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de forma puntual cuando Mike Pompeo reemplazó a Tillerson como secretario de Estado),117 igual que las del Pentágono;118 con el tiempo, también la Casa Blanca acabó suspendiéndolas.119

      Trump emitió una orden ejecutiva que requería que, por cada norma introducida, dos normas existentes debían desaparecer. La EPA consiguió incluso superar este objetivo.120 A finales de 2017, la EPA había revocado dieciséis normas e introducido una; en 2018 eliminó diez y creó tres.

      Los grupos asesores dimitieron o fueron desmantelados, empezando por el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca.121 El conocimiento científico o bien se dejaba al margen, o bien se borraba literalmente, como en el caso de la información sobre el cambio climático, que primero desapareció de la web de la Casa Blanca y después también de las webs de la EPA.122 La mayoría de las carencias de la Administración, incluyendo la de capacidad, casi siempre resultaban invisibles para la mayoría, aunque de vez en cuando salía a la luz un ejemplo desconcertante. Durante una audiencia en mayo de 2019, cuando la miembro de la Cámara de Representantes Katie Porter, profesora de Derecho y antigua funcionaria de supervisión bancaria en California, le preguntó a Ben Carson por los REO –una abreviatura común para “real estate owned”, propiedades en ejecución–, Carson pensó que Porter le hablaba de las galletas Oreo.123 En aquel momento, llevaba más de dos años como secretario del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano.

      Carson se encontraba en el Congreso ese día para defender una propuesta que recortaba el presupuesto de su organismo más del 16%. Todos los proyectos de presupuesto de la Administración Trump consistían en recortes al presupuesto de cualquier organismo que no fuera Defensa, Seguridad Nacional y Asuntos de los Veteranos (en 2018, la NASA, Energía, Comercio y Salud y Servicios Humanos fueron añadidos a la columna de “aumentos”,124 pero en 2019 solo quedaba Comercio,125 con un aumento del 7%). Se pretendía reducir la financiación del Departamento de Estado entre el 24 y el 33%, la de la EPA entre el 25 y el 31% y la del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano entre el 13 y el 19%.126 Los directores de los organismos no presentaron objeciones, dejando en manos del Congreso la continuidad de la financiación de una Administración que había decidido dejar de invertir en sí misma.

      Entre toda esta destrucción hay un área que permanece aparte: los tribunales federales. La descripción de Magyar de la mecánica de los intentos autocráticos en los países poscomunistas resulta útil a la hora de analizar lo que está sucediendo en EEUU. Magyar habla de conquistar las instituciones del Estado, aniquilando cualquier distinción entre ramas del Gobierno, y hacerse con los tribunales. En el caso de Trump, la conquista de las instituciones estatales ha tenido dos vertientes: su uso para el beneficio personal y su incapacitación para servir al público. La aniquilación de cualquier división entre las ramas del Gobierno ha pasado por subyugar al Partido Republicano. Y hacerse con los tribunales es eso, hacerse con los tribunales.127 En noviembre de 2019, Trump había batido un récord de jueces nombrados. Sus protegidos constituían una cuarta parte de todos los jueces en tribunales de apelación. Había dado la vuelta a los tribunales que podían tomar decisiones clave en relación con su proceso de destitución. Y había nombrado a dos jueces del Tribunal Supremo.

      Estos jueces no solo son de extrema derecha desde el punto de vista ideológico: antiabortistas, desdeñosos de la protección de los derechos civiles, contrarios a los derechos LGTB y favorables a la desregulación. Algunos de ellos también brillan por su falta de experiencia. Trump decidió también saltarse el proceso de evaluación del Colegio de Abogados de Estados Unidos, algo que solo George W. Bush había hecho antes de él.128

      A medida que pasa el tiempo, sus elegidos son más extremos desde el punto de vista ideológico y están menos cualificados desde el punto de vista profesional –un reflejo cada vez más fiel de la propia Administración–. Algunas de las audiencias de confirmación supusieron un ataque a la política bastante similar al de un mitin o conferencia de prensa de Trump: se siente vergüenza al verlos y escucharlos.

      viii

      la muerte de la dignidad

      El trumpismo ha atacado diariamente la cultura política estadounidense, pero hay una serie de acontecimientos que parecen destinados a permanecer en la memoria colectiva, no tanto por su impacto desproporcionado, sino quizá porque mostraron con claridad lo que ya se había perdido. Uno de estos acontecimientos fue la confirmación de la nominación de Brett Kavanaugh al Tribunal Supremo. El segundo nominado por Trump al Supremo, Kavanaugh, era aún peor que el primero, Neil Gorsuch. La nominación y la audiencia de confirmación de Gorsuch se hicieron después de que el Senado, dominado por los republicanos, se hubiese negado durante once meses a considerar a Merrick Garland, tercer y último candidato de Obama, para el Supremo. El hecho de que Gorsuch pudiese ahora ser nominado y confirmado suponía una ofensa para la política. En cuanto al propio Gorsuch, parecía ser el tipo de juez conservador que podría haber nombrado cualquier presidente republicano en los últimos tiempos. Para el Tribunal Supremo, un organismo que funciona, o parece funcionar, a partir del civismo y el respeto y la consideración de la pluralidad de opiniones, Gorsuch no resultaba un elemento extraño. Durante el proceso de confirmación llegó incluso a distanciarse de los ataques de Trump a varios jueces.129

      Con arreglo a su filosofía judicial y opinión política, Kavanaugh no resultaba más extremo que Gorsuch.130 En su primera sesión en el tribunal votó igual que la mayoría con más frecuencia que ningún otro juez (Gorsuch era uno de los dos jueces que menos tendían a votar como la mayoría).131 No obstante, su audiencia de nominación fue la puesta en escena de la muerte de la dignidad en la política.

      Hay al menos dos formas en las que el concepto de dignidad es clave en nuestra forma de entender la política. Está la dignidad que otorga a cada ciudadano la participación en el proceso político. Tener una voz, ser escuchados y ejercer la acción política son parte de esta forma de dignidad. También está la dignidad de la representación política, que se apoya en el honor, el procedimiento, las formas de vestimenta particulares y el uso codificado del lenguaje. Durante mucho tiempo, la gente ha entendido que esta representación puede ser un símbolo de la política e incluso un requisito previo. Por supuesto, el espectáculo público de la política puede usarse y se ha usado para excluir a aquellos que no tienen el aspecto o el registro adecuado. Esto subraya la interacción de los dos tipos de dignidad política: la de la participación y la de la representación. El reto de la democracia reside en crear procedimientos que sostengan la dignidad de la representación sin dejar de extender el ámbito de inclusión. El trumpismo ataca a ambos tipos de dignidad, por degradación de la representación de la política y por restricción de la participación en ella.

      El 27 de septiembre de 2018, el Comité Judicial del Senado escuchó la declaración de Christine Blasey Ford, una profesora de Psicología de cincuenta y cinco años que afirmó que a la edad de quince había sido agredida sexualmente por Kava­naugh, tres años mayor que ella. Blasey Ford describió al detalle la indignidad de la agresión. Habló del sonido de la risa de su agresor, que se le había quedado grabado para siempre. “Estaba debajo de uno de ellos mientras ambos reían, dos amigos pasándoselo bien de verdad juntos”, declaró.132 El testimonio de Blasey Ford fue comedido, narrado con atención y en ocasiones pesaroso. En otras palabras, mostró respeto por el órgano político y el procedimiento en el que comparecía. Al empezar su declaración, dijo: “Estoy aquí hoy porque creo que es mi deber como ciudadana contarles lo que me sucedió cuando Brett Kava­naugh y yo estábamos en el instituto”. La representación de Kavanaugh, por su parte, fue trumpiana.

      Antes de la audiencia, Kavanaugh había negado las acusaciones en una entrevista con la Fox, donde apareció con su esposa, y en una declaración escrita que se presentó al Comité Judicial del Senado. En la entrevista se mostró tan comedido y humilde como lo sería después la acusación, y también él expresó respeto por el procedimiento. “Lo que busco es un proceso justo, un proceso en el que pueda defender mi integridad y limpiar mi nombre –dijo–. Lo único que pido es justicia y que se me escuche”.133

      En su declaración escrita,

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