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El Sacro Imperio Romano Germánico. Peter H. Wilson
Читать онлайн.Название El Sacro Imperio Romano Germánico
Год выпуска 0
isbn 9788412221213
Автор произведения Peter H. Wilson
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
La Paz de Augsburgo
La iniciativa pasó ahora de Carlos a Fernando, el cual ganó apoyos gracias a su trato más firme con los príncipes y a su adherencia a las normas constitucionales. Esto permitió a Fernando convertir acuerdos temporales establecidos a partir de 1521 en una paz más estable, pues consideraba que la aceptación generalizada de esta paz era necesaria para salvaguardar la anhelada unidad imperial.107 El resultado final fue el acuerdo ultimado en el Reichstag de 1555, que pasó a la historia como la «Paz religiosa», pero que los contemporáneos denominaron «paz religiosa y profana». La diferencia es importante. El tratado anuló el Interim y evitó, de forma deliberada, emitir pronunciamientos en torno a cuestiones religiosas.108 En lugar de conceder tolerancia, como se intentó poco tiempo después en Francia, la paz garantizaba derechos políticos y legales tanto a católicos como a luteranos. Tales privilegios formaban parte de un documento mucho más extenso que reajustó la organización política, defensiva y financiera del imperio en una serie de completas medidas constitucionales. Las cuestiones claves de autoridad, propiedad y jurisdicción quedaban encuadradas dentro del derecho de reforma (ius reformandi) concedido a los Estados imperiales para gestionar los asuntos eclesiásticos y religiosos en sus territorios. La posesión de propiedad eclesiástica quedó fijada a partir de la fecha de la Paz de Passau, que pasó a convertirse en el «año normativo» del imperio (Normaljahr). Los protestantes aceptaron que el Reichskammergericht resolviera disputas específicas. Ningún Estado imperial podría transgredir la propiedad o jurisdicción de otro, lo cual significaba que la jurisdicción espiritual católica quedaba en suspenso en aquellos territorios que se pasaran al luteranismo. Se concedió libertad limitada de conciencia y derecho a emigrar a aquellos habitantes que no aceptasen la fe oficial de su territorio.
Tales acuerdos pasaron a la historia con el precepto «de tal rey, tal religión» (cuius regio, eius religio). No obstante, esta frase no aparece en el tratado de paz, pues fue acuñada en 1586 por Joachim Stephan, jurista de la universidad de Greifswald. Se ha achacado a estos acuerdos la consolidación del supuesto dualismo del imperio entre un emperador débil y unos principados más diferenciados. Sin embargo, aunque se concedieron los mismos derechos a ambas confesiones, la católica y la luterana, estos se distribuyeron de forma desigual dentro de la jerarquía de los Estados imperiales. Las ciudades imperiales, con independencia de cuál fuera su religión, carecían de pleno derecho de reforma, pues fueron obligadas a ceñirse a la fe que hubieran adoptado antes de 1555. Los caballeros imperiales quedaron excluidos y no se sabe con certeza hasta qué punto los condes disponían de los mismos poderes que los príncipes para cambiar la fe de sus súbditos. En pocas palabras: el resultado político de la reforma reforzó la evolución anterior del imperio hacia una monarquía mixta en la que el emperador compartía diversos grados de poder con una compleja jerarquía de Estados imperiales.
Una cláusula especial cubría la Iglesia imperial. Conocida como reserva eclesiástica, esta obligaba a todos los obispos convertidos al protestantismo a que renunciasen al cargo. También dictaminaba que los protestantes no podían ser elegidos príncipes de la Iglesia. Tales restricciones fueron modificadas por la declaración de Fernando, promulgada por separado de la paz y bajo su propia autoridad, que extendía la tolerancia a las minorías protestantes residentes en las tierras de la Iglesia imperial.
A excepción de la declaración de Fernando, la paz era «propiedad» colectiva de todos los Estados imperiales, lo cual supone una marcada referencia con respecto a otros acuerdos de Europa occidental. Si allí las monarquías se volvieron confesionales, y se identificaban con una única fe oficial, el imperio siguió siendo simplemente cristiano y la posición legal de los judíos se mantuvo intacta. Esto constituía sobre el papel una fuente de mucha fuerza, pues la autonomía e identidad de las dos religiones mayoritarias descansaban en derechos compartidos y garantizados por un orden constitucional neutral en lo religioso. Aunque este tenía un precio: la moderna separación entre Iglesia y Estado resultaba imposible, pues la religión continuó siendo parte integral de la política del imperio. La acción política formal continuó abierta: la decisión de la mayoría católica del Reichstag de 1529 continuó sin poder imponerse, con lo que las futuras decisiones por mayoría serían provisionales hasta que aquellos que estuvieran a favor ganasen la aceptación de los discrepantes. La verdadera decisión de 1552-1555 fue la incorporación al proceso político de la renuncia mutua a la violencia entre los Estados imperiales.109
La situación fuera de Alemania
La mayor parte de relatos de la Reforma protestante en el imperio se detienen en este punto, pues consideran que los acontecimientos posteriores son historia «alemana» en exclusiva. Pero todos los grandes reformadores pensaban en términos de una única Iglesia universal y el imperio seguía siendo mucho más grande que Alemania. La Paz de Augsburgo resolvió el problema entre el emperador y aquellas regiones del territorio que habían adquirido condición de Estados imperiales durante las reformas constitucionales de finales del siglo XV. Los Estados de mayor extensión eran las áreas gobernadas directamente por los Habsburgo, Austria y Borgoña, lo cual significaba que la familia imperial tenía los mismos derechos que los otorgados a los demás príncipes. Los tratados de Passau (1552) y Augsburgo (1555) no alteraron el tratado borgoñón, que formaba parte de un paquete de medidas obtenidas por Carlos en el Reichstag acorazado de 1548. Este tratado asignaba las tierras de Borgoña a su hijo, el futuro Felipe II de España, que las conservó cuando Carlos dividió toda su herencia entre las ramas española y austríaca de los Habsburgo entre 1551 y 1558. Felipe, en su condición de príncipe imperial, ejerció su derecho de reforma y ordenó a sus súbditos borgoñones que continuasen siendo católicos. Pero sus métodos violentos contribuyeron a desencadenar la revuelta holandesa a partir de 1566, que dio lugar a la independencia de las provincias septentrionales (vid. págs. 224-225, 587-590).
En Bohemia, la cuestión religiosa siguió sus propios derroteros, lo cual se explica por el lugar especial que ese reino ocupaba dentro de la constitución imperial. La Compacta de 1436 fue revisada en el Tratado de Kuttenberg de 1485, que garantizaba a los utraquistas autonomía en las parroquias y potestad para nombrar a sus propios curas, además de prohibir a los señores imponer su confesión religiosa a sus campesinos. Este acuerdo prefiguró el de Augsburgo de 70 años más tarde, en el sentido de que aceptaba tan solo dos confesiones (en este caso, catolicismo y utraquismo), al tiempo que negaba derechos a minorías disidentes como los de la hermandad bohemia. El Tratado de Kuttenberg fue confirmado en 1512 y aceptado por Fernando I a su ascensión al trono de Bohemia, en 1526. Para los observadores externos, los utraquistas seguían estando contaminados por la subversión husita y no había nadie que considerase que Kuttenberg fuera un modelo deseable de paz religiosa.110 Pero el acuerdo continuó siendo legalmente vinculante incluso después de la Paz de Augsburgo, gracias a la autonomía política de Bohemia y a la necesidad de los Habsburgo de conservar apoyos entre la nobleza bohemia. La difusión del luteranismo entre los germanoparlantes, a partir de la década de 1570, aumentó el pluralismo religioso del reino. En 1575, Maximiliano II, dada su condición de rey de Bohemia, sancionó de palabra la confessio Bohemica acordada por utraquistas, luteranos y la hermandad bohemia. En 1609 se consiguió arrancar a su sucesor Rodolfo II una confirmación por escrito: era la carta de majestad, que permitía a los disidentes religiosos establecer instituciones administrativas y eclesiásticas paralelas. Aunque esta fue anulada durante la Guerra de los Treinta Años, la evolución diferenciada de la religión en Bohemia reforzó la autonomía de ese reino en el seno del imperio.
La Reforma protestante reforzó pautas políticas similares entre los suizos, que en el momento del estallido de la crisis religiosa estaban todavía redefiniendo su relación con el imperio. Las diferencias teológicas las reforzaron, pues