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bien. Nuestro hermano ha heredado los genes cocineros de la familia. Espera y verás. Entrará aquí en un momento con algo que nos hará la boca agua. Por cierto, ¿qué le toca preparar esta semana?

      –Está haciendo mi pollo y mis buñuelos de carne –les dijo Nell–. He hablado con él hace media hora y ha dicho que sus buñuelos le han salido más ligeros que el aire. Ya veremos. Hacen falta años de práctica para hacer bien esos buñuelos.

      –Oh, creo que puedes contar con que a Kevin le habrán salido –dijo Abby, al parecer ajena al hecho de que la abuela no parecía muy dispuesta a ceder su puesto como mejor cocinera de la familia. Parecía casi más feliz con sus fracasos que con el posible éxito de Kevin.

      –Abuela, por muy buenos que sean los buñuelos de Kevin, no estarán ni la mitad de buenos que los tuyos –le aseguró Jess a su abuela.

      Nell pareció quedar satisfecha con el cumplido.

      –Sé que lo estás diciendo solo para no herir mis sentimientos, pero te lo agradezco.

      Abby se sonrojó al darse cuenta de que, sin quererlo, había molestado a la abuela, pero tuvo la sensatez de no prolongar la conversación. Por el contrario, centró su atención en Jess.

      –Pareces cansado. ¿Va todo bien?

      –Han sido unas semanas muy moviditas en el hotel –dijo Jess, no dispuesta a desvelar que apenas había dormido nada desde el beso que Will le había dado. No había podido sacárselo de la cabeza. Solía ser una persona inquieta y nerviosa, pero lo era aún más desde aquella noche.

      Y lo peor era que apenas había visto a Will. Incluso había probado a pasar por Sally’s a la hora del almuerzo, pero había sido en vano. Jake y Mack habían estado allí, pero sin él. Y ya que no había querido que nadie sospechara que estaba buscándolo, había dejado de pasarse por allí y de ir a cualquier otro sitio donde pudiera encontrárselo.

      –¿Entonces no tiene nada que ver con tu vida social? –preguntó Abby con un pícaro brillo en los ojos.

      –Yo no tengo vida social –respondió Jess–. Ninguna.

      –¿En serio? Pues entonces Will…

      Jess la interrumpió.

      –Hace siglos que no veo a Will.

      La abuela lo escuchaba todo sin decir ni una palabra, pero Jess no pudo evitar fijarse en la sonrisa que estaba esbozando.

      –¿Qué?

      –Solo estaba pensando que estaría bien que Will viniera a comer hoy –dijo Nell inocentemente–. Así los dos podréis poneros al día, y tal vez aclarar vuestras historias.

      –¿Will va a venir a comer? –repitió Jess–. ¿Quién lo ha invitado? –si había sido idea de su padre o de Connor, los mataría–. ¿Y qué quieres decir con eso de aclarar nuestras historias? No hay ninguna historia.

      –Pues eso no es lo que he oído –dijo la abuela antes de lanzarle una desafiante mirada–. Y soy yo la que lo ha invitado.

      –Pero… –estaba a punto de protestar, pero la abuela la interrumpió con una mirada de reprimenda.

      –Sabes que no tiene familia por la zona. Debería pasar los domingos con la gente que se preocupa por él. Will siempre ha sido bienvenido aquí y eso no va a cambiar solo porque tú te sientas incómoda.

      –¿Quién ha dicho que me sienta incómoda? –preguntó Jess–. Supongo que solo me sorprende que haya aceptado –pensaba que la comida de los domingos de los O’Brien sería lo último que él quisiera hacer en ese momento. No solo tendría que verse las caras con ella, sino que tendría que enfrentarse a las miradas curiosas de toda la familia.

      –Por supuesto que ha aceptado –dijo la abuela–. ¿Por qué no iba a hacerlo?

      –Pensé que le resultaría incómodo –respondió Jess sin pensar en las consecuencias de ese comentario.

      –¿Y por qué tendría que sentirse incómodo con nosotros? –preguntó Abby–. Como ha dicho la abuela, es prácticamente de la familia. Ha estado saliendo con Kevin y con Connor desde el colegio. Pierdo la cuenta de todas las fiestas de Navidad que ha pasado aquí con nosotros.

      –Solo quería decir que… –comenzó a decir Jess antes de darse cuenta de que no tenía una explicación razonable–. Oh, no importa. Iré a ver si mamá necesita ayuda para poner la mesa.

      Antes de poder marcharse, sin embargo, su abuela la miró fijamente para decirle:

      –¿No estarás intentando evitar hablar del beso que te dio Will en Brady’s, verdad?

      Jess la miró impactada.

      –¿Cómo sabes eso?

      La abuela se rio.

      –Ese tipo de noticias vuelan.

      –Y tanto –dijo Abby y su amplia sonrisa indicó que también lo sabía–. ¿Quién iba a decir que Dillon Brady podía ser tan chismoso?

      –A mí me lo ha contado su mujer –añadió la abuela.

      –Bueno, pues yo no tengo nada que decir al respecto –dijo Jess saliendo de la cocina corriendo.

      –Imagino que Will sería más comunicativo –le gritó su abuela–. Adora mi pollo y mis buñuelos. Seguro que puedo hacer que se le suelte la lengua.

      Jess contuvo un gruñido y siguió avanzando. Si hubiera podido, habría salido de la casa sin mirar atrás, pero la conmoción que habría causado con ello no habría merecido la pena. No, tenía que quedarse allí y hacer lo que pudiera por mantenerse alejada de Will para que ninguno de los ávidos observadores de su familia se pensara que algo había cambiado entre ellos… si es que algo había cambiado. Sinceramente, no podía estar segura.

      Cuando vio que la mesa del comedor ya estaba preparada y que no había rastro de su madre, salió afuera. Se sentó en la mecedora y al instante llegó Will con un gran ramo de flores.

      –Will, es muy mala idea. No deberías haberme traído flores. Va a ser como si removieras un avispero.

      Él se rio.

      –Pues entonces es una suerte que no sean para ti. Las he traído para tu abuela en agradecimiento por haber contado conmigo hoy.

      Jess se recostó contra la mecedora, no segura de si la respuesta la había dejado avergonzada o decepcionada.

      –Oh, claro. Le encantarán. Pero deberías saber que le interesa más la información.

      –¿Cómo?

      –Se ha enterado de lo del beso, y también Abby. Imagino que todos los demás lo saben también. Por lo que he oído, Dillon y Kate son más bocazas que los O’Brien.

      Él se sentó a su lado.

      –Entiendo.

      –La abuela cree que deberíamos aclarar nuestras historias.

      –¿Qué historias?

      –Esas en las que negamos cualquier cosa o intentamos convencerlos de que nuestros labios se engancharon de manera accidental –dijo encogiéndose de hombros–. Lo que sea con tal de que no aprovechen esto para empezar a ejercer de casamenteros.

      –¿Por qué creo que es un poco tarde para eso?

      –Porque conoces a los O’Brien. Siempre estamos ansiosos por inmiscuirnos en algo.

      –¿Y cuál es nuestra historia? ¿Se te ocurre algo?

      –Opto por probar la teoría del choque de labios accidental.

      Will se rio.

      –Nadie que nos viera aquella noche va a creerse eso. Con el primer beso, tal vez, pero fueron dos.

      –Me acuerdo –el segundo había sido más intenso aún que el primero–. A lo mejor

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