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Los suizos acordaron en 1529 una versión propia del precepto cuius regio, eius religio, que resolvía la cuestión de la autoridad a favor de los gobiernos cantonales. Esto se vino abajo en 1531, pero la victoria católica en la ulterior guerra civil finalizó la expansión protestante por las regiones principales de la confederación. Los protestantes concedieron garantías legales a las minorías católicas de las condominia, las tierras administradas de forma conjunta por dos o más cantones. Las minorías protestantes se aseguraron más tarde, en 1712, derechos equivalentes, después de una breve guerra. Al igual que Bohemia, Suiza pudo seguir su propio camino, pues disfrutaba con anterioridad de considerable autonomía política y permaneció fuera de las instituciones creadas por las reformas imperiales. Aun así, la herencia común del imperio resulta evidente en la semejanza entre las respectivas soluciones políticas y legales para las diferencias religiosas.

      RELIGIÓN Y POLÍTICA IMPERIAL DESPUÉS DE 1555

      La preservación del acuerdo de Augsburgo

      La Paz de Augsburgo sufrió la misma divergencia de interpretaciones que socavó el acuerdo alcanzado en Espira en 1526, pero sobrevivió mucho más tiempo sin mucho problema. Los católicos consideraban que impedía nuevos ataques contra su Iglesia, mientras que los protestantes estimaban que la protección legal autorizaba la expansión continuada de su nueva religión. Muchos abrazaron de forma abierta el luteranismo y reformaron el clero y la Iglesia de sus territorios según el modelo evangélico. A mediados del siglo XVI, el equilibrio religioso de Alemania estaba completo. En ese momento, el luteranismo había sido adoptado de forma oficial por unos 50 principados y condados y por tres docenas de ciudades imperiales. Entre estas se incluían algunos territorios muy sustanciales, en particular los electorados de Sajonia, Brandeburgo y el Palatinado, así como algunas de las casas principescas más antiguas y de mayor renombre: los ducados ernestinos de Sajonia, todas las ramas de la casa de Hessen, los Hohenzollern de Franconia en Ansbach y en lo que fue conocido como Bayreuth, así como en Wurtemberg, Holstein, Mecklemburgo, Pomerania, Anhalt y la mayoría de condados westfalianos y de la Baja Sajonia.

      El catolicismo quedó reducido en Alemania a tan solo tres grandes principados: Baviera, Lorena, que ya era semiautónomo, y Austria, que era, con diferencia, el mayor del imperio. En otros lugares, el catolicismo resistió en los pequeños condados del sudoeste y en dos quintas partes de las ciudades imperiales. Antes bien, dado que las numerosas (pero bastante pequeñas) tierras de la Iglesia quedaron reservadas para los católicos, estos todavía gestionaban unos 200 Estados imperiales, que les proporcionaban una mayoría decisiva en las instituciones comunes del imperio.

      Los luteranos no establecieron ninguna organización nacional. En lugar de ello, cada príncipe o consejo ciudadano asumió los poderes antaño ejercidos por un obispo católico en su territorio. En la práctica, tales poderes se confiaban a los consejos eclesiásticos, lo cual expandía de forma considerable el ámbito de la administración territorial e incrementaba su presencia a nivel parroquial. Las autoridades católicas implementaron reformas similares en sus propias tierras, aunque siguieron aceptando la jurisdicción espiritual de sus obispos.

      Tensiones confesionales y tensiones políticas

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