Скачать книгу

target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_fbaf5750-9b95-5dab-8ab9-d173fa6b94da">106

      La Paz de Augsburgo

      Tales acuerdos pasaron a la historia con el precepto «de tal rey, tal religión» (cuius regio, eius religio). No obstante, esta frase no aparece en el tratado de paz, pues fue acuñada en 1586 por Joachim Stephan, jurista de la universidad de Greifswald. Se ha achacado a estos acuerdos la consolidación del supuesto dualismo del imperio entre un emperador débil y unos principados más diferenciados. Sin embargo, aunque se concedieron los mismos derechos a ambas confesiones, la católica y la luterana, estos se distribuyeron de forma desigual dentro de la jerarquía de los Estados imperiales. Las ciudades imperiales, con independencia de cuál fuera su religión, carecían de pleno derecho de reforma, pues fueron obligadas a ceñirse a la fe que hubieran adoptado antes de 1555. Los caballeros imperiales quedaron excluidos y no se sabe con certeza hasta qué punto los condes disponían de los mismos poderes que los príncipes para cambiar la fe de sus súbditos. En pocas palabras: el resultado político de la reforma reforzó la evolución anterior del imperio hacia una monarquía mixta en la que el emperador compartía diversos grados de poder con una compleja jerarquía de Estados imperiales.

      Una cláusula especial cubría la Iglesia imperial. Conocida como reserva eclesiástica, esta obligaba a todos los obispos convertidos al protestantismo a que renunciasen al cargo. También dictaminaba que los protestantes no podían ser elegidos príncipes de la Iglesia. Tales restricciones fueron modificadas por la declaración de Fernando, promulgada por separado de la paz y bajo su propia autoridad, que extendía la tolerancia a las minorías protestantes residentes en las tierras de la Iglesia imperial.

      La situación fuera de Alemania

      La mayor parte de relatos de la Reforma protestante en el imperio se detienen en este punto, pues consideran que los acontecimientos posteriores son historia «alemana» en exclusiva. Pero todos los grandes reformadores pensaban en términos de una única Iglesia universal y el imperio seguía siendo mucho más grande que Alemania. La Paz de Augsburgo resolvió el problema entre el emperador y aquellas regiones del territorio que habían adquirido condición de Estados imperiales durante las reformas constitucionales de finales del siglo XV. Los Estados de mayor extensión eran las áreas gobernadas directamente por los Habsburgo, Austria y Borgoña, lo cual significaba que la familia imperial tenía los mismos derechos que los otorgados a los demás príncipes. Los tratados de Passau (1552) y Augsburgo (1555) no alteraron el tratado borgoñón, que formaba parte de un paquete de medidas obtenidas por Carlos en el Reichstag acorazado de 1548. Este tratado asignaba las tierras de Borgoña a su hijo, el futuro Felipe II de España, que las conservó cuando Carlos dividió toda su herencia entre las ramas española y austríaca de los Habsburgo entre 1551 y 1558. Felipe, en su condición de príncipe imperial, ejerció su derecho de reforma y ordenó a sus súbditos borgoñones que continuasen siendo católicos. Pero sus métodos violentos contribuyeron a desencadenar la revuelta holandesa a partir de 1566, que dio lugar a la independencia de las provincias septentrionales (vid. págs. 224-225, 587-590).

Скачать книгу