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los Estados mafiosos de Hungría y Rusia, donde el partido se vio sustituido por un clan político centrado en un protector que distribuye el dinero y la riqueza. Los analistas occidentales usan la palabra corrupción para describir estos sistemas, pero resulta engañosa: aquí corrupción no describe a burócratas que piden sobornos por pequeñas tareas en la administración pública (aunque esto también sucede); más bien describe cómo los que están en el poder usan los instrumentos de gobierno para amasar riqueza, y también emplean su riqueza para perpetuarse en el poder. Esta corrupción es intrínseca al sistema, que no puede existir sin corrupción porque la corrupción es su combustible, su pegamento social y su herramienta de control. Cualquiera que entre en él se vuelve cómplice de la corrupción, lo cual implica que todos están de una manera u otra fuera de la ley, y por lo tanto en situación punible. Las autocracias adoran desprestigiar a sus oponentes acusándolos de corrupción, meterlos en la cárcel e incluso ejecutarlos como sucede en China.

      Trump heredó un sistema y una cultura políticos muy diferentes. En EEUU acercarse al poder político definitivamente no es la única manera de hacerse rico. Pero el poder político sí se traduce en riqueza y viceversa, y este es el rasgo del sistema más relevante para Trump y el trumpismo. El desdén de Trump por las expectativas de dignidad, sumado a su negación de las evidentes ventajas personales que obtenía, asemejan notablemente el Gobierno estadounidense a los Estados mafiosos. Al igual que esas autocracias, el trumpismo desprestigia a todo el mundo: a sus afines porque se vuelven cómplices de la corrupción, y a sus enemigos porque los acusa de ser corruptos.

      Lo cierto es que lo que llevó a la investigación de destitución fue el intento de Trump de desprestigiar, mediante una acusación de corrupción, al antiguo vicepresidente Joe Biden, a quien temía como potencial oponente demócrata en las elecciones de 2020. De hecho, fue el matrimonio estadounidense entre dinero y poder político lo que permitió este movimiento cuando Hunter, hijo de Biden, fue contratado como consultor extremadamente bien pagado en una compañía energética ucraniana. Quizá fue Trump quien intuyó el potencial de la corrupción usada como arma, o tal vez fuera una idea de los socios soviéticos emigrados de su abogado Rudy Giuliani. Fuera como fuese, Trump hacía uso pleno de la espada de la corrupción: usaba el poder de su cargo para sus propios fines políticos, mientras lanzaba acusaciones de corrupción de la forma en que lo hace un autócrata. Cuando los republicanos defendieron sus acciones, afirmando que le preocupaba la corrupción en Ucrania, se volvieron cómplices de su tentativa autocrática y el Gobierno estadounidense se corrompió, en la acepción de la palabra que denota una transformación que impide cualquier reconocimiento.

      vi

      podríamos llamarlo autocracia con ambiciones

      La mejor descripción de la relación de Trump con la autocracia se la debemos al historiador Timothy Snyder, que en abril de 2016 observó que “no es difícil entender por qué Trump podría elegir a Putin como amigo imaginario. Putin es la versión real de la persona que Trump finge ser por televisión”.91 Trump admiraba el control de Putin sobre el poder,92 su tasa de popularidad del 82%, y le alababa por ser “mucho más líder que nuestro presidente [Obama]”.93 El amor de Trump por Putin ha recibido mucha atención, pero lo cierto es que tanto el Trump candidato como el Trump presidente han distribuido de manera bastante equitativa su amor entre diferentes autócratas del mundo.

      Trump ensalzó la maestría con la que Kim Jong-un había consolidado el poder en Corea del Norte: “Llega, se hace con todo y es el jefe”.94 Más tarde, preparando una reunión en persona con Kim, Trump afirmó: “Nos enamoramos”.95

      Trump invitó al dictador filipino Rodrigo Duterte a la Casa Blanca96 y le elogió por su guerra contra la droga,97 una campaña de ejecuciones extrajudiciales que se había cobrado miles de vidas.

      Para su primer viaje al extranjero, Trump escogió Arabia Saudí, donde el rey le obsequió con un collar de oro honorífico.98 Un año y medio después, el periodista disidente saudí Jamal Jashogyi, que trabajaba y vivía en el exilio, fue asesinado en la embajada saudí en Estambul, por orden y en conocimiento del príncipe saudí Mohammed bin Salmán.99 La declaración de Trump en respuesta al asesinato se tituló “¡Estados Unidos primero!” y reafirmaba su amistad con el miembro de la familia real de Arabia Saudí.100

      El segundo viaje al extranjero de Trump le llevó a Israel, donde fue recibido por Benjamín Netanyahu a su llegada al aeropuerto de Tel Aviv. Entre ellos se llamaban Donald y Bibi.101 Antes de que acabase el año, Trump hizo una proclamación en la que reconocía Jerusalén como capital de Israel y ordenaba que se trasladara la embajada allí, en contra de la legislación internacional y del consenso político existente.102 En 2019, EEUU dio un paso más en este sentido, declarando que la legislación internacional no era de aplicación en la Cisjordania ocupada por Israel.103

      En los primeros tiempos de su presidencia, Trump invitó al dictador chino Xi Jinping a Mar-a-Lago. Durante el postre –“el pastel de chocolate más bonito que se haya visto nunca”, según Trump– le dijo a Xi que EEUU acababa de bombardear Siria.104 En Fox News retransmitieron a Trump contando su conversación a la izquierda de la pantalla, mientras en la parte derecha se podían ver los misiles explotando en mitad de la noche, en una perfecta representación de cómo Trump entiende el poder: crudo, brutal, unitario y performativo. Trump siempre está poniendo en escena una idea exagerada de sí mismo en televisión.

      Los republicanos en el Congreso y los hombres (y un par de mujeres) hechos y derechos de la Administración se mostraron dispuestos a unirse al show de Trump. Cuando este consiguió su primera victoria legislativa con una ley de reforma fiscal –esto no sucedió hasta diciembre de 2017 porque la legislación es algo periférico en la visión que Trump tiene del poder– su forma de celebrarlo fue poner de rodillas al Partido Republicano.105 Hizo que la prensa se quedara en la sala al comienzo de una reunión de gabinete y pidió a Carson que empezase con una oración. “Padre nuestro que estás en los cielos –empezó Carson–, estamos muy agradecidos por las oportunidades y la libertad que nos has concedido en este país. Te damos las gracias por un presidente y por los miembros de su gabinete, valientes y dispuestos a enfrentarse a los vientos de la polémica para conseguir un futuro mejor para los que vendrán después de nosotros”.106 Trump, con los ojos cerrados y las manos entrelazadas, parecía acompañarle en voz baja, como si conociese la plegaria. Carson continuó: “Estamos agradecidos por la unidad en el Congreso, que ha resultado una oportunidad para que nuestra economía crezca y podamos luchar contra la deuda que estaba destruyendo nuestro futuro”. Hay que decir que ni un solo demócrata, en ninguna de las dos cámaras del Congreso, había votado a favor de la ley, que por lo que parecía probablemente iba a aumentar el déficit federal. Tras la oración, Trump hizo intervenir a su vicepresidente como si fuera un profesor preguntando por sorpresa a un alumno. Durante dos minutos, Pence se dedicó a agradecer el “milagro de clase media” del presidente, dijo que estaba “profundamente honrado de poder estar aquí como su vicepresidente”. Trump escuchaba con expresión adusta, asintiendo ligeramente con la cabeza, con los brazos cruzados bajo el pecho.

      Más tarde, ese mismo día, los líderes republicanos de ambas cámaras del Congreso, el vicepresidente y otros políticos republicanos se reunieron en la Casa Blanca para rendir tributo a su líder. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, y el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan, entre otros, se dedicaron a felicitar a Trump por sus logros. Diane Black, miembro de la Cámara de Representantes por Tennessee, le dio las gracias a Trump “por permitirnos tenerle como presidente”. Orrin Hatch, de Utah, que lleva más de cuarenta años en el Senado, vaticinó que la presidencia de Trump será “la presidencia más magnífica que hayamos visto no solo en generaciones, sino jamás”. Pence se dirigió a Trump para decirle: “Usted hará que América vuelva a ser grande”.

      En menos de un año, esta puesta en escena por encargo de lealtad y adulación hacia el líder se había normalizado, al menos entre los republicanos. Después, Trump empezó a exigirla también de los demócratas. Tras su primer discurso sobre el estado de la Unión en febrero de 2018,

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