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—dijo Patience recorriendo el almacén.

      Justice se rio. Fuera la circunstancia que fuera, siempre lograba hacerlo reír.

      —Creía que a las mujeres les gustaba decir que el tamaño no importa.

      Ella lo miró sonrojada y se dio la vuelta.

      —Me refería a tu negocio.

      —Ya lo sé. Aquí haré cosas distintas. Necesitaremos mucho espacio.

      —Imagino que la buena noticia es que puedes hacer todo lo que quieras.

      —Eso creía. Marcos en las paredes, montar algunos despachos y salas de reunión.

      —Y un cuarto de baño —añadió ella—. Si tus clientes van a hacer ejercicio, tal vez deberían tener unas duchas.

      Él tenía muchas ganas de pensar en duchas, aunque no del modo en que ella se refería.

      La siguió mientras avanzaba por el espacio abierto. Patience vestía unos vaqueros y otra de sus camisetas decoradas. Esa era rosa con flamencos cubiertos de brillantes sentados en una mesa y tomando unos martinis. No estaba seguro de qué significaba, pero era pura Patience.

      —¿Ya te has decidido? ¿Te quedas?

      Él se preguntó si la realidad era que, desde que la había visto, marcharse ya no era una opción.

      —Me quedo.

      —¿Y vas a abrir el negocio con tus socios?

      —Con Ford y Angel.

      —¿Angel?

      —Aún no lo conoces.

      Ella enarcó las cejas.

      —¿Le has advertido sobre dónde se está metiendo al venir a un sitio como este?

      —Estará bien.

      Se acercó a él.

      —Has mantenido el contacto con Ford.

      Él asintió, y después se preguntó si su interés sería personal más que general. Los tres habían sido amigos, y Ford había pasado años en el pueblo después de que él se hubiera marchado. ¿Habrían salido? Ford nunca le había dicho nada, pero tampoco es que compartiera muchas cosas con él. De pronto, sintió una fuerte tensión en los hombros.

      —¿Tienes muchas ganas de verlo? —le preguntó Justice.

      —Claro —se detuvo—. ¿Está casado?

      No le gustó la pregunta y mucho menos la respuesta que iba a darle.

      —No. ¿Es una buena noticia?

      Ella sonrió.

      —Siempre es divertido que regrese un héroe local, aunque creo que su madre y sus hermanas estarán más emocionadas —su sonrisa se volvió algo pícara al añadir—: Y en cuanto a lo del matrimonio, no se lo digas a nadie, pero mi amiga Isabel está loca por que Ford vuelva.

      Sus músculos se relajaron.

      —¿Le gustaba?

      —Muchísimo. Ford estaba prometido con su hermana. Maeve lo engañó con su mejor amigo y Ford, como era de esperar, se enfadó mucho. Se marchó y se alistó en el ejército. Maeve se casó con su mejor amigo y siguen juntos. Pero Ford no viene de visita casi nunca. Cuando ve a su familia, queda en alguna otra parte y tampoco muy a menudo. Isabel solo tenía catorce años cuando Ford se marchó y estuvo años escribiéndole. Ahora ya han crecido y ella ha vuelto al pueblo. Está muy nerviosa por volver a verlo —se detuvo—. ¿Es demasiada información?

      —No. Es algo confusa, pero no demasiada.

      Ella miró a su alrededor.

      —¿Estás asustado?

      —¿Por?

      —Por abrir un negocio. Yo estoy aterrada. Si pienso demasiado en ello, empiezo a dudar de mí misma. Mi padre se marchó cuando yo solo era un par de años mayor que Lillie y ni se molestó en mantener el contacto conmigo. Después de aquello, solo estábamos mi madre y yo, y entonces conocí a Ned y fue un desastre. Estaba sola y tenía a Lillie, y mi madre me invitó a volver a casa. Siempre ha estado a mi lado. La herencia ayudará a saldar la hipoteca y eso nos dará seguridad a las dos. Pero tengo a Lillie y, si la cafetería fracasa, habré desperdiciado todo ese dinero. ¿Estoy siendo una irresponsable por correr el riesgo?

      Él se acercó y le puso las manos sobre los hombros.

      —No. Tienes derecho a ser feliz.

      —Pero ya soy feliz trabajando en la peluquería de Julia.

      —¿Tu sueño es ser peluquera?

      —No, pero...

      —¿Es el Brew-haha?

      Las comisuras de sus labios se elevaron.

      —Sí, pero...

      —Nada de peros. Tienes que cumplir tu sueño, Patience. Te has ocupado de la casa de tu madre y de los estudios de tu hija. Ahora te mereces quedarte un poco para ti también.

      —Abrir un negocio es algo muy serio.

      —Mereces cumplir uno de tus sueños.

      —¿Y si fracaso?

      Los ojos de él se oscurecieron cuando pronunció esas palabras y supo que Patience le había expresado su mayor temor. Pero antes de poder decirle que no fracasaría y darle los motivos, alguien pronunció su nombre.

      —¡Ahí estás! Eres un hombre muy difícil de encontrar.

      Patience dio un paso atrás y bajó los brazos. La mujer que se acercaba a él con paso decidido tendría unos cincuenta años, era rubia y su rostro le resultaba familiar. Buscó en su memoria y dio con un nombre.

      Denise Hendrix. La madre de Ford.

      Patience vio al gran guardaespaldas retroceder al ver a la madre de su socio y se preparó para presenciar un espectáculo excelente.

      Denise Hendrix tenía seis hijos. Patience estaba segura de que los quería a todos por igual, pero cinco de ellos seguían viviendo en el pueblo mientras que el sexto arriesgaba su vida sirviendo en el ejército, y para cualquier madre eso sería difícil y delicado.

      Se detuvo delante de Justice.

      —Eres la razón por la que por fin mi hijo va a volver a casa.

      Justice tragó saliva y a Patience le pareció ver en su mirada algo que se acercaba mucho al miedo. Él levantó las manos en un gesto de defensa y rendición.

      —Yo... eh...

      Denise asintió conteniendo las lágrimas.

      —He estado rezando para que llegara este momento. Estaba tan triste cuando se marchó. ¡Cómo no iba a estarlo! —miró a Patience—. Culpo a Maeve, aunque la he perdonado, claro. Pero aun así, ¿tuvo que irse mi hijo? Han sido muchos años. Sé que su trabajo es peligroso y que no habla del tema. Solo escribe e-mails. ¿Es que acaso un e-mail es igual de bueno que una visita?

      Se giró hacia Justice.

      —Y entonces tú vienes aquí y decides abrir tu negocio. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.

      —Nosotros... eh...

      Ella asintió y se secó las mejillas.

      —Lo sé. No ha sido todo por ti. Pero estaba empezando a pensar que jamás volvería y ahora resulta que va a venir. Tengo que asegurarme de que no vuelva a marcharse nunca.

      «Pobre Ford», pensó Patience. Esperaba que supiera dónde se estaba metiendo al volver.

      —Gracias —dijo Denise y fue hacia él.

      Patience estaba segura de que Justice conocía decenas de movimientos para esquivar a la madre de su amigo, pero en lugar de emplearlos, la abrazó.

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