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boca se movió un poco más, adelante y atrás, como si se estuviera pensando cómo hacerlo. Esos primeros cosquilleos comenzaron en lo más profundo de su ser y, en ese momento, razonar se volvió muy complicado. Ahora solo podía sentir. Sentir sus manos sobre su cintura, su boca sobre la suya. Sentir el acelerado palpitar de su corazón y cómo su sangre parecía fluir más y más deprisa.

      Él se movió, le besó una mejilla, y después la otra. Le besó la nariz y la barbilla antes de volver a centrarse en su boca.

      Con la primera caricia, Patience tuvo que contener un gemido. Con la segunda, le temblaron las rodillas. Con la tercera, quería suplicar. Su deseo no era nada sutil. Estalló en sus pechos y después salió disparado a cien kilómetros por hora en dirección al centro de su ser. Se excitó tanto y tan deprisa que casi le dolió.

      Lo rodeó por el cuello y, sin decir nada, lo animó a aprovecharse de ella, aunque fuera de forma poco apropiada. ¿Es que de verdad no quería tocarle los pechos o colar la mano entre sus muslos? La idea de que la llevara contra la pared y le hiciera el amor ahí la hizo estremecerse de placer. Era una idea tan vívida que empezó a respirar con dificultad.

      «Ahora», pensó desesperadamente. Debería actuar ahora.

      Él se echó atrás y le sonrió.

      —Tal vez debería dejarte ponerte con esto.

      «¿Esto?» No tenía ni idea de a qué se refería.

      Justice se aclaró la voz.

      —Tienes mucho que hacer.

      Dio otro paso atrás, fue hacia la puerta y antes de que ella pudiera enterarse de lo que pasaba, ya se había ido. Así, sin más. Un par de besos ardientes y se había largado por la puerta.

      Patience tenía la sensación de que debía de parecer tan impactada como se sentía. ¿Cómo podía haberla dejado así? La había besado. Apasionadamente. ¿Es que no quería hacer nada más? ¿Algo más? ¿Algo para lo que tuvieran que desnudarse y sudar?

      Allí de pie y sola en el local tenía la respuesta: no.

      La decepción reemplazó a la emoción y la excitación. La realidad se había entrometido. Justice era un tío bueno; lo había sido cuando eran niños y eso no había cambiado. Le había gustado por entonces y ahora seguía gustándole, lo cual la hacía más vulnerable.

      Aunque no podía culparlo por haberse esfumado de su vida tantos años atrás, por otro lado, tampoco había hecho nada por intentar contactar con ella. Se le podían ocurrir cientos de razones que explicaran sus actos, pero no podía evitar la verdad: si hubiera querido verla antes, lo habría hecho, así que quedaba claro que no había querido.

      Ahora había vuelto y resultaba más tentador de lo que debería, tan tentador que podría resultar peligroso. Ella ya no era una niña de catorce años, era una madre divorciada con una hija impresionable. Sabía cómo Justice podía terminar rompiendo sus tiernos corazones, y por eso tenía que ser fuerte y resistir. Por su bien, pero también por el de Lillie.

      Justice estaba en el centro del viejo almacén en el extremo del pueblo. El edificio era mucho menos bonito que el local que había visitado el día anterior con Patience. Los suelos eran de cemento, no había paredes ni ventanas y las cañerías estaban a la vista, pero era un edificio resistente además de apartado. Levantar tabiques sería fácil. Si le añadían ventanas, reservando la mitad del espacio para distintas salas de entrenamiento, podría funcionar. Fuera tenía terreno también, el suficiente para prácticas de tiro y pistas de obstáculos. La ubicación era buena y el precio aún mejor. Si elegían ese edificio, tendría que encontrar un lugar en las montañas para una pista de obstáculos más avanzada, pero no sería complicado.

      Dio una vuelta; la luz solo provenía de los fluorescentes del techo y de las puertas dobles que había dejado abiertas. Sabía que no tenía el entusiasmo de Patience por su nuevo negocio, pero no importaba. No le gustaban los altibajos emocionales. Hacía mucho tiempo había aprendido a aceptar las cosas según iban sucediendo y a seguir adelante.

      Él también tenía un plan de negocio junto con el dinero suficiente para hacerlo realidad. Su amiga Felicia le había escrito esa misma mañana preguntándole si ya había tomado alguna decisión. Si se había instalado en Fool’s Gold, tenía que hacérselo saber. Si no, ya era hora de que se buscara otro sitio. Después de todo, no estaba solo él. Tenía socios que querían que se decidiera ya.

      En lo que concernía a Felicia, ella iría a cualquier parte que fuera normal. Los pueblos pequeños la atraían, y Fool’s Gold encajaba a la perfección en esa definición. Iría allí a montar el negocio y, si terminaba odiando el pueblo, se mudaría. Pero los demás se quedarían.

      Ford Hendrix también le había enviado un correo electrónico dos días antes para decirle que se decantara por Fool’s Gold, sin embargo, el día anterior le había dicho que eligiera cualquier sitio menos ese. La ambivalencia de Ford era fruto de su tan unida familia. Había días en los que el antiguo SEAL quería volver a conectar y otros en los que necesitaba alejarse y que nadie volviera a saber de él. Era la clase de ambivalencia con la que Justice podía identificarse. Con Patience...

      Sacudió la cabeza. No había ido allí para pensar en ella.

      Su tercer socio, Angel, se encontraba en terreno neutral. Nunca había estado en el pueblo y, cuando había leído la descripción, le había resultado intrigante el hecho de que estuviera tan cerca de las montañas. Le gustaban las actividades al aire libre y alejarse del mundo, y la accidentada topografía del lugar ofrecía mucho de ambas cosas. Así que la decisión recaía en él que, para ser sinceros, no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.

      Sin embargo, lo cierto era que sí lo sabía. Una parte de él siempre había querido volver allí, al único lugar en el que se había sentido bien recibido.

      Sí, admitía que Patience era uno de los principales atractivos, si no el único. Nunca la había olvidado y a menudo se había preguntado dónde estaría y qué estaría haciendo. Con sus recursos, le habría resultado fácil encontrarla, podría haber tenido un informe completo sobre ella en menos de seis horas. Pero nunca lo había hecho.

      Ahora sabía que seguía en el pueblo y que estaba soltera, lo cual la convertía en una tentación. Su beso de la mañana anterior no había hecho más que avivar la fantasía y ahora quería más. La quería en su cama, cerca de él, tomándolo con tanta pasión como él quería tomarla a ella.

      Y eso significaba que la mejor solución para ambos era que se alejara de allí.

      Sabía quién era y la clase de hombre que podía llegar a ser. Patience se merecía alguien mejor. Quería pensar que él podía ser mejor, hacer las cosas mejor que su padre, que el ADN de Bart Hanson no era el destino de su hijo. Sin embargo, no podía estar seguro. Cuando por fin habían atrapado a su padre y lo habían metido en la cárcel, Justice se había sentido con libertad de elegir. Podría haber sido cualquier cosa, haber ido a cualquier parte, y el hecho de que se hubiera alistado en el ejército no era digno de mención. Sí que lo era, en cambio, la ocupación por la que había optado.

      Era francotirador. Ni policía ni técnico. El hijo de un asesino había elegido matar a otros. Era la prueba definitiva de la oscuridad de su alma y eso quería decir que marcharse de allí era lo mejor para Patience y su familia. Se merecían a alguien mejor que él, pero el problema era que no quería irse, y eso lo convertía en un absoluto bastardo.

      Oyó pisadas y al girarse se encontró a una mujer mayor y bien vestida entrando en el almacén. Al igual que Eddie, tenía el pelo blanco, pero las similitudes se quedaban ahí. Esa mujer llevaba un traje sastre, zapatos de salón y perlas. Sonrió al acercarse y extendió la mano.

      —Bienvenido de nuevo, Justice Garrett. Soy la alcaldesa Marsha Tilson. Imagino que no me recordarás.

      —No, pero es un placer conocerla... otra vez.

      Se estrecharon la mano.

      La alcaldesa lo miró fijamente.

      —Has

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