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no tienen referencia pero son tales que, sin embargo, la funciones proposicionales en las que aparecen (en el límite, las proposiciones en que aparecen) son equivalentes a otras en que esos nombres no aparecen (y en “su lugar” aparecen las funciones proposicionales aludidas en esos nombres de clase). Esto se logra mediante paráfrasis apropiadas; por ejemplo, ‘x ∈ A’ se transforma en ‘A!x’. Así, usar nombres de clase es un modo de hablar de funciones proposicionales pero sin distinguir entre las que sean coextensivas. Tiempo después, Russell resumiría este procedimiento (1914b):

      El análisis particular desarrollado en PM presenta dos importantes dificultades lógico-filosóficas. Por una parte, se presentan serias dudas acerca del carácter puramente lógico de los axiomas de reducibilidad y de infinitud. La existencia de infinitas entidades no parece una necesidad lógica, pero entonces el axioma de infinitud carece de justificación lógica. Y el axioma de reducibilidad parece un caso típico de postulación justificada únicamente porque ofrece una solución al problema atendido, rasgo que no garantiza su carácter de verdad lógica. Ambas observaciones sugieren que PM no logra fundamentar la tesis logicista. Pero, observemos otra vez, esta dificultad no pone en cuestión la legitimidad del tipo de análisis ejemplificado por PM. En cierto modo, el análisis ofrecido podría usarse para, precisamente, refutar esa tesis. Por otra parte, como el propio Russell pareció advertir en su texto de 1908 y como fue señalado luego por otros, entre ellos Wittgenstein, cualquier intento por exponer rigurosamente la teoría de tipos debería recurrir a un lenguaje cuya estructura viola lo establecido por esa misma teoría. Lo cual, para muchos, puede constituir una reductio ad absurdum de esa teoría. Aunque esta segunda dificultad puede tener un alcance mayor del que parece cuando se la confina al ámbito de la fundamentación de la matemática, ambas dificultades fueron reconocidas sólo en este ámbito y no disminuyeron la enorme influencia de PM en el desarrollo de la filosofía analítica del siglo XX. PM brindó, a la vez, un ejemplo de la ductilidad de los instrumentos de la nueva lógica para la tarea de clarificación del lenguaje del conocimiento, y un ejemplo de la fertilidad del método analítico para la comprensión y la teorización sobre los problemas filosóficos.

      Como consecuencia, pronto se desarrollaron proyectos de clarificación que siguieron estos lineamientos. Entre los primeros, el intento russelliano de establecer la constitución de los objetos de la física a partir de los datos sensoriales (Russell, 1914a); los esfuerzos de Whitehead por obtener el espacio y el tiemplo relativistas a partir de un concepto no fenomenista de los sucesos, entendidos como el campo de la relación de extensión (Whitehead, 1922); y la muy influyente obra de Carnap, tanto su programa para la reconstrucción lógica de conceptos empíricos, su teoría de la constitución y su intento de reducción de todos los objetos de conocimiento empírico a una base formada por las vivencias de un sujeto percipiente (Carnap, 1928), como también su propuesta de análisis de la estructura general del lenguaje (Carnap, 1934). También se inserta en esta línea la célebre investigación de Tarski (1936) acerca del concepto de verdad, y uno de sus efectos principales, el vuelco decidido de Carnap (1942) hacia el análisis semántico del lenguaje del conocimiento.

      Algunos de los rasgos característicamente asociados a PM fueron perdiendo importancia a medida que se desarrolló ese renovado esfuerzo analítico. Entre ellos, el privilegio del análisis sintáctico, el fundacionismo, la centralidad de la lógica clásica, el atomismo. Desde la segunda mitad del siglo XX se produjo un paulatino descrédito de los proyectos fundacionistas more geometrico; fue creciente la importancia de los abordajes semánticos y metateóricos. Por influencia de Wittgenstein, muchos analíticos rechazaron el marco de la lógica cuantificacional como clave de comprensión del significado. Por influencia de Quine se deterioró la confianza en ciertas categorías, como las dispuestas por la distinción analítico/sintético, y el holismo teórico ocupó un lugar junto a los análisis aislados.

      IV

      En la filosofía moderna predominó una visión doblemente negativa del papel del lenguaje en el conocimiento: era un velo distorsionador y no era una vía especialmente apta para alcanzarlo. Y, junto con eso, se tenía una visión del análisis bajo la imagen de la descomposición de conceptos aislados. Pero ya en Kant se hace explícito que la manera adecuada de encontrar los conceptos básicos para el análisis del conocimiento debe recurrir al análisis de los juicios. Lo cual implica que las consideraciones sobre verdad y falsedad resultan fundamentales para la cuestión de la referencia y el contenido de los conceptos. Desde mediados del siglo XIX, a medida que el idealismo pierde peso académico en el centro de Europa ante los éxitos de las ciencias empíricas (potenciados por su papel en la industria), se da un resurgir de la atención filosófica en el lenguaje, en particular cuando se abordan los fundamentos lógicos de la matemática (base imprescindible de aquellos logros científicos). El trabajo de Frege fue la coronación de este movimiento. Allí, por una parte, se sigue la impronta kantiana del privilegio de los juicios, pero ahora transmutados lingüísticamente cuando del análisis conceptual se trata y, además, se muestra que el análisis del contenido de los juicios depende fundamentalmente del examen de las relaciones inferenciales que guardan entre sí. Y esto conduce a la comprensión de la estructura básica del lenguaje. El lenguaje, ahora, es la vía principal para el análisis filosófico, y la primera tarea será la de evitar que los escombros de su constitución impidan el paso analítico.

      A la pregunta ¿qué se analiza?, los representantes modernos responderían que se analizan conceptos; pero los representados por Principia Mathematica mencionarían las oraciones (o las proposiciones) donde aparezcan predicados que los expresen. No necesariamente con la idea de que este enfoque representa una esencial novedad o un salto cualitativo del pensamiento, sino con la convicción de que han entendido mejor la índole de la tarea analítica que siempre se quiso realizar y muchas veces se produjo. Preguntados por cómo realizar un análisis típico, los unos hablarían de la descomposición de un concepto a fin de encontrar los conceptos más simples cuya combinación lo genera; los otros, en cambio, explicarían el proceso de reconocimiento de la forma lógica genuina de ciertas oraciones, por ejemplo mediante paráfrasis, seguido de la determinación de tesis y principios más básicos que las impliquen y, sólo dentro de este marco, la búsqueda de conceptos componentes. Como resultado, unos esperarán definiciones de conceptos, pero los otros procurarán teorías deductivas y sustitución de predicados y, eventualmente, definiciones de predicados.

      La contribución principal que la línea iniciada por Frege y ejemplificada por Principia Mathematica hizo a este nuevo paradigma, se ubica en (i) el papel central otorgado a las paráfrasis oracionales, sin pretensión de identidad de significado sino con el objetivo de precisión significativa, y (ii) la construcción de lenguajes enteros, basados en la lógica cuantificacional, para formular paráfrasis específicas. Durante la segunda mitad del siglo XX, paulatinamente, fue produciéndose una modificación en esta vertiente analítica. Dejó de pensarse que el objetivo

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