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ocupación de esas mismas posesiones; que asistamos a la descripción de la transición al nacionalismo de Guillermo Subercaseaux, otrora firme defensor de las convicciones liberales en materia económica, y también las agudas críticas de Luis Emilio Recabarren, ilustrando con firmeza lo que el socialismo tenía que decir a los liberales sobre la libertad.

      La nómina anterior tiene un evidente sesgo de género, y en esta compilación hay un esfuerzo por intervenir sobre ese límite. Nuevas investigaciones, producidas por una generación de académicas y académicos que han removido las inercias de sus respectivos campos, han mostrado que en este período la presencia de mujeres en la esfera editorial fue más dinámica y significativa de lo que sabíamos, y en ese empuje han ampliado el espectro de los archivos y con ello los márgenes de lo decible. Gracias a la identificación minuciosa de periódicos y proyectos editoriales sostenidos por mujeres se han recuperado escenas de discusión e impugnación del orden masculino que desmoronan los espejismos de consenso. La grieta que abrieron se describe con nitidez. Dada la subordinación de la mujer tanto en el ámbito privado como en el público, ellas tuvieron mucho que decir sobre el significado y los límites de las libertades; asimismo, en su lucha por la educación, el reconocimiento de sus derechos civiles y políticos, y en el combate a los prejuicios sociales que imposibilitaban la igualdad, probaron la verdadera extensión de las promesas de emancipación inscritas en el liberalismo. Junto al ineludible prólogo que Martina Barros Borgoño firmó en 1872 para preparar la recepción de su traducción de The Subjection of Women de John Stuart Mill, se incluyen aquí editoriales y una carta aparecidas en el semanario La Mujer: Historia, Política, Literatura, Artes, Localidad (1877), editado por Lucrecia Undurraga; también una reflexión de 1897 sobre la pena de muerte, publicada en un impreso de igual nombre, pero editado en Curicó, y un par de memorias de grado —firmadas por hombres— que acusaban las formas en que la subordinación legal de la mujer reproducía la dinámica patriarcal al interior de la familia. Las respuestas a un cuestionario sobre el sufragio femenino que circuló en 1920 hace las veces de balance de las zonas grises del liberalismo respecto a la situación de las mujeres.5

      Parte de esas zonas grises emergieron al aplicar los primeros criterios para la selección de documentos. El norte fue poner atención en aquellas piezas que abordaran motivos transversales al problema de las libertades y a las diversas comprensiones del liberalismo: igualdad civil y política, derechos individuales, naturaleza y límites del poder del Estado, abolición de los privilegios, propiedad privada y libertad comercial. Aunque estuviesen asociados de forma oblicua a los motivos anteriores, se contempló también documentación relevante para la comprensión de “las cuestiones teológicas” y la descentralización territorial del poder, entendidos como conflictos centrales para la articulación de la defensa de las libertades y la forja de la identidad de los partidos políticos liberales. El resultado es indicativo del espesor de los problemas en los que estos conceptos cumplieron alguna función. La igualdad civil y política nos llevó a la desigualdad entre los sexos, y ello a los pasadizos que conectaban la subordinación de la mujer al interior de la familia con su postergación en la esfera pública. El tema de la propiedad privada iluminó el debate sobre los límites a la voluntad de un padre al momento de testar, los desafíos conceptuales y políticos que la propiedad indígena impuso al derecho liberal, y las jabonosas preguntas sobre la producción y consumo de bienes culturales. En lo que respecta a derechos individuales, emergieron debates esperables, como la libertad de imprenta y la esclavitud, pero también otros menos explorados, como la legitimidad de la pena de muerte, el uso de la tortura por parte de funcionarios del Estado o las disparidades de clase en el acceso a la justicia. Desde luego que el tema de la libertad política resulta transversal al período que cubre esta compilación, pero fue especialmente relevante durante las décadas que siguieron a la independencia. También son interesantes las evaluaciones sobre la libertad comercial, en particular por la forma en que su observancia tensionaba la aspiración a la independencia económica de un país con historia colonial. El recurso a la libertad como resistencia al poder —en sus diversas manifestaciones— aparece en encuadres predecibles y también en algunos curiosos, como el rechazo a un proyecto de vacunación obligatoria que fue caricaturizado como parte de una conspiración autoritaria orquestada por médicos y burócratas del Estado.

      Durante décadas —y esto como efecto residual de una atávica condescendencia política y moral hacia Latinoamérica— este continente fue entendido como tierra estéril para la recepción del liberalismo. La pervivencia de formas “pre-modernas” tanto en la producción económica como en la organización social y el régimen de propiedad; la hegemonía espiritual y política de la cultura católica, reducida a sustrato de tradicionalismo; los resabios estamentales dentro de sociedades racialmente jerarquizadas; las sucesivas oleadas de caudillos y gendarmes; el peso social y material de corporaciones empeñadas en trabar el librecambio; la dificultad para consolidar sistemas políticos disciplinados y comprometidos con la integración de las economías regionales al mercado global; el desprecio a la población indígena, entendida como obstáculo y enemiga del progreso; en fin, las pesadas cadenas que acusaban una disonancia irreductible entre las formaciones sociales latinoamericanas y el horizonte utópico de modernidad política, fueron considerados factores irremontables y razones evidentes para lamentar que América Latina no pudiese disfrutar de los regalos que manaban de las fronteras de la civilización. Esto puede sonar a caricatura, o a una queja de otra década, pero en nuestros tiempos siguen apareciendo analistas que vocean desde prestigiosos medios internacionales, con tono serio y referencias bibliográficas, opiniones de este calibre.6 Sería ingrato afirmar que esta compilación es un antídoto, pues no es ese su propósito y porque es mucho más que eso. Lo que se propone aquí es un recorrido que reconoce la porosidad ideológica, que mira las ideas de libertad y lo que se conoció como liberalismo como instrumentos para la intervención en política, que desbarata los purismos y las conjugaciones en singular, y que festina con esas ansiedades cosmopolitas que solo esconden un triste afán de igualación.

      Sería inoficioso agotarnos con la descripción de los escenarios y coyunturas que se abordan en esta compilación. Esa función la cumplen las introducciones preparadas para cada uno de los más de 60 documentos aquí reunidos. Todas responden a estos simples propósitos: ofrecer claves de lectura para entender mejor el momento de cada intervención; dar referencias útiles sobre las autorías o sobre quienes sostenían los medios que reproducían los escritos; aproximar aquello a lo que se alude, pero que está en otra parte; dibujar filiaciones y sugerir parentescos donde el hermetismo lo impide, y también sospechar de lo que se dice. Dado el arco temporal y la variedad de temas que discuten estos textos, para la redacción de cada introducción descansamos en numerosas investigaciones de historiadoras e historiadores, y también de especialistas de otros campos que han estudiado cada momento y sus temas. El mismo papel cumplieron los trabajos referidos a otras latitudes o a la trayectoria transnacional del liberalismo. Si bien hay agradecimientos específicos en el párrafo que sigue, corresponde agradecer aquí los bien documentados aportes —producto de largas jornadas de pesquisas— de todas las investigadoras e investigadores mencionados en la bibliografía. En tiempos donde la mercantilización de la imaginación histórica parece haber naturalizado la apropiación impune del trabajo ajeno, conviene insistir en este básico gesto de reconocimiento. Ninguna de estas introducciones, cuyas limitaciones corren por nuestra cuenta, hubiese podido ser escrita sin los trabajos citados al final, que ofrecen además un buen marco de referencia para quienes deseen profundizar en problemas específicos. Los lectores notarán también que cada documento va antecedido de un título. Esos títulos no son de fantasía ni un artilugio editorial, sino que corresponden a frases o expresiones extraídas de los mismos documentos y que capturan el sentido de cada intervención. En eso hubo respeto irrestricto a la fuente.

      Cuando íbamos a ser libres. Documentos sobre las libertades y el liberalismo en Chile (1811-1933) es resultado de un proyecto colectivo desarrollado en el Centro de Estudios de Historia Política de Universidad Adolfo Ibáñez. Al igual que la colección Historia política de Chile, 1810-2010 —publicada hace un par de años también por el Fondo de Cultura Económica—, esta compilación contó con el patrocinio de Juan Andrés Camus, Patricia Matte Larraín y Rafael Guilisasti Gana, a quienes agradecemos una vez más su indispensable apoyo.7 Van también nuestros agradecimientos a Leonidas Montes, Ignacio Briones y Soledad Arellano, quienes como sucesivos

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