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rel="nofollow" href="#ulink_49015c4b-050a-5587-8e9d-326ab0da3d38">12 Este argumento, que figura en la p. 39 del primer volumen de PM, es muy discutible: presupone el constructivismo en vez de fundamentarlo.

      13 Cfr. PM, p. 63.

      14 Remite a los siguientes casos: (i) la eliminación, en la teoría, de los números irracionales postulados como límites de secuencias de racionales, en favor de su construcción (definición) como ciertas clases de razones entre racionales; (ii) la eliminación de los números cardinales postulados como aquello que tienen en común las colecciones equinumerosas, en favor de los cardinales construidos como las clases de esas colecciones; (iii) la eliminación de las clases recién resumida.

      15 Un claro panorama de este momento del análisis filosófico se encuentra en Rabossi, 1977.

      Análisis filosófico, cultura y filosofía

      [Fragmento]

      ACLARACIÓN: El fragmento que sigue es parte de la comunicación presentada, con el mismo título, en diciembre de 2010 durante una Mesa Redonda sobre la filosofía analítica en la Argentina, en el XV Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Asociación Filosófica de la República Argentina. He suprimido dos secciones y el primer apartado de la tercera porque contienen escuetos datos históricos y caracterizaciones generales para ser desarrolladas oralmente. Lo que queda es una manifestación ligeramente panfletaria y deliberadamente provocadora que ejemplifica un tipo de intervenciones de índole “más activa que contemplativa” pero no por eso menos académicas.

      3.2. Efectos culturales en etapas anteriores (1944-1990)

      Durante este período, entre los partícipes locales de la corriente analítica predomina el interés por la reforma de la práctica filosófica local, con el modelo de ciertos centros productores con voluntad difusora. Mencionaré brevemente sus efectos en: 1. La academia filosófica; 2. La cultura y la política; 3. La práctica filosófica.

      Respecto de 1. Produjo el afianzamiento del diálogo racional equitativo y la práctica argumentativa. La filosofía del siglo XX inaugura una etapa de la filosofía como labor colectiva (que no implica el desarrollo de un programa sustantivo común) que por motivos sociopolíticos fue más abarcadora que en siglos anteriores. Las revistas, congresos, sociedades y universidades generan activamente discusiones entre filósofos, no sólo registran sus opiniones. El análisis filosófico es el principal exponente de esta variante en el medio argentino (y también en general).

      Respecto de 2. Para una cultura democrática el cultivo de la discusión o conversación que intenta ser racional y no dogmática es fundamental, de modo que el punto anterior hace del análisis filosófico una influencia favorable a esta forma de organización. Quizás el no dogmatismo sea lo primordial, en tanto dispone a la transformación de la vida en común, pero los acontecimientos de nuestra historia reciente señalan que promover la argumentación en nuestro medio a mediados y fines del siglo XX también era de máxima importancia democrática. Pero además, el talante “analítico” de sus cultores los hizo intervenir (no discuto ahora aciertos y errores) no sólo en la creación o reforma de instituciones académicas a fin de promover la discusión argumentativa, sino también en la praxis política del país. Los “analíticos” desempeñaron un papel importante, antes y después de la dictadura de 1976-1983, en la “recuperación” de la democracia y en la promoción del Juicio a las Juntas militares. En tiempos en que algún destacado heideggeriano colaboraba dando cursos en bases navales, algún destacado tomista en la denuncia de intelectuales por él sospechados de subversivos, algún destacado latinoamericanista en la secretaría de redacción de una importante revista militar donde enseñaban personas como el Comandante del III Cuerpo de Ejército, una época en la que destacados marxistas permanecían en silencio, junto con destacados fenomenólogos, y destacados dirigentes peronistas pactaban la absolución sin juicio de esas Juntas con el beneplácito de algún destacado dirigente radical. Bueno recordarlo para quienes hoy celebran la democracia y la condena a las Juntas militares y a sus subordinados ya sin poder, pero no estuvieron ahí cuando era peligroso.

      Los rasgos de familia del “análisis filosófico” lo hacen proclive a la incidencia activa en la cultura. Este episodio sugiere, pero sólo sugiere, que el pensar no analítico permite más fácilmente el aislamiento en torres ebúrneas o hace más sencillo ingresar a la arena pública con el sólo aporte de decisiones no discutibles.

      Respecto de 3. El análisis filosófico, al menos por su consideración positiva de las ciencias naturales y sociales (que ocurre no sólo en su variante naturalista que la lleva a incorporarse a las ciencias sociales, sino incluso en su vertiente apriorística que le preserva un ámbito propio), estimula el autoexamen individual y colectivo sobre la base de la argumentación pública, lo que obliga a tomar seriamente en cuenta para la práctica de la reflexión filosófica las tesis y argumentos históricos, sociológicos, económicos o psicológicos, por ejemplo.

      3.3. Situación actual (2010)

      Intentaré, en primer lugar, ofrecer una somera descripción del estado de cosas presente en el ámbito analítico local. La mayor parte de la “generación” analítica que ahora tiene entre veinticinco y treinta y cinco años fue educada en la universidad entre los años 1995 y 2005. (De modo que si algo se le critica, eso habrá de conducir, seguramente, a criticar algo del papel jugado por sus profesores.) En su comportamiento predomina, en general, el interés por el curriculum vitae y la inserción individual en los centros de relieve internacional. Muestra desinterés por conocer el proceso que dio lugar a su formación y contribuyó a delinear sus intereses actuales.

      El problema que ahora quiero señalar es el producido por el peso excesivo de la normalización colonial, perdón: importada. ¿Por qué es excesivo? Al menos por lo siguiente: hay condiciones para iniciar lo que podríamos llamar intentos “locales” de análisis filosófico. El nivel teórico, técnico, profesional, o como quiera decirse, de estos jóvenes es excelente, está a la altura de sus pares metropolitanos. Lo certifica su desempeño en los numerosos terrenos donde hoy es posible el intercambio académico. Esto muestra que nuestra comunidad académica se ha apropiado del pensamiento y la actitud analíticos y que, consecuentemente, esté en condiciones de remodelarlos. Que hay una “masa crítica” dentro de la cual cabe esperar surjan líneas de trabajo intelectual no sujetas a los vaivenes producidos por los cambios originados en la metrópolis. Líneas de trabajo acerca de nuevos problemas o de viejos problemas replanteados y discutidos localmente y para cuyo tratamiento podrán aplicarse los más altos estándares analíticos actuales o por venir. “Localmente” implica no desechar (como ahora es corriente) sino atender e incorporar a la reflexión las “interferencias” provocadas por la situación cultural y filosófica del lugar en que se trabaja. Cabe esperar que surjan estos intentos, pero no surgen. ¿Qué obstaculiza este desarrollo?: las modalidades aquí vigentes de la práctica filosófica en general (“continentales” incluidos) y del análisis filosófico en particular. Es decir: el sistema local de distribución de prestigio, cargos y dinero, establecido por la actividad de las instituciones pagadoras de salarios y dadoras de subsidios y becas (universidades, agencias estatales, fundaciones, editoriales). Entre las causas concurrentes para la formación de este obstáculo se cuentan:

      (1) El desarrollo natural del proceso difusor-colonizador. En las primeras etapas, los importadores tienen arraigo local e interés en reformar instituciones locales y tienen mayor independencia intelectual, en parte por su formación no analítica o no totalmente analítica. Esto tiende a desdibujarse en las generaciones siguientes. Y el proceso se acelera cuando se alcanzan posiciones de poder académico.

      (2) Insuficiente conciencia de sus profesores acerca de la tarea universitaria que realizan. Defecto parcialmente provocado por su interés en asentar institucionalmente “la buena nueva”, lo cual conduce a un difícil equilibrio entre ajustarse y desajustarse a los criterios de prestigio

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