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Falso Subalterno. José Solomon
Читать онлайн.Название Falso Subalterno
Год выпуска 0
isbn 9789563176162
Автор произведения José Solomon
Жанр Языкознание
Издательство Bookwire
Así, este último aspecto define tanto la integración como la exclusión de la sociedad civil de los procesos políticos transicionales, en términos del carácter ambiguo de su extensión. Para Bengoa, la característica paradojal de estos nuevos integrismos implica una consecuencia relevante que también será afirmada por Moulian (1997) y reseñada más adelante: nuevos principios de identidad.
En términos generales, entonces, se puede caracterizar el proceso chileno de transición política como indefinido, superficial e incompleto y que se expresará mediante lo que denominamos la retórica del consenso. En el vano esfuerzo por describir este proceso histórico se encuentra, según Garretón, una problemática que pareciera apuntar a “la redefinición, profundización y extensión de la modernización y la democratización social” (1991: 44). Transición indefinida, superficial e incompleta: esto es lo que en realidad se denomina postdictadura, como un largo período que se superpone e imbrica y, a la vez, va sustituyendo a lo que se ha pretendido calificar, en un vano esfuerzo, como transición. En esta etapa de regulación de la sociedad chilena la administración del consenso tendió a la ambigüedad, a la posibilidad permanente pero nunca alcanzada, a la medida de lo posible, a la probabilidad de definir un presente que debe ser omitido para mirar a un futuro que, a más de treinta años de su inicio, se convirtió en un pasado que aún requiere explicaciones.
Al menos, en la reflexión de esos años existió un cierto acuerdo respecto a la baja calidad del sistema democrático resultante, no así en cuanto a la resolución de los límites del período, comienzo y fin, uno de los acápites más recurrentes del discurso político durante el período de los gobiernos concertacionistas. Desde variadas perspectivas se ha sentenciado el fin de la transición, como el momento de las reformas constitucionales durante el gobierno de Ricardo Lagos (2005) o el regreso al gobierno de la derecha política con Sebastián Piñera (2010). El pacto de la Nueva Mayoría no escapó a la intencionalidad fundacional de un nuevo período histórico a partir de su nueva denominación. Desde el punto de vista de las reivindicaciones de los derechos humanos, la detención en Londres de Pinochet en 1998 marcó otra posibilidad de poner término al proceso de cambio; también desde las narrativas de los movimientos sociales se postuló el fin de la transición en las movilizaciones estudiantiles, tanto en 2006 como en 2011, en la medida en que marcaron el postergado retorno a las calles de los movimientos populares. Incluso, luego del reciente plebiscito de 2020, que aprobó la redacción de una nueva Constitución, se alzaron voces que anunciaban la clausura transicional. El azar también ha participado de estos esfuerzos por delimitar el término de la transición: para algunos el terremoto de 2010 constituyó el fin del período; para otros, el incendio del edificio Diego Portales que arrasó con el sector oriente de su estructura central en el año 20061.
Para efectos críticos de la periodización literaria, se considera relevante destacar la discusión entre ambos términos, transición y postdictadura, respecto de los cuales no ha existido acuerdo en el discurso crítico sobre la literatura chilena del período. El único acuerdo que ha existido, erróneamente, es la creencia de que ambos términos sean sustituibles, como opciones metodológicas que trasunten posiciones ideológicas contrarias y a las cuales se pudiera echar mano a voluntad. En esta línea, Magda Sepúlveda (2013) sostiene que:
Sigo a Rafael Otano al considerar que la Transición se inicia con la caída de la dictadura (1989) y finaliza cuando se acaban los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, lo que sucedió el año 2009. Aunque debo decir que no existe consenso para el período iniciado en 1989. Algunos críticos de la cultura hablan de Transición y otros de Postdictadura […] Álvaro Rico aclara que ‘transición’ refiere a ‘un intervalo entre dos tiempos, un antes (autoritarismo) y un después (democracia)’; mientras que postdictadura alude a la dictadura como un tiempo pasado y concluido. Bajo esa idea he optado por la denominación de ‘Transición’ frente a Postdictadura para este período (298n).
Contradiciendo esta postura, Gloria Medina-Sancho (2012) afirma que el contexto histórico al que nos referimos “puede diferenciarse claramente en dos períodos: el dictatorial y el postdictatorial” (23), y que este último “está enmarcado por las contradicciones y desafíos con que los discursos oficiales y no oficiales, dentro del proceso de democratización en Uruguay, Chile y Argentina, se han enfrentado para abordar el legado de las dictaduras militares y poder comenzar a escribir la historia reciente” (25), desestimando con ello la idea de Sepúlveda de que la postdictadura implique a la dictadura como un tiempo pasado sino, en cambio, como un momento que se deriva del anterior y que permanece en él, como el tiempo de articular y resignificar su legado, en la contradicción de los discursos oficiales y no oficiales, en otras palabras, en la dinámica de los principios de integración y exclusión y de los discursos que los representan. En la ambigüedad referencial del concepto, la postdictadura “terminó siendo uno de los ‘post’ que integran la lista de prefijos encargada de enumerar las crisis epocales, sin que nada demasiado brusco contenido en este prefijo (ni tormentos ni desesperaciones) deba remecer las enumeraciones que arman la síntesis de lo finisecular” (Richard, 2001: 15-16). En fin, políticas y debates institucionales que buscan amparar en el campo semántico de lo indefinido, en el quizás y en el tal vez, los discursos que evaden las definiciones críticas sobre las representaciones de la memoria del tiempo anterior al “post”, el tiempo de la dictadura.
En nuestra perspectiva, los conceptos de transición y de postdictadura no constituyen opciones terminológicas para aludir a un mismo fenómeno, frente a las cuales se pudiera asumir a voluntad una u otra alternativa, en cambio, cada uno de estos conceptos señala tiempos y procesos históricos dispares entre sí. La transición chilena no implicó un cambio de régimen político-jurídico, sino que, antes bien, alude a un proceso económico que supuso el reemplazo de la sociedad organizada desde el Estado benefactor a una sociedad (des)organizada por la desregulación del sistema económico neoliberal, y ello ocurrió en tiempos de dictadura. Como consecuencia de lo anterior, hay que diferenciar entre transición económica y transición política, aunque se entrelazan por relaciones jerárquicas que definen su configuración:
El modelo económico tiene una articulación política y cultural. Es decir, no solo es una articulación entre las distintas dimensiones de lo económico. El modelo también se articula con otras esferas, como la política y la cultural. Por supuesto, ello es normal, todo modelo económico tiene necesariamente que articularse con el repertorio de símbolos y liturgias de poder. Pero hay una particularidad en el modelo chileno. Y es que en Chile el modelo económico es demandante de insumos y configurador de las otras dimensiones. No tienen ellas la autonomía relativa que permite su operación bajo propios criterios. En el modelo chileno la economía permea y diseña la sociedad (Mayol, 2013: 45).
En este sentido, se puede afirmar que la transición económica supuso un marco político, institucional y social, que posibilitó las transformaciones ocurridas bajo dictadura, en términos de una transición progresiva y revolucionaria, según Tomás Moulian (1997), en el ámbito de las relaciones y funciones económicas. Este carácter progresivo alude a un giro radical de transformación, desde una sociedad regulada por el Estado a una sociedad (des)regulada por el Mercado. En cambio, el término de postdictadura señala el proceso de transición política, cuyo carácter regresivo y conservador determina que las fuerzas políticas, y todo el ámbito de lo social, operen bajo el signo del consenso y la negociación, adscritos al lema concertacionista de “la medida de lo posible”.
Con una propuesta más radical, Idelber Avelar (2011) señala que la dicotomía entre autoritarismo y democracia se revela como una falacia, pues las democracias del Cono Sur han sido tan autoritarias y conservadoras como las dictaduras que han implementado el sistema económico neoliberal. Para él, la transición no es entendida como un proceso posterior de cambio institucional de dictadura a democracia (pues estas forman un continuum), sino que
La palabra “transición” no designará, como en la literatura social científica, el regreso a una democracia liberal, elecciones libres e institucionalidad jurídico-política. El final de las dictaduras no se puede, desde la perspectiva que se adelanta aquí, caracterizar como un proceso transicional [...]