción naval inglesa. Esto permitirá la aparición de sistemas compensatorios. Exportarán trigo hacia la América española.

      Evidentemente, una parte del sistema

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