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de vino y unos aperitivos. Jess había respirado hondo por primera vez en toda la tarde cuando su padre volvió a aparecer.

      –Todo el mundo está instalado –le aseguró–. Parece que el negocio marcha bien.

      –Debería seguir así, al menos, hasta finales de octubre –le dijo Jess–. También estamos casi completos para Acción de Gracias.

      –Bien por ti –le dijo él sonriéndole–. Deberías estar orgullosa, Jess. Este lugar está siendo un éxito, tal como pensabas. Tu madre y yo estamos muy felices por ti. Has hecho un trabajo estupendo.

      –Gracias, papá –respondió verdaderamente agradecida por el cumplido–. Por cierto, ¿qué te trae por aquí? Estoy segura de que no has pasado para llevar maletas, aunque no hay duda de que me has venido como caído del cielo esta tarde.

      –Me alegro de haber podido ayudar.

      –¿Te apetece una copa de vino o algún aperitivo de los que ha hecho Gail?

      –No, gracias. Solo quería preguntarte si te apetecía venir a cenar esta noche a Brady’s con tu madre y conmigo, si no estás ocupada.

      Jess se quedó paralizada.

      –¿Por qué?

      –¿Por qué no? Te mereces salir alguna noche, ¿no? A menos que ya tengas planes, claro.

      –Papá, mamá y tú aún estáis prácticamente de luna de miel y sé que esas cenas en Brady’s son, oficialmente, como citas para vosotros. ¿Por qué, de pronto, queréis que vaya?

      Él se sonrojó.

      –Porque hace tiempo que no te vemos, eso es todo.

      –Estuve en casa el domingo –le recordó ella–. Y me pasé por la galería a tomar café con mamá a principios de esta semana.

      Él se encogió de hombros.

      –No me lo había dicho.

      Jess miró a su padre.

      –Esto no tiene nada que ver con el hecho de que me hayas visto salir del Panini Bistro antes, ¿verdad?

      –¿Me has oído llamarte?

      –Podrían haberte oído en Ocean City, papá.

      –Pues entonces, ¿por qué no has parado? Parecías enfadada.

      Solo quería asegurarme de que todo iba bien.

      –Seguro que Connor y Heather te han puesto al tanto.

      –No me han dicho nada. Creo que he supuesto algunas cosas por mí mismo, ¿quieres decirme si he acertado? ¿Tenía algo que ver con el hecho de que Will estuviera allí con esa mujer?

      Jess intentó no mostrar que su pregunta la había dejado descolocada.

      –¿Y por qué has pensado eso? –preguntó esperando que no le temblara la voz.

      No sabía por qué ver a Will con otra mujer la había afectado tanto. Es más, se había dicho en un principio que su enfado había ido dirigido únicamente a Heather y a Connor, pero una vez había estado bien lejos del restaurante, se había dado cuenta de que ver a Will teniendo una cita, sobre todo una que había surgido de ese servicio de citas online, la había enfurecido.

      Se forzó a mirar a su padre a la cara.

      –Sabes muy bien que no hay nada entre Will y yo, ¿verdad?

      –¿Sí? –preguntó escéptico–. Admitiré que ha sido una suposición por mi parte, pero cuando le he presentado la teoría a tu madre, ella no me ha negado que pudiera ser una posibilidad.

      –¿Así que mamá y tú habéis estado especulando sobre esto? –dijo con tono gélido. Ya era un poco tarde para que los dos empezaran a preocuparse por sus sentimientos.

      –Me preocupo por ti. Eso es lo que hacen los padres.

      –Pues no te preocupaste mucho cuando tenía siete años, ¿no? –le respondió en tono acusatorio–. Mamá acababa de marcharse y tú ibas recorriendo el país con tus trabajos. Ninguno de los dos pasó mucho tiempo teniendo en cuenta mis sentimientos.

      –Era una época distinta –dijo sin ni siquiera intentar defender lo indefendible–. Estoy aquí ahora mismo y me preocupa lo que pase en tu vida.

      Jess sabía que el único modo de que se echara atrás era contándole algún cuento que lo tranquilizara.

      –Mira, Connor y yo hemos discutido antes, eso es todo. No ha sido para tanto. Llevamos discutiendo desde que éramos pequeños y siempre nos reconciliamos.

      Mick no parecía convencido del todo.

      –Y eso es todo, ¿una discusión con tu hermano? ¿No ha tenido nada que ver con Will?

      –Nada en absoluto –insistió ella–. Todo está bien. Te prometo que ya estaré hablando con Connor para cuando llegue la comida del domingo.

      –De acuerdo –dijo Mick, aceptando la explicación no sin cierta renuencia–. ¿Y no te interesa salir a cenar con nosotros esta noche?

      –Ojalá pudiera, pero no me gusta dejar el hotel cuando estamos tan llenos. Cualquiera de los huéspedes podría necesitar algo.

      Mick la abrazó y la besó en la cabeza.

      –Llámame si necesitas algo, ¿de acuerdo?

      Ella olvidó su enfado, contenta de ver que el asunto parecía resuelto por el momento.

      –Sí, papá. Te lo prometo. Gracias por ayudarme esta tarde.

      –De nada, hija.

      Lo vio marcharse y respiró aliviada justo antes de sobresaltarse al oír la risita de Gail tras ella.

      –Menuda trola le has metido a tu papaíto –se burló Gail.

      –He hecho lo que tenía que hacer para quitármelo de encima. Si supiera que estaba enfadada por lo de Will, ninguno de los dos estaría a salvo de las intromisiones de mi padre.

      –¿Te da miedo que pudiera entrometerse o te aterroriza que se le diera bien?

      –¿Qué quiere decir eso?

      –Por lo que he oído, una vez que Mick O’Brien pone la cabeza en algo, las cosas suelen salir como él quiere.

      –Mi padre puede entrometerse desde hoy hasta el día del Juicio Final, y eso no cambiaría nada en lo que concierne a Will y a mí.

      Por desgracia, tras su declaración no había tanta convicción como debería haber habido.

      Cuando pasó otra semana sin ni una sola cita concertada por Almuerzo junto a la bahía, Jess enfureció aún más. Era peor ahora que sabía que era la empresa de Will, porque eso demostraba lo poco que ella le importaba.

      Prácticamente podía oírle recitar todas las razones por las que no quería emparejarla con ninguno de los hombres que solicitaban sus servicios. La consideraba una chica voluble y consideraba que su historial de citas era demasiado errático. La conocía demasiado bien, o eso creía él, y no quería arriesgar la reputación de su estúpida empresa al emparejarla con un pobre hombre.

      Solo pensar en cómo la había rechazado la hizo enfurecer todavía más. Si a eso se añadía el hecho de que ni siquiera le había devuelto el dinero de su ingreso en el servicio de citas, estaba preparada para partirlo en dos si se cruzaba con él.

      Y no, por supuesto que no intentaría buscarlo. Es más, lo mejor sería que no se cruzaran en meses, o incluso en años.

      Pero claro, mucho antes de que pudiera quitarse todo eso de la cabeza, lo vio en Brady’s una noche de viernes que decidió salir del hotel.

      –Ahí está ese gusano –le farfulló a Connie y a Laila mientras se levantaba. Las dos copas de vino que había consumido y habían caído sobre su estómago vacío la hicieron tambalearse

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