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      La conversión al protestantismo

      La divergencia ya era evidente en el siguiente Reichstag, reunido en Espira en 1529. Los católicos consideraban errónea la interpretación evangélica del congreso de 1526 como licencia para continuar con la reforma religiosa. Dado que la mayoría de los Estados imperiales seguían siendo católicos, revocaron su anterior decisión e insistieron en que se aplicase íntegramente el Edicto de Worms, con el que Carlos V proscribió a Lutero y a sus seguidores. El veredicto de la dieta imperial provocó la famosa Protestatio, que, encabezada por el elector de Sajonia, expresaba la disidencia de 5 príncipes y magistrados de 14 ciudades imperiales. La palabra «protestante» derivó de este documento. Era la primera brecha abierta en la unidad política del imperio.

      El fracaso de la solución militar

      Los protestantes formaron en 1531 la Liga de Esmalcalda para su mutua defensa (vid. págs. 559-561). La amenaza otomana animó a Fernando a suspender el Edicto de Worms en 1532, tregua que extendió en tres ocasiones, hasta 1544. La Liga, por otra parte, quedó debilitada por las divisiones internas y los escándalos de sus príncipes. Carlos V, tras haberse impuesto temporalmente a franceses y otomanos en 1544-1545, regresó al imperio con un gran ejército. El elector de Sajonia y el landgrave de Hessen fueron declarados fuera de la ley imperial, pues habían atacado a su rival regional, el duque de Brunswick. Esto permitió a Carlos presentar su intervención como la restauración de la paz pública del imperio. El conflicto resultante, la Guerra de la Liga de Esmalcalda (1546-1547) se saldó con la aplastante derrota de Mühlberg, una victoria que celebra el famoso retrato de Tiziano que representa a Carlos como un general triunfante (vid. Lámina 8).

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